La mayoría de las personas prestamos mucha atención a las caras y especialmente a los ojos de los demás. Los ojos expresan estados emocionales, pero también ayudan a discernir las intenciones y la dirección de la atención de los demás, información muy útil para guiar nuestro comportamiento social. El contacto visual puede utilizarse para establecer y reforzar vínculos afectivos, pero, dependiendo del contexto sociocultural, mirar directamente a los ojos de otra persona puede resultar muy intimidante.
La tendencia a mirar a los ojos está presente prácticamente desde el nacimiento. La mirada mutua es importante para el desarrollo de la sincronía motora y emocional entre los bebés y sus cuidadores, y podría facilitar el aprendizaje del lenguaje y las habilidades sociales. La tendencia a evitar el contacto visual es un indicador precoz del trastorno del espectro autista y suele persistir a lo largo de la vida, lo que genera importantes barreras sociales y laborales a las personas con este trastorno.
Los humanos tenemos una despigmentación completa de la esclerótica y la conjuntiva, lo que genera el blanco del ojo, que además queda muy expuesto por el contorno horizontalmente alargado de los párpados. La hipótesis del ojo cooperativo propone que estas características habrían evolucionado porque facilitarían la comunicación basada en la mirada, lo cual habría impulsado la cooperación al favorecer la coordinación interpersonal. Esta hipótesis se basa en la idea de que tanto nuestra esclerótica blanca como la complejidad de nuestra cognición social son únicas entre los primates. Sin embargo, las investigaciones realizadas en las últimas décadas han mostrado una gran variabilidad en la pigmentación del ojo de otras especies de primates (por ejemplo, la mayoría de bonobos y orangutanes de Sumatra tienen la esclerótica clara). Además, se ha puesto en duda la necesidad del blanco del ojo para identificar la dirección de la mirada: muchos chimpancés tienen iris de color ámbar claro, que contrastan con sus escleróticas típicamente negras, con el mismo nivel de contraste que los humanos y los bonobos, pero con el patrón invertido.
Por otra parte, muchas especies de primates pueden seguir la dirección de la mirada de otros individuos para obtener información sobre la ubicación de objetos o sujetos, y en algunas especies se ha sugerido que podrían utilizar esta información en formas complejas de cognición social, como la toma de perspectiva visual o el engaño, aunque estas capacidades todavía son objeto de debate. Algunos primates utilizan la mirada para transmitir información sobre sus intenciones o para solicitar ayuda de sus congéneres cuando son amenazados por otros miembros del grupo. También utilizan la mirada a los ojos como método para expresar y reforzar el interés sexual y los vínculos afectivos. Cuando la pareja se mira a los ojos durante el apareamiento, la cópula dura más y se incrementan las conductas afectivas tras la misma. En este contexto, se ha propuesto que las relaciones sexuales cara a cara, presentes en humanos, bonobos y orangutanes, se habrían seleccionado porque facilitan mirarse a los ojos durante el encuentro sexual.
Una hipótesis alternativa al ojo cooperativo propone que las características del ojo humano serían resultado de la selección sexual. Experimentos con imágenes manipuladas apoyarían esta hipótesis. En estos estudios, los individuos con escleróticas blancas son calificados como más jóvenes, sanos, atractivos y dignos de confianza que los de esclerótica oscura. La coloración de la esclerótica podría ser una señal honesta: puede revelar problemas de salud (amarilla por exceso de bilirrubina, indicando un problema hepático) o malos hábitos (enrojecimiento por fumar o dormir poco). De hecho, actualmente hay a la venta numerosos colirios con la función de recuperar el blanco de los ojos. Un nuevo (e importante) negocio para las empresas farmacéuticas.