La ciencia del transhumanismo

¿Ya estamos cerca?

https://doi.org/10.7203/metode.12.20710

El objetivo del transhumanismo es utilizar la ciencia y la tecnología para llevar a los seres humanos más allá de los límites de su forma natural. Por primera vez, los avances científicos recientes han posibilitado intervenciones genéticas relacionadas con la evolución humana dirigida. Otro tipo de desarrollos nos han dado innovaciones electromecánicas, incluyendo la miniaturización de componentes y mejoras en materiales biocompatibles, y se están creando interfaces cerebro-máquina (ICM) que potencian una dimensión cibernética en la que podríamos controlar dispositivos mecánicos con la mente. Este artículo repasa los avances recientes más importantes, con especial atención a la edición genómica y los usos terapéuticos de las ICM, así como otros usos de estas tecnologías para el mejoramiento humano.

Palabras clave: mejoramiento, interfaz humano-máquina, CRISPR, cíborg, edición genómica.

Lo que comenzó como un movimiento relativamente marginal para desarrollar a los humanos más allá de los límites naturales de Homo sapiens se ha convertido recientemente en una disciplina mucho más establecida. Este cambio se debe, en gran parte, a la aparición de tecnologías que comienzan a hacer posibles cambios en la forma humana que serían muy poco probables, o incluso imposibles, mediante evolución ciega. Fundamentalmente, la ciencia puede alterar dos dimensiones de la naturaleza humana: la humana-animal (enfoque biológico) y la humana-máquina (enfoque electromecánico). Abordaremos ambas opciones, comenzando por la biológica.

Rutas biológicas para el mejoramiento humano

a genética tiene un papel esencial en nuestras vidas. No repasaremos el historial de intentos de dirigir deliberadamente la genética de los individuos, pero sí es necesario mencionar dos enfoques, aunque sea solo para resaltar sus limitaciones. En primer lugar, hace más de treinta años del uso pionero del diagnóstico genético preimplantacional (DGP) para seleccionar embriones libres de una mutación hereditaria determinada, potencialmente en combinación con otras características que les conviertan en futuros donantes compatibles de células madre para tratar a un hermano enfermo. Aunque el término bebé de diseño se ha utilizado mucho para referirse a los niños nacidos mediante DGP, nunca fue una descripción especialmente precisa, puesto que el proceso se limitaba a escoger una combinación de genes presente de forma natural; esta técnica nunca permitió introducir nuevos genes intencionalmente.

Gracias a una segunda tecnología, la terapia genética, se dio un paso más hacia la alteración deliberada del ADN de un individuo. El objetivo de esta estrategia era superar enfermedades provocadas al tener dos copias defectuosas de un gen añadiendo una tercera copia funcional. Aunque pueda parecer relativamente sencillo, la realidad demostró ser más difícil de controlar de lo esperado. Por ejemplo, el propio proceso de integrar ADN nuevo en un cromosoma (para facilitar que se herede el gen extra de forma estable) podía provocar daño adicional y otros problemas. Debido a estas limitaciones, este enfoque quedó siempre restringido a la terapia, no al mejoramiento humano.

«La aparición de nuevas tecnologías comienza a hacer posibles algunos cambios en la forma humana que serían muy poco probables mediante evolución ciega»

La posibilidad real de introducir capacidades adicionales en los seres humanos mediante la modificación de su genoma llegó con la creación del sistema de edición genómica CRISPR, formalmente conocido como CRISPR-Cas9. Anteriormente se había logrado alterar genomas de otras especies con cierto éxito, utilizando herramientas conocidas como nucleasas de dedos de zinc (ZFN, del inglés zinc-finger nucleases) y nucleasas efectoras de tipo activador de transcripción (TALEN, de transcription activator-like effector nucleases) (Gaj et al., 2013). Sin embargo, y aunque el uso de CRISPR tampoco es extremadamente sencillo, tanto ZFN como TALEN son considerablemente más complicados, caros e ineficientes, por lo que rápidamente se abandonaron como métodos de mejora humana cuando llegó la nueva técnica.

No es exagerado decir que CRISPR fue una revolución; abrió el camino a alteraciones no heredables en humanos y hace posible la idea de bebés biológicos transhumanos y verdaderos bebés de diseño.

Un aspecto fundamental del sistema CRISPR es que se puede utilizar para cortar cadenas dobles de ADN en un punto determinado de cualquier genoma (el sistema se identificó originalmente como un mecanismo de defensa en las bacterias gracias al cual podían reconocer secuencias de ADN específicas de virus invasores como los bacteriófagos). Se utiliza una molécula de ARN para dirigir una enzima que corta el ADN llamada Cas9 (por las siglas en inglés de CRISPR-associated protein 9, “proteína asociada a CRISPR número 9”) hacia una posición concreta en el cromosoma que se ha decidido cortar. Un dato importante es que solo es necesario diseñar una molécula de ARN relativamente corta para alterar el punto en el que se realiza el corte de ADN, en lugar de reconstruir la propia enzima. Este factor es crucial en la distinción entre CRISPR-Cas9 y ZFN o TALEN. La diferencia en complejidad es equivalente a cambiar la música eligiendo un CD diferente en lugar de reconstruir el reproductor por completo.

Realizar un corte en la doble hélice de ADN de una célula es una seria amenaza para su supervivencia. Si el proceso se limitara a cortar el ADN (como hacían las bacterias al defenderse de los virus), no existiría potencial alguno para la introducción de genes nuevos. Para ello es necesario subvertir los sistemas de reparación celular. Como hay varios procesos implicados naturalmente en la rotura del ADN, el cuerpo tiene sistemas que se activan para mitigar el daño. Uno de estos mecanismos implica la recombinación homóloga, también llamada reparación dirigida por homología, que aprovecha que tenemos dos conjuntos de cromosomas y organiza la restauración de la secuencia dañada copiando la sección equivalente del otro cromosoma. Para introducir o modificar intencionalmente un gen completamente diferente (como sería necesario para el mejoramiento), se necesita engañar al mecanismo de reparación para que utilice un patrón rival en lugar de la segunda copia natural de dicho gen.

Los investigadores de todo el mundo utilizan CRISPR y otros métodos relacionados para modificar diversos organismos. CRISPR también se ha utilizado extensamente con células humanas. Normalmente, este trabajo se lleva a cabo en cultivos de líneas celulares, tanto en investigación básica como para realizar las comprobaciones necesarias antes de considerar si es posible transferir las células a un paciente por motivos terapéuticos (Wang et al., 2014). Estas aplicaciones han demostrado más allá de toda duda que el sistema CRISPR funciona. No obstante, sigue habiendo razones para la cautela. Un posible peligro, por ejemplo, es provocar mosaicismo: una población celular mixta con células en la que las dos copias de un gen han cambiado, células en las que una ha cambiado y la otra no, y otras en las que no se han producido cambios. También hay problemas potenciales relacionados con los «efectos no intencionales» (off-target) provocados cuando Cas9 rompe el ADN en el lugar equivocado y causa alteraciones no deseadas en el genoma.

El método CRISPR estándar se está sofisticando para reducir algunas de estas características no deseadas. Por ejemplo, se han diseñado mutaciones en Cas9 que mejoran la orientación de la secuencia del sistema CRISPR-Cas restringiendo la escisión a una de las cadenas de ADN (un escenario mucho menos arriesgado) al mismo tiempo que introducen nuevas capacidades para cambiar el ADN (Platt, 2019).

Pese a que todavía existen algunas debilidades, CRISPR ya se ha utilizado para alterar el genoma humano heredable en al menos una ocasión. En noviembre de 2018, el Dr. He Jiankui anunció que había modificado genéticamente a dos gemelas alterando una proteína llamada CCR5, utilizada por el VIH para entrar en las células. Utilizó CRISPR-Cas9 para alterar el gen del CCR5 en las niñas, introduciendo una mutación que creaba una versión no funcional de dicha proteína y debería, por lo tanto, protegerlas contra el virus.

Implantar un embrión modificado genéticamente en el útero de una mujer sigue siendo ilegal en todo el mundo. Por tanto, la comunidad científica internacional y los especialistas en bioética consideraron que He Jiankui se había precipitado al cruzar el Rubicón. Las autoridades chinas pensaron lo mismo, y lo sentenciaron a tres años de prisión (Regalado, 2019). Aunque este es el primer ejemplo conocido en el que se ha modificado intencionalmente el genoma humano heredable, la simplicidad del sistema CRISPR hace que sea bastante probable que ya se estén intentando realizar otras alteraciones genéticas en algún lugar del mundo.

¿Es este un mecanismo para crear transhumanos? Quizás no en un principio, pero el sistema CRISPR-Cas9 y otras tecnologías relacionadas tienen el potencial no solo de jugar con los genes humanos actuales, sino también de conseguir genes derivados de otros organismos, o incluso secuencias totalmente artificiales. Al margen de ciertas limitaciones de tamaño, debería ser posible, en principio, integrar cualquier gen en el genoma del receptor una vez que se genera la rotura deseada. Se podrían introducir nuevos atributos, incluyendo mejoras radicales, un término utilizado para referirse a modificaciones literalmente sobrehumanas (como la capacidad de volar). Estos cambios son más avanzados que las mejoras extraordinarias, que se refieren a la capacidad de realizar una tarea humana rutinaria antinaturalmente bien (por ejemplo, ser capaz de correr a 65 km por hora) (Shook y Giordano, 2016).

Los implantes cocleares permiten superar deficiencias en la audición al transmitir señales eléctricas directamente al nervio auditivo. En la imagen, un hombre con un implante coclear corre el maratón de Nueva York./ David Shankbone

Si no es posible lograr algo en una sola ronda de cambios, tal vez sí podría serlo tras varios pasos que vayan añadiendo alteraciones adicionales poco a poco. Esto ya se está haciendo para la «humanización» de órganos en cerdos, con el objetivo de eliminar en la medida de lo posible el rechazo cuando se trasplantan a un humano (Begley, 2017). Las lecciones aprendidas durante este proceso pueden servir de base para futuros intentos de alterar directamente el genoma humano. Cabe también señalar que, con una combinación adecuada de ARN guía y plantillas de ADN, CRISPR podría alterar múltiples genes simultáneamente, aunque, por supuesto, el riesgo potencial de mosaicismo aumenta notablemente si el único resultado aceptable es la edición correcta de varios puntos al mismo tiempo.

Rutas electromecánicas para el mejoramiento humano

Pasando a la segunda dimensión de desarrollo, consideremos el estado de la cuestión en lo que respecta a las intervenciones biomecánicas. Aquí podemos hacer una distinción entre enfoques no invasivos, es decir, externos al cuerpo, y otros en los que es literalmente necesario meterse bajo nuestra piel (invasivos). Debería resultar evidente que los enfoques no invasivos corresponden a la parte más «superficial» del espectro del hombre-máquina. Muchos no considerarían estas mejoras realmente transhumanistas, pero como mínimo cumplen el propósito de alertarnos del papel que la tecnología ya desempeña en nuestras vidas. Algunos ejemplos incluirían el uso de dispositivos portátiles como las pulseras Fitbit, que registran datos biométricos cuyo conocimiento afecta a nuestro estilo de vida. Un paso más allá, encontramos el uso opcional de métodos de estimulación eléctrica cerebral como la estimulación magnética transcraneal (EMT) y la estimulación transcraneal con corriente directa (TDCS, por sus siglas en inglés) para mejorar el estado de ánimo, la memoria y/o la adquisición del lenguaje (Yazdi, 2020).

Cambiar el enfoque hacia alteraciones invasivas implica inevitablemente cruzar un umbral que no es solo físico, sino también ideológico. Por un lado, introducir tecnología en el cuerpo humano corre el riesgo de producir una infección, pero también representa un compromiso personal más profundo con el cambio. La inserción de chips de identificación por radiofrecuencia (RFID, por sus siglas en inglés) para comunicarse con dispositivos externos, almacenar contraseñas y otra información electrónica o abrir puertas tiene beneficios tangibles, por ejemplo, para personas con discapacidad. Sin embargo, también existe una comunidad de entusiastas de la modificación corporal (hackers corporales o biohackers). Por ejemplo, es muy probable que si alguien se implanta imanes en los dedos para tener una mejor percepción de los campos magnéticos, lo haga por razones sensitivas, en lugar de médicas.

Conectarse

Un paso más allá quedan las alteraciones invasivas que implican la interacción de un dispositivo electromecánico con el sistema nervioso central del receptor. Esto se podría conseguir con una conexión en la columna vertebral, en un nervio periférico o directamente en el cerebro. Estas interfaces neuronales no son solo ideas de ciencia ficción. Los implantes cocleares ya permiten superar deficiencias en la audición al transmitir señales eléctricas directamente al nervio auditivo, y la estimulación cerebral profunda, por ejemplo para tratar trastornos del movimiento, envía impulsos a electrodos implantados en el cerebro.

En el contexto del transhumanismo, se han producido avances significativos relacionados con el control de extremidades protésicas y aspectos más amplios relacionados con las interfaces cerebro-máquina (ICM). Como en el caso de las innovaciones anteriores, actualmente predominan las aplicaciones terapéuticas, pero es fácil ver cómo se podrían utilizar los avances en prótesis para el mejoramiento humano. En un estudio innovador, se implantaron electrodos en la corteza motor primaria de una mujer tetrapléjica (Collinger et al., 2013). Mediante cables conectados a su cráneo, podía manejar una prótesis simplemente pensando en el movimiento deseado.

Recientemente se han producido avances significativos relacionados con el control de extremidades protésicas y aspectos más amplios relacionados con las interfaces cerebro-máquina. En la imagen, prótesis desarrollada en la Universidad de Michigan (EE. UU.). Los investigadores han aprovechado las débiles señales latentes de los nervios del brazo y las han amplificado para permitir un control intuitivo y en tiempo real de la mano robótica./ Universidad de Michigan

En otros lugares, los investigadores están trabajando en dispositivos hápticos que transmiten información sensorial como el tacto, la presión y la posición de la extremidad al cerebro por microestimulación intracortical. En un estudio, se pidió a un hombre con una lesión medular que describiera lo que sentía (aunque se tratara de sensaciones fantasma) al recibir una combinación de estímulos transmitidos mediante electrodos implantados en su corteza somatosensorial primaria (S1) (Salas et al., 2018). Un segundo equipo logró que un hombre con parálisis tuviera un sentido del tacto y de la presión limitado cuando conectaron una mano robótica a su región S1 (Flesher et al., 2016). El objetivo último de estos estudios es lograr un circuito cerrado, es decir, un sistema bidireccional que combine información sensorial recibida y respuesta motora. Esto permitiría «evolucionar» nuestra habilidad motriz fina.

Vale la pena reiterar que, hasta este punto, la investigación se ha centrado en la rehabilitación. No obstante, el hecho de que gran parte de la financiación de estos proyectos provenga de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de los EE. UU. (DARPA) es un indicador de que las innovaciones de este tipo tienen un potencial tangible para el mejoramiento humano, por ejemplo con el control de poderosas extremidades mecánicas por parte de supersoldados.

Otros desarrollos más amplios con respecto a las ICM incluyen la «cognición aumentada», que permite a alguien acceder a instalaciones de computación remota directamente con la mente. Esto podría permitir a los usuarios realizar cálculos matemáticos completos «mentalmente», mejorar la percepción de su entorno, o poder archivar continuamente los datos recogidos (Roelfsema, Denys y Klink, 2018). Por otro lado, también sería posible descargar instantáneamente nuevas habilidades lingüísticas o la habilidad necesaria para realizar una tarea.

El desarrollo de ICM depende no solo de nuestra comprensión de la mente, sino también de las innovaciones cibernéticas. Estas incluyen la mejora de la velocidad de transferencia de información (Lebedev, Opris y Casanova, 2018) y avances en ciencia de los materiales para ofrecer una conexión estable y efectiva entre el wetware (el cerebro del operador humano) y el hardware tecnológico.

La experiencia con los implantes actuales ha puesto de relieve una serie de obstáculos que será necesario superar. Algunos de ellos son: daños a los tejidos que rodean los electrodos, degradación de los propios electrodos, pérdida de señal por microdesplazamientos de las conexiones de la interfaz, y activación de la respuesta inmune (Polikov, Tresco y Reichert, 2005). La biocompatibilidad y la longevidad de los electrodos son una prioridad. La estabilidad de los nanotubos de carbono, así como sus dimensiones y el material en el que están basados, los convierten en un material particularmente interesante para toda una serie de aplicaciones biomédicas, incluyendo las ICM (Rauti et al., 2019).

En la imagen, el artista Neil Harbisson, quien nació con acromatopsia, un déficit visual que le hacía percibir el mundo en grises. En 2004 se implantó una antena que le permite captar las ondas de luz en frecuencias de sonido. Harbisson defiende el derecho de las personas a incorporar la robótica al cuerpo humano y a diseñarse como especie./ Flávia de Quadros/indicefoto.com/Campus Party Brasil

El desarrollo de interfaces cerebro-máquina es una de las áreas de interés del emprendedor Elon Musk (Waldert, 2016). Su empresa Neuralink es una de las organizaciones que está más cerca de realizar ensayos de ICM en humanos. La miniaturización ha sido una de sus prioridades. Al parecer, los hilos que utilizan los electrodos de las ICM de Neuralink son tan pequeños que hace falta un robot especializado para implantarlos en el cerebro del receptor sin dañar los vasos sanguíneos. Los críticos defienden que los plazos establecidos por Musk son poco realistas y que no está prestando la debida atención a algunas dificultades fundamentales, como la estructura única del cerebro de cada individuo (Corbyn, 2019).

Claramente, cualquier avance en estas áreas reforzaría las innovaciones que hemos discutido anteriormente relacionadas con el funcionamiento de extremidades protésicas «inteligentes», pero Musk no oculta su deseo de ir más allá de las aplicaciones terapéuticas y alcanzar la simbiosis con la inteligencia artificial. En este sentido, una ICM efectiva y estable es la puerta de entrada para la creación de verdaderos cíborgs cuyo cerebro sea el único resto orgánico de un individuo anteriormente humano. Musk también imagina un mundo en el que tenemos la capacidad de archivar versiones de nuestra memoria tal y como guardamos versiones de un documento. Es necesario reiterar que esto no es posible por el momento, pero la ciencia que podría lograrlo está dando pasos enormes.

Hay quien querría ir todavía más lejos: cortar cualquier vínculo con el yo orgánico y básicamente cargar la mente humana en computadoras, en una «emulación cerebral completa» (Tirosh-Samuelson, 2018). Aunque un ser como ese ya no tendría materia biológica, seguiría siendo posthumano, porque en su pasado seguiría habiendo un momento en el que esos pensamientos y memorias estuvieron vinculados a una persona física. A diferencia de un androide, un «ser» completamente artificial, pese a que manifieste características humanas.

¿Cíborgs? ¿Y qué hay de los androides?

Aunque en ocasiones se utilizan estos términos como si fueran equivalentes, los cíborgs y los androides son entidades completamente diferentes. Los androides son robots antropomórficos completamente artificiales. Algunos avances recientes se han centrado cada vez más en proporcionarles una personalidad. En 2017, por ejemplo, Arabia Saudí otorgó la ciudadanía al robot Sophia, y el Parlamento Europeo ha discutido sobre quién tendría la responsabilidad legal si el robot de una empresa provocara daños a la propiedad de otros (Giger et al., 2019).

Dado que un androide no ha estado nunca ligado a una forma corporal y biológica, inevitablemente es un falso humano, no un transhumano ni un posthumano. Por lo tanto, considero que este tipo de entidades quedan fuera del enfoque de este artículo.

Conclusión

Predecir el marco temporal y la importancia de los avances tecnológicos es una cuestión probadamente problemática. La ley de Amara (citada en Brooks, 2017, p. 79) postula que tendemos a «sobrestimar el impacto de una tecnología a corto plazo y subestimar su impacto a largo plazo». Los objetivos del transhumanismo todavía no se han logrado. No obstante, los progresos recientes en campos tan diversos como las interfaces cerebro-máquina y la edición del genoma han avanzado sorprendentemente rápido y son las muestras más claras que tenemos de que es posible evolucionar más allá de los límites naturales de Homo sapiens.

Referencias

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© Mètode 2021 - 111. Transhumanismo - Volumen 4 (2021)
Profesor del Departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de Leicester (Reino Unido). Su investigación se ha centrado en la resistencia a los antibióticos y actualmente se dedica sobre todo a las áreas de bioética, pedagogía y la representación de la ciencia en los medios de comunicación.