El futuro «halagüeño» de la biodiversidad

Juan-S.-Monrós

Juan Martínez

Desde hace ya algunos años la biodiversidad o diversidad biológica ha pasado de ser una palabra difícil de definir por la gente corriente, más propia de aparecer como pregunta complicada de contestar en un concurso televisivo, a ser una palabra que está en boca de todos; ya sea en tertulias de bar, noticieros de la radio y prensa tradicional o en las redes sociales. La culpa de este rápido cambio la ha tenido el hecho de que los científicos han estado advirtiendo de lo que genéricamente hemos denominado crisis de la biodiversidad.

Para entender un poco a qué nos referimos con esta crisis, hay que retroceder a los años en los que yo estudiaba biología. Así, uno de los patrones que primero te enseñaban cuando, dentro de la ecología de comunidades, se estudiaba la diversidad biológica, es que la diversidad aumenta con el tiempo. Es decir, desde que apareció la vida en nuestro planeta hasta hoy, el número de especies sobre la Tierra ha ido aumentando. Yo siempre he creído que la biodiversidad es una consecuencia inevitable de la evolución; el tiempo y los procesos evolutivos generan diversidad en un planeta con tanta heterogeneidad ambiental.

Este patrón general se ha visto alterado a lo largo de la historia evolutiva por cinco episodios. Estos han hecho que, a esta línea creciente que se observa al representar en una gráfica el tiempo y el número de taxones existentes, le hayan aparecido unos dientes de sierra más o menos importantes relacionados con descensos de la diversidad. Esta pérdida de especies constituye lo que los científicos hemos llamado las grandes extinciones, y se sabe que han sido provocadas por eventos ambientales importantes. Estamos hablando de extinciones que, en algunos casos –como la del Pérmico-Triásico de hace 250 millones de años–, supuso la desaparición del 70 % de las especies de vertebrados terrestres, o la última del Cretácico-Paleógeno, en la que desaparecieron la mayoría de los dinosaurios, pero que probablemente permitió que hoy tengamos una gran diversidad de aves y mamíferos.

Desde hace ya algunos años se está hablando abiertamente de una sexta extinción y, con más o menos acuerdo de la comunidad científica, se piensa que está provocada directa o indirectamente por nuestra especie. Pero claro, tenemos un problema importante a la hora de confirmar este hecho, y es que realmente no sabemos con exactitud cuántas especies pueblan la Tierra en la actualidad y, por ende, cuál es su tasa de extinción. Se calcula que existen entre 10 y 100 millones de especies, aunque solo están descritas alrededor de 1,5 millones. Por tanto, es muy difícil saber cuántas están desapareciendo si todavía no sabemos cuántas existen.

«Realmente no sabemos con exactitud cuántas especies pueblan la Tierra en la actualidad y, por ende, cuál es su tasa de extinción»

Si realmente estamos poniendo en peligro la existencia de gran parte de la biodiversidad de nuestro planeta, creo que tenemos una gran responsabilidad. Pero, a su vez, esto nos genera una serie de retos a intentar alcanzar en un futuro próximo. Uno de los que considero más relevantes es poder saber cuántas especies hay, e intentar conocer con la mayor exactitud cuál es su tasa de desaparición.

Por otro lado, y tan importante como lo anterior, deberíamos ser capaces de identificar los elementos fundamentales que sustentan la biodiversidad, pues es imposible conservar las especies sin conocer sus principales interacciones bióticas y abióticas, y cuáles de ellas son vitales para su mantenimiento. Como reto final, creo que tenemos que decidir, y esta es una cuestión más ética que biológica, cuánta biodiversidad queremos mantener junto a nosotros, renunciando por tanto a parte de nuestra «calidad de vida», y cómo lo vamos a hacer. Decidir si conservar o no todas esas especies con las que compartimos este pequeño planeta azul es uno de los desafíos, a mi humilde parecer, más importantes que tenemos que plantearnos en un futuro próximo.

© Mètode 2019 - 103. Formas infinitas - Volumen 4 (2019)
Profesor titular de Ecología y director del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universitat de València. Desde hace más de quince años se dedica a diferentes proyectos de conservación de vertebrados terrestres, especialmente sobre el escribano palustre iberoriental (Emberiza schoeniclus witherbyi), especie catalogada en peligro de extinción.