El reto de liderar una empresa basada en el conocimiento
10 años del Parc Científic de la Universitat de València
La tarea de desarrollar un medicamento de uso humano es una de las más complejas que existen. Se trata de un sector muy innovador sometido a unos criterios regulatorios muy estrictos, y con tiempos de desarrollo muy largos, a lo que hay que añadir niveles de inversión en I+D enormemente elevados. Todo ello debe ser financiado sin generar ingresos, lo que convierte a este modelo de negocio en una apuesta de alto riesgo.
«El liderazgo de una compañía biofarmacéutica supone un reto constante que debe mantener el equilibrio entre la ciencia y la gestión»
De inicio, muchas de las personas emprendedoras abordamos el desarrollo empresarial con un estilo muy naive. A medida que las empresas se consolidan y van requiriendo de mayores recursos, los emprendedores debemos evolucionar de forma paralela, dedicando más y más tiempo a la gestión. En mi caso, mi trayectoria anterior ha resultado clave para dirigir una empresa innovadora como Bioncotech. Por una parte, el doctorado en Ciencias de la Vida me permite entender la base científica, así como consolidar una red de colaboradores dentro del entorno académico que apoyen los esfuerzos de la empresa. Pero quizá lo más diferencial es mi conocimiento sobre propiedad intelectual, que obtuve gracias al trabajo que realizaba como responsable de Transferencia Tecnológica en la Fundación Botín y posteriormente como directora de Innovación del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Por último, mi formación como MBA me facilita mucho la tarea de liderar una compañía innovadora.
El liderazgo de una compañía biofarmacéutica supone un reto constante que debe mantener el equilibrio entre la ciencia y la gestión. A la curiosidad por descubrir lo desconocido con el fin de poder resolver una necesidad médica no cubierta, se añade la tarea de hacerlo posible identificando, asegurando y organizando los recursos para llevar adelante la compañía. Solo las compañías, y por ende los emprendedores, que se adaptan a cada circunstancia consiguen sobrevivir en el tiempo. Nuestras plantillas fluctúan y deben incorporar distintos perfiles científico-técnicos. Los espacios que requerimos son diferentes; en ocasiones nos apoyamos en infraestructuras existentes dentro de centros de investigación, y en otros casos, necesitamos contar con laboratorios propios. El inmovilizado no suele aportar valor, sin embargo, contar con una infraestructura flexible es clave, como también lo es la cercanía a la academia como fuente de nuevo conocimiento para mantener nuestra competitividad. El conocimiento y talento no siempre son accesibles a nivel local, por lo que debemos aprovechar la oportunidad de trabajar desde España sin dejar de competir por financiación y talento a nivel global.
Empresas como la nuestra son elementos necesarios para que la transferencia realmente suceda. Por ello creo que el mundo académico también obtiene un beneficio por tenernos cerca. Que el conocimiento teórico llegue a ser un tangible requiere de un desarrollo empresarial: los equipos investigadores no tienen por qué estar al día de la rigurosa normativa que la empresa sí necesita cumplir para llegar al paciente; no obstante, resulta muy útil poder ver de cerca cómo se lleva a cabo este proceso para en un futuro participar de iniciativas similares. El flujo de conocimiento es bidireccional, como también lo es el intercambio de profesionales técnicos. En este sentido, considero que es necesario que se dinamice la relación academia-empresa para, de esa forma, agilizar el desarrollo de nuevos productos, tan necesarios en el entorno oncológico.