Negro y blanco

El pasado 13 de noviembre ocurrió en las costas de Galicia un grave accidente durante el cual el barco Prestige vertió miles de toneladas de fuel a la mar. Poco después se hundió dejándonos la amenaza de seguir liberando su contenido de manera continuada durante un tiempo todavía indeterminado, pero que todos intuimos muy largo. El desastre ecológico y también económico resultante del incidente es, actualmente, imposible de calcular, especialmente si tenemos en cuenta la falta de información que lamentablemente estamos padeciendo. Aun así, las imágenes que los medios de información independientes nos proporcionan son dramáticas y reflejan el drama humano que azota a los gallegos, la salvaje destrucción de la naturaleza así como de infinitas formas de vida.

He dicho accidente y quizás me he expresado incorrectamente, por lo menos con respecto a las características de incertidumbre propias de un accidente. Porque lo que ha pasado no ha estado sino –por decirlo con las recurrentes palabras de García Márquez—“la crónica de una muerte anunciada”. El litoral gallego donde ha ocurrido la catástrofe se conoce, precisamente, como la Costa da Morte. En su escarpada orografía se han producido muchos incidentes navales con pérdida de vidas y barcos, y por eso no puede decirse que nos encontremos frente a un imprevisto inevitable. No es menos verdad que este petrolero era un barco que nunca tendría que haber navegado, sobre todo transportando una de las cargas más contaminantes del mundo. Por desgracia no había ninguna ley o ordenación legal que lo impidiera, ni que velara por la regulación de las rutas marítimas de este tipo de transporte. Por esto, frente a varias manifestaciones aparecidas estos días en los medios de comunicación, yo diría que sí que ha habido un claro responsable del hundimiento del Prestige (¡qué nombre más desafortunado!) y es la economía, o mejor dicho, esta sociedad que subordina todas sus acciones a las leyes del mercado.

«En los futuros protocolos de acción frente a catástrofes como la del Pretige, habrán de estar presentes no sólo los técnicos, sino también los científicos»

Una vez acontecida la catástrofe, ésta se ha agravado por culpa de la gestión ineficaz y torpe de los poderes públicos. Gestión en la que los científicos han estado ausentes durante demasiado tiempo, en la que han sido ignorados aspectos meteorológicos y oceanográficos, en la que se han dado versiones controvertidas sobre la toxicidad o no de las sustancias contaminantes, y en la que ha faltado finalmente una acción planificada que fuera más allá de mirar el cielo para saber de dónde soplaba el viento. La rotura de un amplísimo sistema ecológico es evidente; la forma de vida, la actividad económica y el futuro de todo un pueblo ha sufrido una agresión de la cual con grandes dificultades podrá recuperarse. La información, así como la veracidad, han sido gravemente agredidas. No tiene ningún sentido minimizar los daños ni esconder información. No tiene ningún sentido decir que la situación está controlada cuando no lo está. No tiene ningún sentido no pedir ayuda cuando es necesaria. Tal vez el color negro y la informe y viscosa imagen del fuel que llega a las costas sean la mejor descripción de lo que sentimos muchos de nosotros frente todo lo que está pasando.

Afortunadamente, esta triste imagen empieza a ser iluminada por otro color, el blanco. El blanco de los vestidos de trabajo de los gallegos; los primeros que, sin esperar a nadie, empezaron la limpieza de la suciedad. El blanco de los vestidos de los voluntarios, jóvenes la mayor parte, que sin más ayuda que su buena voluntad se hicieron eco de un llamamiento urgente y a la vez acallado, e hicieron patente su solidaridad. El blanco, en fin, de la ropa de trabajo de los universitarios valencianos que, en estos momentos, unen sus esfuerzos a los de muchos otros para recuperar la costa dañada y malherida. Sin duda, estas actuaciones, por su espontaneidad y generosidad, habrán de ser el revulsivo que encamine de una vez las acciones para recuperar la normalidad con la mayor brevedad posible, que todos sabemos que no será mañana.

Sin duda, vivir en este mundo no está exento de riesgos, pero no hace falta añadir aún más. Por esto, en los futuros protocolos de acción frente a catástrofes como la del Prestige, habrán de estar presentes no sólo los técnicos, sino también los científicos. Estos científicos que, una vez más, han sido marginados por una sociedad que quiere hablar de innovación, aun ignorando lo que es el conocimiento y la investigación.

© Mètode 2002 - 36. Paisajes del olvido - Disponible solo en versión digital. Invierno 2002/03

Catedrático de Química Física. Fue vicerrector de Investigación de la Universitat de València entre 1998 y 2002, y rector de esta institución entre 2002 y 2010.