La presente década es decisiva en la lucha contra el cambio climático. Tanto en las políticas de mitigación como de adaptación. Las evidencias que se tienen de los efectos del actual proceso de calentamiento climático, muy manifiestas en la cuenca del Mediterráneo, obligan a actuar con rapidez. Y ya no debemos perder el tiempo atendiendo los mensajes sin base científica del negacionismo climático. Estos juegan otra liga, la de la ignorancia. En su ensayo Perdiendo la Tierra, sobre las políticas norteamericanas en materia de cambio climático, Nathaniel Rich se lamenta, con acierto, de la pérdida que representaron los años ochenta del pasado siglo dentro del proceso de toma de decisiones para la mitigación del cambio climático. Cuando se acumulaban los informes científicos sobre los efectos de la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre, la Administración americana hacía caso omiso. Las consecuencias las estamos viviendo ahora en todo el planeta.
«Asistimos ya a las primeras manifestaciones del proceso de calentamiento que está transformando los climas de nuestro país»
Esta tercera década del siglo XXI tiene todos los argumentos para convertirse en los años de cambio efectivo en las políticas y medidas que deben reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la preparación de territorios y actividades económicas ante las consecuencias que el cambio climático va a provocar en las diferentes regiones del mundo. Los objetivos están bien fijados: cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y reducción de emisiones en los países de la Unión Europea contemplada en el Marco sobre Clima y Energía para 2030, que debe alcanzar al menos el 40 % respecto a los valores de 1990. A ello se suman las determinaciones incluidas en las normativas estatal y autonómicas sobre cambio climático y transición energética, que regulan acciones concretas de mitigación y adaptación en los territorios administrados. Todo esto conlleva cambios profundos en la economía y en los comportamientos sociales que requieren de presupuesto y pedagogía.
Los fondos europeos de reconstrucción, en el marco del European Green Deal o Pacto Verde Europeo, deben orientarse básicamente a la obtención de estos objetivos. El cambio climático va a ser el gran eje de las políticas de los próximos años. Si entendemos el problema actual de calentamiento como oportunidad de cambio de las relaciones del ser humano con la Tierra, no hay tiempo que perder. En España se asiste ya a las primeras manifestaciones del proceso de calentamiento atmosférico que está transformando los climas de nuestro país. Hay cuatro procesos ya comprobados con datos científicos que están originando lo que se puede denominar la «mediterraneización» del cambio climático en España: la alteración del balance energético planetario debido a la presencia cada vez mayor de gases de efecto invernadero, causa del forzamiento térmico de la troposfera terrestre; la modificación que ese calentamiento atmosférico está causando en la circulación atmosférica con manifestaciones más frecuentes de eventos extremos; el calentamiento de las aguas del mar Mediterráneo, que duplica desde 1980 al propio calentamiento del aire; y la pérdida del confort térmico –aumento notable de noches cálidas– y de la regularidad en las precipitaciones.
Estos últimos aspectos obligan a cambios notables en la planificación hidrológica, económica y territorial. La primera debe apostar por la gestión de la demanda de agua en lugar de primar la oferta, que será más escasa. La segunda implica sobre todo a la agricultura y el turismo, las dos actividades más expuestas a los efectos del cambio climático. Y la tercera supone que los territorios y especialmente las ciudades deben planificarse bajo los supuestos de la sostenibilidad y adaptación al cambio climático. En el mundo comienza a haber ejemplos de buenas prácticas en materia de mitigación y adaptación en escalas locales. En España destacan el País Vasco, Cataluña y la Comunidad Valenciana como regiones que han apostado decididamente por la acción contra el cambio climático como política transversal que implica al conjunto de acciones de gobierno.
Esta debe ser la década de la acción por el clima. De momento, los datos no son nada favorables. El último informe de las Naciones Unidas sobre el estado de la cuestión del Acuerdo de París –febrero de 2021– señala, claramente, que, de seguir la situación actual de emisiones de gases de efecto invernadero, en 2025 estas serán aún un 2 % mayores que el año base de 1990. En abril de este año, la proporción de CO2 en la atmósfera terrestre ha vuelto a batir un nuevo record. No hay tiempo que perder.