La importancia de las semillas

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Ahora que estamos en invierno es momento de revisar las semillas que tendremos que sembrar al llegar la primavera. Revisaremos los tarros donde las tenemos guardadas para ver cómo están. Comprobaremos que la conservación va bien, que no se han enmohecido por exceso de humedad, que no tienen gorgojos, polillas u otros problemas como los ratones. En definitiva, que están listas para sembrarlas. Es muy conveniente conservarlas en un ambiente favorable y estable, en un envase seguro, por ejemplo dentro de un frasco de vidrio con tapa, y sobre todo es imprescindible que las semillas estén bien secas. Algunos agricultores añaden algún complemento para mejorar la conservación, por ejemplo el yeso como desecante o unos ajos como desinfectantes del ambiente interior del tarro.

«Si no guardamos simiente de las mejores plantas, poco a poco la variedad empieza a olvidarse y acaba perdiéndose»

Es normal conservar las semillas de nuestras mejores plantas. Ya sabemos cómo se han portado en el campo y en la mesa en la última cosecha o en los últimos años y es de esperar que den igual o mejor resultado. Tener simiente propia, como mínimo de unas cuantas variedades, tiene que ser la aspiración de todas las personas interesadas en tener un huerto más sostenible. Conservar las semillas propias entre cosecha y cosecha siempre ha sido un trabajo de especial importancia para los horticultores y agricultores en general. Todavía hoy hay horticultores que las guardan.

Cuando guardamos y sembramos semillas de las plantas que más nos gustan estamos mejorando la población de cultivo y llevándola hacia nuestro interés, como han hecho tradicionalmente nuestros antepasados. No hay otra manera más fácil. Así los buenos cultivos van adaptándose a las condiciones locales del suelo y clima, a nuestras exigencias de tamaño, color, gusto o resultado en la cocina y la mesa. Gracias a nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos y al trabajo de selección en plantas y animales practicado año tras año, tenemos la gran diversidad de formas y variedades agrícolas tradicionales que hemos heredado y de las que aún podemos disfrutar, aunque muchas se hayan perdido por falta de uso. Si no guardamos simiente de las mejores plantas este proceso histórico de selección y continuidad entre generaciones se detiene, y poco a poco la variedad empieza a olvidarse y acaba perdiéndose.

Guardar semillas es muy importante, pero también intercambiarlas, porque con un solo huerto no se puede mantener bien una variedad. Hay que intercambiar plantas y simiente y los préstamos entre vecinos y conocidos son muy adecuados, así como comentar con otros hortelanos sus cualidades y defectos. Así, entre todos los cultivadores va definiéndose el diseño de cada planta y cosecha para cada uso. Una vez más, es lo que han hecho las sociedades agrarias en los últimos 10.000 años de domesticación mutua. Es decir, las variedades y clases de plantas tradicionales son obra colectiva, de todos cuantos las utilizan. Nadie, excepto el colectivo de usuarios y mantenedores en sentido amplio, puede reclamar la propiedad. Por eso necesitamos sistemas de intercambio de semillas y conocimiento agrario, para cultivarlas y mantenerlas vivas y en manos de los agricultores.

Si no tenemos las semillas que necesitamos habrá que buscarlas entre los conocidos y amigos –no hay que olvidar a los labradores mayores–, o buscar en alguno de los mercados de intercambio de simiente que se organizan desde hace unos años en buena parte del territorio. Allí, en los encuentros, hay agricultores que empiezan y veteranos, los hay jóvenes y mayores, y cambian y charlan de cultivos, de excelencias y problemas, y de lo que va bien en cada caso. Las fiestas de las semillas son un buen momento para encontrar lo que buscábamos, o cualquier otra simiente inesperada que nos anime a probar nuevos cultivos.

© Mètode 2016 - 88. Comunicar la salud - Invierno 2015/16
Técnico agrícola. Estación Experimental Agrícola de Carcaixent.