Las plantas curativas, condimentarias y silvestres aumentan la diversidad y nos ayudan en la gestión de la sanidad y fertilidad del huerto. Las cualidades curativas y su acción estimulante en el organismo han hecho que mucha gente las use como una forma de ayudar a su salud, y huir un poco del exceso de medicamentos al que estamos acostumbrados. El segundo uso de interés es el culinario: la gastronomía siempre ha buscado mejorar el sabor de la comida con condimentos vegetales. Así, unas ramitas o unas hojas adecuadas dan el punto necesario para convertir un plato sencillo en una experiencia especial. El mundo de las especies es muy amplio, y a pesar de que la cocina mediterránea no abusa de ellas, es bueno tener al alcance un puñado para las ocasiones. Además, la recolección de hierbas silvestres para completar la ración alimentaria es una antigua costumbre de las culturas agrarias.
Mantener estas plantas en el huerto pide que busquemos un lugar donde cuidarlas sin molestar a los otros cultivos, puesto que suelen ser plurianuales o se resiembran con facilidad. Por tanto, es mejor que crezcan en los márgenes, al final de la parcela o en un lugar específico separado de las otras cosechas. Son plantas que no piden atenciones especiales y, aunque tengan condiciones favorables para crecer mucho, su contenido en sustancias activas nunca será muy alto. A continuación, damos algunos ejemplos:
El romero (Rosmarinus officinalis) es un arbusto perenne que puede llegar a tener un tamaño considerable. Necesita un lugar soleado y es bastante indiferente al tipo de tierra donde está plantado, pero le van mal los sitios demasiado húmedos. Se utiliza como condimento, tanto en fresco como seco a la sombra. Muy popular y utilizado, porque, como dice el refrán, «de las propiedades del romero, se puede escribir un libro entero».
La salvia (Salvia verbenacea) es una aromática herbácea que vive bastantes años. Se aprovechan las hojas todo el año y también los tallos, cuando están floridos, de febrero a noviembre, así como las semillas, que se recogen en verano.
La hierbabuena (Mentha spicata) se multiplica separando de las plantas madre unos brotes con raíces los meses de marzo y abril. Prefiere lugares frescos y muy iluminados, no soporta la sequía. Se usa para aromatizar algunas bebidas como el te, y en nuestras comarcas resulta imprescindible para hervir las habas.
Las caléndulas (Calendula officinalis), originarias de Egipto, se han naturalizado muy bien en nuestro territorio. Resisten la sequía y el frío, pero en verano hay que regarlas frecuentemente. No son exigentes con la calidad de la tierra y se resiembran con facilidad, e incluso pueden convertirse en espontáneas. Su uso popular es como cicatrizante y desinfectante, aprovechando los capítulos florales, que se recogen granados, se secan a la sombra y se guardan en envases herméticos. En el huerto se consideran como repelentes de los nematodos.
El diente de león (Taraxacum officinale) aparece como espontáneo en sitios frescos de campos y páramos. En la fase juvenil las hojas forman una rosita, que puede comerse en ensaladas y resulta refrescante y diurética. En muchos sitios se preparan empanadillas de brosses con las hojas.
Las collejas (Silene vulgaris) tienen unas hojas tiernas que se comen crudas en la ensalada o en tortilla después de un hervor para quitarles la aspereza. Es fácil localizarlas en el campo por su flor redondeada; quizás la que encontremos ya tenga las hojas demasiado duras, pero seguro que alrededor encontraremos otras más tiernas.
Normalmente, tendremos pocas de estas plantas, puesto que solo hay que secar unos brotes o cosechar unas hojas para estar provistos de ellas. La lista donde elegir es muy larga y solo hemos podido citar unas pocas. Se puede empezar por aquellas que más conocemos y utilizamos, e ir ampliando la colección. Es apasionante y muchos agricultores acaban «enganchados» a este tipo de plantas. Al fin y al cabo, el huerto no solo tiene que producir alimentos, sino también belleza y bienestar.
