Nosotros −animales, plantas, bacterias y virus− somos máquinas de supervivencia, autómatas programados a ciegas con el objetivo de perpetuar la existencia de genes egoístas que albergamos en nuestras células.
Richard Dawkins (1941-), El gen egoísta
Las células contienen genomas. ¿Cuáles son los más largos? Como en otras esferas, en el mundo científico, es habitual la tendencia a explorar los límites, tanto por arriba como por abajo, de todo tipo de objetos. Para empezar, recordaré la magnitud de medida más usual de los genomas: el par de bases (pb o, simplemente, b). Y también algunos términos asociados a la longitud de los genomas: una kilobase la componen mil bases (Kb); una megabase, un millón de bases (Mb), y una gigabase, un millar de millones de bases (Gb). Por poner la referencia antropocéntrica, el genoma humano tiene una longitud de 3,3 Gb. Las longitudes de genoma presentan rangos de variación importantes, pero la mayoría de especies eucariontes (hongos, plantas, animales y protozoos) nos encontramos entre 0,1 y unas 10 Gb.
En ciencia, la revisión continua del conocimiento es un ejercicio esencial. Y los medallistas de oro y plata en longitud máxima del genoma han caído discretamente, con poca publicidad, con unos poco despreciables récords de 685 y 195 Gb. Se trata, respectivamente, de los genomas de una ameba (Amoeba dubia) y de un dinoflagelado (Lingulodinium polyedrum), que son dos organismos eucariontes unicelulares. Ambos han perdido, de momento, el estatus de genomas gigantes por fallos importantes en la metodología aplicada, que son heridas del mal pronóstico porque invalidan los resultados.
Entonces, ¿cómo ha quedado el podio? En 2024, la revista iScience publicó un estudio con el genoma más largo y, por tanto, nuevo campeón provisional entre los eucariontes. Se trata del genoma de una especie vegetal, un tipo de helecho tropical de nombre Tmesipteris oblanceolata, que cuenta con un genoma de unas 160 Gb. Este estudio, liderado por el Instituto Botánico de Barcelona, ha desbancado al anterior genoma perteneciente a otra planta, Paris japonica, de 148,9 Gb, que ha quedado en segunda posición. En tercera, otra especie de helecho, Tmesipteris obliqua con 147,6 Gb. Y sí, las plantas ganan. Seis de los diez genomas gigantes actuales, con longitudes superiores a 100 Gb, pertenecen a plantas.
Los otros cuatro genomas gigantes pertenecen a dos linajes diferentes de animales. Por un lado, dos peces pulmonados: Protopterus aethiopicus y Lepidosiren paradoxa, que presentan unos genomas de 129,9 Gb y 129,8 Gb, respectivamente. Y para acabar con el top ten, dos salamandras endémicas: Necturus lewisi y Necturus punctatus, con genomas de 117,5 Gb y 116,6 Gb, respectivamente.
¿Y por qué son tan grandes? En general, la variación en las longitudes de los genomas eucariontes no guarda una correlación con la complejidad del organismo y se ha considerado paradójica dentro de la biología. Es decir, los genomas extremadamente grandes no parecen presentar funciones aumentadas. Están llenos de regiones sin genes codificadores de proteínas, de regiones con ADN repetitivo y de elementos móviles conocidos como transposones. Esta especie de síndrome de Diógenes heredable probablemente está relacionada con duplicaciones genómicas, una tasa alta de acumulación de regiones genómicas prescindibles y una deficiencia en los mecanismos selectivos de eliminación de estas regiones.
El año en que Dawkins escribió El gen egoísta, 1976, se secuenció el primer genoma completo. El protagonista fue un virus de bacterias, MS2, con una longitud de 3,5 Kb. Actualmente, contamos con las longitudes, y muchas de las secuencias, de los genomas de unos 15.000 organismos eucariontes. ¿Alguien se anima a escribir, unos cincuenta años después, el epílogo de El genoma egoísta? Gracias por leer.