Dado que las drogas de abuso y la ingesta de comida ultraprocesada actúan sobre los mismos mecanismos cerebrales, nos cuestionamos si el consumo excesivo y crónico de ciertos alimentos ricos en grasa y azúcares podría sensibilizar el circuito cerebral de recompensa, incrementando la vulnerabilidad al consumo de drogas.
El gusto dulce nos permite detectar la presencia de hidratos de carbono solubles en agua, y nos guía hacia la ingesta de alimentos con elevado contenido energético.