Una herida en el corazón de l’Horta
El Plan Sur: historia de una expropiación social
El Plan Sur fue una de las obras de ingeniería con más repercusión de toda España. El cambio de cauce del río Turia provocó que más de 300 hectáreas y unas 800 viviendas fueran expropiadas. L’Horta de València y su gente fueron los grandes afectados de esta expropiación que muchos consideran lucrativa más que social.
Las excavadoras se asentaron, haciéndose las dueñas del territorio, levantando polvo allí donde iban y dejando atrás escombros de casas y tierras de huerta, pero sobre todo, de vidas. Se levantaban como monstruos gigantes de color amarillo con unas inmensas ruedas de goma capaces de aplastar hasta el más sutil aliento de felicidad que quedaba en aquellas zonas.
«La chavalería del barrio de la Torreta tenía que esquivar las grúas para ir a la escuela de Castellar-Oliveral y subir los taludes de tierra y grava que estas formaban», rememora Empar Puchades. La familia Puchades, conocida con el sobrenombre de «Bandolero», vivía en una casa de huerta con campos y acequias alrededor. Sus miembros trabajaban para producir las verduras que después vendían en el mercado de Abastos. Los labradores se levantaban de buena mañana y almorzaban a las diez y media en los patios de las casas. «Teníamos una vida sencilla y humilde, pero buena», recuerda Empar. Un día, los llantos y las conversaciones de sus padres la alertaron que algo grave pasaba: «Al cabo de los días me enteré que todo aquel pesar se producía a raíz de una carta donde se les comunicaba la expropiación de la casa y de las tierras a causa del Plan Sur».
«Las excavadoras se asentaron, haciéndose las dueñas del territorio, levantando polvo allí donde iban y dejando atrás escombros de casas y tierras de huerta, pero sobre todo, de vidas»
Empar era una solo una niña, pero Vicent Tatay y Paco Soler ya tenían veinticinco años cuando conocieron la noticia y fueron completamente conscientes de aquello que les esperaba. La familia Tatay, conocida como «Bonadona», y la familia Soler, llamada «Casa Pepe, El Roig», vivían en Sant Antoni de Padua. Se dedicaban a la cría de animales y a labrar el campo. Aunque no todos trabajaban en la huerta, sí que vivían de ella. Vicent y Paco no recuerdan haber recibido ninguna carta, pero sí que guardan en la memoria como corrió la voz de unos pueblos a otros: «por aquí dicen que van a hacer un río nuevo pero, ¿por dónde pasará si está todo lleno de casas y de campos?», recuerda Vicent que decían entre el vecindario. Y así fue, el río pasó y arrasó con todo lo que encontró por delante. Más de 300 hectáreas y unas 800 viviendas.
Las posibles soluciones
València sufrió la gran riada en octubre de 1957. Ante esta catástrofe se propusieron posibles soluciones para que el río no volviera a desbordarse. En enero de 1958 se presentó el anteproyecto que se aprobó tres años más tarde, en 1961. Se consideró que había tres planes que se podían llevar a cabo: la solución norte, la centro y la sur; también se planteó una cuarta alternativa que no aparecía en el anteproyecto y que venía a ser una ligera variación de la solución centro, explica el geógrafo Ivan Portugués, autor de la tesis La metamorfosis del río Turia en Valencia (1987-2016): de cauce torrencial urbano a corredor verde metropolitano.
Solución norte
La solución norte, indica Portugués, consistía en iniciar el canal desde la localidad de Quart de Poblet y llevarlo al barranco del Carraixet. De este modo, el río haría un tipo de arco por el norte de la ciudad y conectaría con el barranco a la altura de Alboraya. A partir de este punto, los dos yacimientos, el del Turia y el del Carraixet, irían juntos.
Esta solución presentaba varios problemas. En un principio, se entendía que la ciudad iba a extenderse hacia el noroeste, aunque después pasó todo lo contrario. De hecho, en aquel momento todas las previsiones apuntaban que la ciudad iba a expandirse hacia Tavernes Blanques, Alboraya, Burjassot, Paterna… si la ciudad se extendía en aquella dirección, el hecho de excavar un canal e interrumpir el posible crecimiento hacia el norte de la ciudad crearía ciertas dificultades. Por otro lado, se trataba de una zona llena de tozales con un relevo mínimo. A esto se sumaba el peligro de conectar dos cauces de río con el barranco del Carraixet, que presenta un régimen torrencial y durante la temporada de lluvias puede experimentar grandes crecidas. Estos tres problemas (urbanísticos, de relevo e hidrológicos) se tuvieron presentes y finalmente la solución norte se desestimó.
Solución centro
La solución centre pasaba por dragar el río y retirar los sedimentos para que tuviera más capacidad de llevar agua y acabar la canalización con un embalse aguas arriba, en la zona de Vilamarxant. Se trataba de un embalse de laminados porque casi siempre estaría vacío, pero cuando llegara una posible riada se llenaría y después se soltaría el agua atenuando la fuerza de la crecida. Dragado, canalización y embalse eran las características de la solución centro que se hubiera llevado a cabo si no hubiera sido por la connotación psicológica, explica Portugués: «La gente tenía miedo al río en su posición histórica y mantenerlo no acababa de convencer las autoridades que pensaban que esta solución no seria socialmente aceptada».
Solución sur
Finalmente, lo que se llevó a cabo fue el llamado Plan Sur. A pesar de ser la solución más cara, desde el punto de vista de la ingeniería era más fácil de ejecutar. Alcanzaba desde Quart de Poblet hasta el mar y presentaba dos obras hidráulicas: el azud del Repartiment y el de Xirivella. La tierra en esta zona era más fértil y productiva, hecho que provocó el encarecimiento del proyecto dado que las expropiaciones costaron casi la mitad de la obra, explica Portugués.
El presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Polo Cebellán, explica que la Confederación fue la que redactó los estudios previos, expropió los terrenos y dirigió la obra después de que el Consejo de Ministros escogiera la Solución Sur. El importe de las obras que constaba en el anteproyecto se elevó a 3.768 millones de pesetas, según los datos de Valenpedia, la hemeroteca valenciana del diario Las Provincias. Finalmente ascendió a la cantidad de 410.048.000 pesetas.
Se podría aceptar la Solución Sur en la actualidad?
El investigador Iván Portugués cree que actualmente se hubiera optado por la solución centro por ser «factible, más barata» y, añade, «no hubiera tenido tanto impacto en relación con las expropiaciones sociales en l’Horta Sud». De este modo, se conservaría la relación río-ciudad, porque con el Plan Sur se produjo «un acto de desmemoria y de falta de respeto hacia el río», comenta. Y con la solución centro se hubiera preservado el río en su posición histórica.
«Es evidente que no se evaluaron adecuadamente los costes globales del proyecto, o si se calcularon, prevalecieron las razones estrictamente políticas»
El ingeniero de caminos Joan Olmos explica que hoy en día podemos entender «las circunstancias políticas y económicas del momento, la presión psicológica de una ciudad hasta cierto punto harta del río». Explica que desde el punto de vista técnico las otras opciones eran menos traumáticas y señala que también se hubiera tenido que considerar la opción cero, es decir, no hacer ninguna obra de gran alcance y dedicar todos los esfuerzos a gestionar adecuadamente el río y sus caudales. «Es evidente que no se evaluaron adecuadamente los costes globales del proyecto, o si se calcularon, prevalecieron las razones estrictamente políticas» apunta.
Del mismo modo, el presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Polo, opina que «el proyecto es coherente con las circunstancias en las cuales se desarrolló. Hoy, con otros medios técnicos y económicos y con una sensibilidad social y ambiental distinta, se hubiera diseñado de otro modo».
Lo que parece claro es que cuando se tenía que hacer una actuación de este tipo el interés local se sacrificaba en detrimento del interés general, apunta el geógrafo Carles Abelardo Sanchis. Además, añade: «el criterio ingenieril de aquellos momentos se basaba a poner solución al problema y daban igual las consecuencias». Por otro lado, considera que a pesar de que las repercusiones fueron muy negativas para la población de l’Horta Sud, también han sido positivas para la ciudad «porque el cambio de cauce ha dado un espacio verde que atraviesa toda la ciudad y que pocas ciudades europeas tienen en la actualidad». Sanchis considera que si la ciudad se encontrara en el contexto de 1957, probablemente se volvería a llevar a cabo un proyecto parecido al Plan Sur, pero no sería una obra tan rígida, dura y con tanto de hormigón sino que «se trataría de adecuarla y de fomentar la conexión de los espacios naturales que existen aguas arriba y aguas abajo de esta zona».
Hoy en día también hay motivos legales, como por ejemplo la Nueva Directiva Marc de l’Aigua, que impiden este tipo de mutilaciones porque se tiene que respetar el curso del río, desde su nacimiento, hasta su desembocadura. Por otro lado, «es obvio que hoy resultaría imposible que el territorio afectado, sus gentes, aceptaran una intervención de este calibre», explica Joan Olmos. En esta línea, el arquitecto Carles Dolç afirma que la concienciación en la actualidad no es la misma: «hoy sabemos que no se puede planificar y actuar sin contar con la naturaleza, la geografía y el paisaje, y que las soluciones tienen que decidirse con la participación ciudadana».
Voces en contra
Empar Puchades recuerda que pasaron tres años «de reuniones, de hablar con abogados, de lucha constante». Para Vicent Tatay el plazo fue más corto, solo pasó un año desde la comunicación de la expropiación hasta que cambiaron de hogar: «los peritos vinieron más de cinco veces durante ese año para valorar el estado de los muebles y de la casa. Los animales, en cambio, los tuvimos que vender al matadero por nuestra cuenta».
Paco Soler estaba a punto de casarse y tenía pensado hacer obras en la casa de Sant Antoni para vivir allí «pero nos dijeron que no nos pusiéramos a hacer nada porque en poco de tiempo iban a tumbarla». El Plan Sur cambió todas las expectativas de futuro de la gente que sufrió la expropiación.
A pesar de que era una niña, Empar recuerda perfectamente el día que detuvieron a su padre: «Fue de buena mañana. La Guardia Civil se presentó en casa y de una manera violenta y sin dar explicaciones se llevó detenido a mi padre. Mi madre, con mi hermano de unos tres meses en brazos, me cogía la mano mientras veíamos como mi padre y los dos guardias se perdían en la distancia. Volvió con moratones en la cara, con el semblante triste y destrozado, seguramente por ser demasiado crítico con la Solución Sur».
«La Guardia Civil se presentó en casa y se llevó detenido a mi padre. Volvió con moratones en la cara, con el semblante triste y destrozado, seguramente por ser demasiado crítico con la Solución Sur»
Más de un labrador pasó la noche en comisaría. También existió un grupo de presión avalado por abogados que presentaron alegaciones al proyecto, pero que no tuvo demasiada repercusión, comenta Portugués. Además, algunos ayuntamientos como el de Mislata o Quart de Poblet también presentaron alegaciones contra el Plan Sur. «En València se cortaron dos cabezas en relación con la oposición con el Plan Sur», explica. Según el investigador, el alcalde de València de aquel momento, Tomàs Trénor, se hizo notar pidiendo que llegaran las ayudas por parte del Estado después de la «riuà». La consecuencia fue su cese. Por otro lado, Martí Domínguez Barberà, director de Las Provincias en aquel momento, apoyó a las palabras del alcalde. Domínguez hizo notar su oposición en el Plan Sur y fue crítico con el régimen franquista tras la «riuà». Finalmente, fue cesado de su cargo por presión del nuevo alcalde de València, el falangista Adolfo Rincón de Arellano.
Un puñado de pesetas
«Difícilmente todo lo que hicieron con nosotros se puede pagar con dinero», explica Empar. La tierra fértil de la huerta se tasó a precio de tierra pantanosa, mucho más barata. Esta fue una estrategia de ahorro ante el encarecimiento del Plan Sur a causa de la cantidad de expropiaciones que se tuvieron que realizar. El día que el padre de Empar fue a unas oficinas en el barrio de Russafa para recibir la indemnización, volvió a casa con los bolsillos llenos y el corazón en un puño.
Le entregaron un pagaré por valor de unas 300.000 pesetas. Cuando recibió el papel, Vicent Puchades «El Moreno», hizo un gesto de desaprobación al hombre que se lo entregaba y dijo «¿Con esto…?». Antes de que pudiera acabar la frase, el administrativo le respondió: «¿Con este dinero usted no puede darle una casa a su familia? Si es así, coja sus caballos, sus carros y todos sus trastos y se van usted y su familia a vivir bajo un puente».
Generalmente el capital físico era la única manera de indemnizar los vecinos que sufrieron la expropiación. No obstante, Ivan Portugués señala que a algunos labradores les ofrecieron suelos en la zona de Vara de Quart. Eran tierras que pasarían de ser agrícolas a urbanas, un polígono industrial que tuvo una gran expansión y donde se empezaron a asentar empresas. El barrio de la Fuensanta se creó para dar hogares a la gente afectada por la «riuà» pero después se aprovechó también para algunos afectados del Plan Sur. Lo mismo pasó en el Cabañal, donde se hicieron bloques para alojar a personas a quienes se había expropiado la casa. A su vez, la urbanización de Virgen de Paloma en Torrent sirvió para el mismo hecho. Pero la mayoría de labradores y vecinos afectados prefirieron coger el dinero que les ofrecían y se sacaron las castañas del fuego como pudieron.
«Dar una vivienda lo más parecida la que teníamos, unas tierras parecidas, la inserción de las familias en una vida similar a las que teníamos podrían haber sido buenas soluciones» comenta Empar. El dinero nunca pudo resolver el problema, al menos no evitó la cicatriz sentimental que quedó para siempre en aquellas personas. Vicent y Paco también coinciden con Empar. «Esto se pidió, yo creo que todos hubiéramos preferido otra casa y no el dinero, pero no lo hicieron», comenta Paco.
Las máquinas
Una vez asentados en el nuevo piso de València, la familia Tatay se enteró por comentarios de los vecinos de Sant Antoni que su casa había sido derrocada. Vicent ya no pasaba demasiado tiempo en el campo, solo iba los domingos y aprovechaba para almorzar con los amigos. Recuerda ver las máquinas, el aire se mezclaba con la tierra y ahora las casas derrocadas llenaban todo el espacio, un espacio antes lleno de vida, donde ya solo quedaban recuerdos. «No vi como echaron abajo mi casa, pero sí que fui después cuando de ella solo quedaba una montaña de restos», explica Vicent.
«Regamos todos los campos para que las máquinas se estacaran en la tierra, incluso vino la policía para amonestarnos»
Paco tampoco estuvo presente cuando echaron abajo su casa, pero si recuerda las máquinas pasando por el «Caminot» de Sant Antoni y como los labradores querían impedirles el paso. «Regamos todos los campos para que las máquinas se estacaran en la tierra, incluso vino la policía a caballo para amonestar los que estaban impidiendo que las máquinas trabajaran», recuerda.
Empar no recuerda el momento concreto de derrocar su casa «no sé si alguien de mi familia quiso estar presente, no lo creo». Pero sí que rememora el día en que empezaron a escucharse gritos entre el vecindario y su abuelo le dijo: «Corre, Empar, coge la bicicleta grande y ve a decirle a tu padre que ya están aquí las máquinas». Sin llegar apenas a los pedales ni al asiento, la hija de El Moreno fue a toda prisa a avisar a su padre. «Recuerdo llegar ahogándome allá donde estaba él para decirle que ya habían llegado». Al cabo de unos días, Empar y su familia fueron a ver por última vez la casa cuando todavía se encontraba en pie. «La pena que sentí en aquel momento es de las más grandes de mi vida».
¿Coser viejas heridas?
Ahora, el nuevo cauce del río Turia se basa en una gran barrera de hormigón y el actual alcalde de València, Joan Ribó, plantea una idea para este espacio que podría convertirse pronto en una realidad. La propuesta, coordinada por el arquitecto Rafael Rivera, es, por un lado, restituir la conexión hídrica permanente entre el Turia y el mar a través del nuevo cauce, puesto que ahora la conexión es intermitente. Esto implicaría fijar un caudal ecológico y construir un nuevo cauce de aguas bajas para su transporte. Por otro lado, el alcalde también plantea la recuperación del espacio como un corredor verde, natural, que conecte el parque del Turia con la Albufera y destinarlo al uso público.
«Joan Ribó plantea restituir la conexión hídrica entre el Turia y el mar a través del nuevo cauce y recuperar el espacio como un corredor natural»
Ante la necesidad de liderar un proyecto de infraestructura verde desde la capital del área metropolitana, Ribó afirma que el propósito de este corredor verde es «volver la mirada a la València Sur con la renaturalización de una infraestructura que fragmenta el territorio». El alcalde explica que hay «voluntad de diálogo y comprensión» entre el Ayuntamiento y la Confederación Hidrográfica del Júcar, y considera que esta idea «mejoraría la ciudad a nivel ambiental, así como la salud y calidad de vida de los que la habitamos».
Desde la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Polo expone que el alcalde ya propuso la idea en una reunión en la cual todos estuvieron de acuerdo en el hecho que la finalidad primordial del Plan Sur es la protección del área metropolitana frente al riesgo de inundación y que esa finalidad es irrenunciable. Por eso, expresa el presidente, «cualquier proyecto que se desarrolle deberá de ser compatible con esa finalidad fundamental».
El Turia es un río que se encuentra en el límite de sus posibilidades de explotación. Los modelos matemáticos de simulación muestran que cualquier nueva asignación de recurso de agua, da lugar a una pérdida importante de garantía para los usos actuales. Si se plantea un régimen razonable de caudales ecológicos y se recurre a la utilización de aguas residuales regeneradas para sustituir las que fueron a circular por el nuevo cauce, «el proyecto, desde el punto de vista hídrico, sería viable», afirma Miguel Polo.
Además del Ayuntamiento de València y de la Confederación Hidrográfica del Júcar, en el proyecto deberán participar otros actores, como por ejemplo los Ayuntamientos de Quart de Poblet, Mislata y Xirivella, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agencia Urbana o la Consellería de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica.
La materialización de la nueva propuesta depende, entre otros aspectos, de su viabilidad técnica y económica, de las circunstancias concretas en las cuales se plantea y de la habilidad de sus promotores y gestores para impulsarlo y gestionarlo, según afirma Polo. Por eso añade que es «un proyecto complicado» y que «plantearlo en términos razonables y buscar acuerdos y complicidades resultará fundamental para el éxito del mismo».
Joan Ribó explica que se espera que el proyecto tenga «una buena acogida en general» porque la emergencia climática es una realidad y «la conciencia medioambiental de la población es mayor en la actualidad». Habrá que saber la opinión de la población, pero los expertos paren estar a favor de este proyecto. A su vez, el ingeniero Joan Olmos piensa que es una «magnífica oportunidad para reflexionar sobre esta ‘obra muerta’ que no ha merecido atención en las últimas décadas». Además explica que es una opción natural «que contará con poca oposición si se formula de manera adecuada».
«El Turia es un río que se encuentra al límite de sus posibilidades de explotación. Los modelos matemáticos muestran que una nueva asignación de agua da lugar a una pérdida de garantía para los usos actuales»
Las ventajas que se presentan al proyecto son diversos: el nuevo corredor verde se integraría en la red de conexiones de natura que la ciudad de València necesita, modularía y suavizaría la transición al Parc de la Albufera, y resolvería la infradotación de parque del sur de la ciudad y de los municipios de esa zona de l’Horta. Pero el arquitecto Carles Dolç encuentra un inconveniente: el corredor se tiene que construir en un colector de riadas, que podrían herirlo obligando su restauración.
Son muchos los que piensan que el corredor verde tiene la intención de enmendar los errores del Plan Sur. Joan Olmos, catalogó esta idea en su artículo publicado en la revista Mètode «Emergencia climática y protección del territorio», como un tipo de «corrección del Plan». El geógrafo Ivan Portugués, también opina que «esto se hace para saldar una deuda histórica con el río, con la huerta de València y su gente y los pueblos y las pedanías del sur. Es una manera de coser viejas heridas».