Los ritos de Jano

La vida instruida y los crímenes del Dr. Hans Beutelspacher

Dr. Hans Beutelspacher

La siguiente historia demuestra que los límites de la (in)humanidad son maleables y fácilmente desplazables. Sumidas en el caos de la vida, las personas corrientes pueden transformarse repentinamente en monstruos y, más tarde, volver tranquilamente a su naturaleza anterior. No está claro por qué estos límites resultan tan difusos. El Dr. Hans Beutelspacher, cuya vida nos llevó diez años reconstruir, caminó en ambas direcciones, y así llegó a encarnar otro misterio más de la mente humana. Poseedor de una inteligencia culta e inventiva, jugueteó con comportamientos monstruosos durante la Segunda Guerra Mundial, antes de volver con la misma facilidad a su estado «humano» e incluso benévolo, en el que más tarde desarrolló una destacada carrera en el campo de la bioquímica del suelo.

Palabras clave: estudios sobre genocidio, Segunda Guerra Mundial, historia de Rusia, estudios sobre migración, Alemania nazi.

Los relatos de regímenes totalitarios rara vez dejan de lado la descripción de actos salvajes y de sus desalmados autores. Aunque los intentos de leer el carácter de las personas a partir de los rostros no son científicos, y en el siglo XXI se consideran incluso insultantes, la mayoría de nosotros estamos acostumbrados, sin embargo, a imaginar a monstruos y asesinos del pasado como psicópatas de mirada vacía y pelo revuelto. Nos resulta más reconfortante considerar a las personas malvadas como ejemplos de la degeneración humana, individuos cuyos actos depravados se reflejan en el cuerpo.

Sin embargo, esto no es más que una ilusión.

Este artículo tiene sus orígenes en el ya distante 2013, cuando mientras estudiábamos los escritos del general Gotthard Heinrici, nos interesamos por su intérprete ayudante, el Dr. Beutelsbacher. Alemán de origen ruso que en su vida civil había sido profesor adjunto en la Universidad de Königsberg, el doctor resultó tener un talento excepcional para la traslación, no de textos, sino de vidas humanas al otro mundo.

Ayer en Likhvin, y hoy no muy lejos de aquí, el teniente Beutelsbacher acabó con un total de doce partisanos. Nunca hubiese pensado que este hombrecillo tan discreto sería tan energético. Está vengando a su padre, su madre, sus hermanos y hermanas, a quienes el comunismo ha enviado a la tumba o al exilio. Es un vengador despiadado. (Hürter, 2016, pp. 85–86).

No fue posible identificar inmediatamente al doctor, ya que desaparecía de las páginas del diario del general tan repentinamente como había aparecido en ellas. Si Heinrici no hubiera llevado un diario, su ayudante podría haber continuado siendo un enigma, enterrado silenciosamente en el pasado.

Pero la sangre siempre deja rastro.

Misterios del suelo

Al escribir el apellido de su ayudante, Heinrici se equivocó en una letra, que debería haber sido pe, no be. En un registro de direcciones de Königsberg de 1941 encontramos una entrada bajo el epígrafe «Beutelspacher» para un Dr. Hans Beutelspacher. El futuro científico había nacido el 20 de septiembre de 1905 en la colonia alemana de Rosenfeld, cerca de Odesa, y procedía de una familia de colonos alemanes en Rusia (Beutelspacher, 1949). De 1911 a 1913 fue a la escuela primaria de su colonia natal, para después asistir a la Escuela de San Pablo de Odesa hasta 1922. Esta institución había sido fundada por la comunidad luterana, y uno de sus graduados había sido León Trotski. Beutelspacher pasó allí el periodo de la revolución, la guerra civil y los primeros años del régimen soviético. Entre los inviernos de 1922 y 1925-1926 estudió Química en la Universidad de Nueva Rusia en Odesa. Posteriormente, consiguió emigrar a Alemania y se instaló en Hohenheim (Stuttgart), donde obtuvo en 1928 el diploma de Agronomía en la Escuela Superior de Agricultura.

Hans Beutelspacher

En los años treinta del siglo XX, Hans Beutelspacher inició en Alemania una prometedora carrera en el campo de la edafología. Pronto mostró un apoyo entusiasta al régimen de Hitler: ya en 1935 se afilió al partido nazi, y en octubre de 1939 se había alistado en el Ejército Alemán. Durante la guerra, Beutelspacher dirigió una lucha despiadada contra los partisanos soviéticos en la retaguardia oriental. Los métodos bárbaros que empleó, así como su destino tras la guerra, han permanecido ocultos hasta ahora. En la imagen, el Dr. Beutelspacher, absorto en su trabajo con un microscopio electrónico durante la década de 1960. / Archivo privado

Durante los dos años siguientes, Beutelspacher trabajó como ayudante en el Instituto de Nutrición Vegetal de Hohenheim, y a partir del semestre de verano de 1930 trabajó en su tesis en la Escuela Técnica Superior de Stuttgart. Su supervisora científica fue otra emigrante alemana de Rusia, Margarete von Wrangell. En agosto de 1932, una prestigiosa revista científica publicó un artículo firmado por ambos: el texto consistía en un extracto de la futura tesis de Hans, que se vio obligado a terminar en solitario; Von Wrangell había fallecido el mes de marzo anterior.1 Beutelspacher se doctoró en Agricultura al año siguiente.2

Para entonces, ya trabajaba en la Escuela Técnica de Zúrich, después de trasladarse a la vecina Suiza para adquirir experiencia. Este no parece ser un periodo especialmente fructífero en la vida del joven científico; solo publicó un artículo muy breve (Beutelspacher, 1933). Sin embargo, políticamente adoptó una postura inequívoca. Después de pasar casi tres años en la confederación alpina, en marzo de 1935 Beutelspacher fue admitido en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP en sus siglas en alemán, más conocido como partido nazi) y, unos meses más tarde, también lo fue en la organización paramilitar Sturmabteilung (SA).3 No obstante, su carrera política no avanzó; en el archivo del Departamento Oriental de la Oficina de Asuntos Exteriores del NSDAP se conserva una advertencia, fechada en diciembre de 1934, en contra de trabajar con él (Archiv des Instituts für Zeitgeschichte, 1934).

En la primavera de 1935, Beutelspacher volvió a Alemania después de obtener un puesto de asistente en la Universidad de Königsberg, en el Instituto de Agronomía. Bajo la supervisión de Eilhard Alfred  Mitscherlich, un famoso científico agrícola, la carrera de Hans experimentó un repunte, con varias publicaciones serias y con viajes a congresos, incluso al extranjero (Mitscherlich y Beutelspacher, 1936). En julio de 1939, Hans formó parte de una comisión internacional de edafología que se reunió en Estocolmo. Ciencia, política, juventud: el orden de las cosas era, al parecer, tan estricto y preciso como una ecuación relativa a los elementos químicos del suelo.

La sangre hierve

La invasión alemana de Polonia detuvo la carrera científica de Beutelspacher. A mediados de octubre de 1939 se alistó en un batallón preparatorio de comunicaciones en Königsberg (5. Kompanie Nachrichten-Ersatz-Abteilung 1). El doctor encontraba claramente aburrida la vida militar y buscaba divertirse en la medida de lo posible; a final del mes, estuvo ingresado en la enfermería con un diagnóstico de gonorrea. Se había casado en abril de 1937 y su primera hija nació en julio de 1940; parece poco probable que su cónyuge supiera de las actividades a las que se entregaba su racional marido (BArch Berlin, c. 1939).

En junio de 1941, Beutelspacher servía en la sección de inteligencia del 43.º Cuerpo de Ejército, comandado por el general Heinrici, parte de las fuerzas alemanas que invadirían la URSS ese mismo mes en la operación Barbarroja.

Tras las victorias iniciales, los invasores alemanes pronto se vieron acosados por los partisanos que atacaban sus líneas de suministro, un desafío al que respondieron con violencia indiscriminada. En octubre de 1941, el cuerpo dirigido por Heinrici empezó a formar equipos para la guerra antipartisana. El científico, ahora con rango de teniente, fue asignado primero a uno de los destacamentos antipartisanos como intérprete (NARA, 1941a), y más tarde pasó a formar parte del cuartel general del cuerpo, con responsabilidad en asuntos antipartisanos (NARA, 1941b).

Formalmente, el doctor figuraba como Sachbearbeiter, un especialista, pero pronto empezó a mostrar un celo inusitado. Reunió a un grupo de tres antiguos soldados del Ejército Rojo, hijos de campesinos, y comenzó a salir de caza todas las noches. «Nuestro intérprete ruso ha emprendido la lucha [contra los partisanos] con una energía excepcional», escribió Heinrici. «En los últimos tres días, el intérprete ha logrado capturar y finiquitar a quince de ellos, incluyendo a varias mujeres. Los partisanos son muy leales entre sí. Se dejan fusilar, pero no traicionan a sus camaradas» (Hürter, 2016, p. 87).

Desgraciadamente, no disponemos de fuentes que puedan arrojar luz sobre los pensamientos de Hans, ni en cómo percibía él personalmente esas ejecuciones diarias. Pero es obvio que, aunque de manera inesperada, encontró en los asesinatos sumarios una ocupación que le resultaba lógica e interesante, algo que le permitía sentirse útil al tiempo que le brindaba la oportunidad de vengarse. En otra anotación, Heinrici apunta que «Tan solo el 6 [de noviembre] Beutelspacher capturó a sesenta personas, entre ellas a cuarenta soldados del Ejército Rojo. Consiguió traer a veinte y acabar con ellos. Ahorcaron a un joven en la ciudad, y Beutelspacher relevó al policía de campo de esta deprimente tarea y la llevó a cabo él mismo» (Hürter, 2016, p. 87).

El joven ahorcado era Aleksandr Chekalin. Este joven de dieciséis años fue un miembro activo de la resistencia soviética y recibió póstumamente el título de Héroe de la Unión Soviética. En 1944, la ciudad de Likhvin fue rebautizada con su nombre. Durante setenta años, no se supo quién había ahorcado a Chekalin, atribuyéndose el acto simplemente a «alemanes» anónimos.

Los cuarenta soldados del Ejército Rojo pertenecían evidentemente a divisiones que habían sido cercadas y destruidas, y desde entonces deambulaban hacia el este a través del bosque. Tras semanas vagando por la espesura, estos cadáveres vivientes apenas podían oponer la más mínima resistencia, y un puñado de soldados había bastado para llevar a cabo «eficazmente» su detención. Y ejecución. No parece que Hans sintiera ninguna piedad por aquellos hombres mugrientos y famélicos con uniformes harapientos, que habían perdido su apariencia humana. ¿Le había endurecido su visión científica del mundo? En las precisas fórmulas de laboratorio no hay lugar para los sentimientos. Para el edafólogo, limpiar de partisanos (o de personas consideradas como tales) las tierras ocupadas era quizá como aplicar un control de plagas antes de sembrar. Si así fuera el caso, entonces él era como una poderosa fórmula insecticida, y sus prisioneros no eran más que parásitos dañinos.

Beutelspacher trabó amistad con el general, y le recomendó leer a Tolstoi y Leskov para entender a Rusia. En los intervalos entre batallas, Heinrici se dedicó a dominar la literatura rusa. A veces el celo del científico le ponía de los nervios. «Le he dicho a Beutelspacher que no cuelgue partisanos a menos de cien metros de mi ventana. No es la vista más agradable por la mañana» (Hürter, 2016, p. 88).

Sin embargo, el disgusto personal del general no disuadió a Beutelspacher de continuar su cometido. A principios de 1942 ya había recibido tres condecoraciones.

Periódico soviético

En la imagen, el periódico soviético La verdad del pionero promocionando la historia de la vida de Aleksandr Chekalin (febrero de 1942), de dieciséis años de edad, que había sido un miembro activo de la resistencia soviética y más tarde fue galardonado con el título de Héroe de la Unión Soviética. El artículo proclamaba «¡La vida de Shura Chekalin es un ejemplo para vosotros, muchachos!». En noviembre de 1941, Hans Beutelspacher participó directamente en su captura y ejecución. Según los informes disponibles, el propio Beutelspacher ahorcó a Chekalin. / Russian State Children’s Library (RGDB)

El juego más peligroso

El trabajo de intérprete de Beutelspacher había quedado atrás, al igual que su vida universitaria parecía haberse esfumado irremediablemente. Se había convertido en un profesional de la caza y la soga. Cuando había ingresado en la Wehrmacht dos años antes, apenas podía imaginar que bajo su mando pronto tendría a cientos de hombres, todo un escuadrón.

La base del futuro grupo de Beutelspacher consistía en catorce cosacos, antiguos soldados del Ejército Rojo. Entre ellos había dos oficiales, diez suboficiales y un cabo, hombres que antes habían servido en el Batallón de Esquí Schlebrügge alemán. Este batallón, bajo el comandante Hans von Schlebrügge, se había formado a principios de enero de 1942 y había sido desplegado inmediatamente en la batalla cerca de Yújnov y Spas-Demensk. La unidad había dado buena cuenta de sí misma: en febrero y en marzo había frustrado una serie de ofensivas a lo largo de un sector de cincuenta kilómetros del frente. La tropa de cosacos también había logrado hacerse un nombre, y quizás por eso los trasladaron a una formación aparte.

Así, los caminos de los cosacos y del doctor en Edafología se cruzaron. A partir del 1 de mayo de 1942, Beutelspacher, ahora teniente general, comenzó a reforzar a los cosacos con voluntarios de los campos de prisioneros de guerra. El 1 de junio de 1942 se había creado una formación denominada «grupo de autodefensa dependiente del 43.º Cuerpo de Ejército», que contaba con cerca de 180 hombres. La unidad consistía en un comandante, tres oficiales, quince suboficiales y 157 soldados. El personal estaba formado por cosacos (51 %), rusos (37 %), ucranianos (5 %), tártaros (3 %), bielorrusos (3 %), polacos (0,5 %) y chuvasios (0,5 %) (TsAMO RF, 1942a). El escuadrón estaba dividido en tres pelotones dirigidos por los tenientes Sidorenko (1.er pelotón) y Bogatyriov (2.º pelotón) –que habían formado parte del Batallón de Esquí– y también por el comandante del pelotón de reconocimiento Sharapov (NARA, 1942).

El objetivo de establecer tales formaciones era resolver un problema urgente: la necesidad de vigilar la retaguardia del 4.º Ejército alemán y asegurar un flujo ininterrumpido de suministros a lo largo de la línea de ferrocarril. El ejército que dirigía el general Heinrici en enero de 1942 había sobrevivido a duras penas su primer invierno en guerra, tras pasar varios meses prácticamente rodeado, y había estado a punto de dejar de existir. Durante el verano de 1942 se llevaron a cabo operaciones antipartisanas a gran escala en toda la retaguardia del Grupo de Ejércitos Centro de las Fuerzas Armadas Alemanas, por lo que el doctor se encontró en una posición muy favorable.

Los cosacos de Beutelspacher habían llevado a cabo pequeñas operaciones desde primeros de junio. Uno de los grupos contra los que luchó el escuadrón fue el 1.er Cuerpo de Caballería de la Guardia del general Pavel Belov, que estaba activo en la retaguardia del 4.º Ejército alemán y le había infligido pérdidas desde el invierno. El grupo de Beutelspacher peinó los bosques, buscó y destruyó campamentos partisanos y se apoderó de material y prisioneros; el 18 de junio ya había capturado a ochenta de ellos (NARA, 1942). El escuadrón pasó todo el verano y otoño de 1942 en la orilla norte del río Ugra, en el pueblo de Chashchi, en la región de Vskhody de la provincia de Smolensk. Además de llevar a cabo operaciones militares, el escuadrón se ocupó de subordinar a la población local al dominio alemán, imponer y recaudar gravámenes de alimentos y otros bienes, y nombrar a los jefes de las administraciones locales. A fecha de 15 de agosto, el escuadrón había hecho 600 prisioneros y matado a 67 partisanos. Por su parte, solo acumulaba tres heridos y tres muertos (NARA, 1942).

Los métodos para llevar a cabo sus operaciones no diferían de los del año anterior, e incluían represalias extrajudiciales, como se describía de forma memorable en uno de los informes de los partisanos: «Los destacamentos [de la policía rusa] organizan redadas contra nuestra gente. Forman a los detenidos en grupos de doce o quince y les preguntan: ¿quiénes estáis con Hitler y quiénes con Stalin? Todos los que no responden lo que toca son enviados como prisioneros de guerra a un campo de concentración, y cualquiera que se resista es asesinado. Los que se pasan al enemigo reciben… armas y uniformes, y son alistados en los destacamentos cosacos» (Kozhin, 1942).

Hans Beutelspacher

El Dr. Beutelspacher (extremo derecho) con sus colegas en noviembre de 1958. Posa junto a la científica soviética Maria Kononova, cuyos trabajos tradujo al alemán. / Archivo privado

El mando del 43.º Cuerpo de Ejército estaba satisfecho tanto con los métodos del doctor como con los resultados obtenidos por su escuadrón. El 5 de septiembre, los cosacos «veteranos» que habían servido antes en el Batallón de Esquí de Schlebrügge fueron condecorados con la Ostmedaille (‘Medalla del frente oriental’); el propio Beutelspacher la había recibido un mes antes (Beutelspacher, 1949; NARA, 1942). Los cosacos de Beutelspacher recorrieron los rincones más remotos de su zona de operaciones, buscando en aldeas apartadas, y trataron de determinar el estado de ánimo de la población local. En otoño los campesinos recogían armas que habían sido dispersadas por los bosques, y el doctor informó de la posibilidad de que se estuvieran realizando preparativos para crear nuevos destacamentos partisanos (NARA, 1942). A finales de noviembre, se había decidido que el escuadrón, que para entonces ya contaba con 235 miembros, se convertiría en un batallón cosaco al que se asignaría el número 443 (TsAMO RF, 1942b).

El Batallón Cosaco no fue la única unidad «nativa» en el 4.º Ejército, que, sin embargo, no logró resolver el problema de los partisanos. Y, claro está, a pesar de todos los elogios que recibieron estas unidades, su entrenamiento y disciplina eran sustancialmente inferiores a los de sus homólogos alemanes. Los oficiales intercambiaron experiencias y, para impulsar su formación, a finales de año decidieron establecer una «escuela oriental», dependiente del Estado Mayor del Ejército, donde los ciudadanos soviéticos que luchaban por los alemanes pudieran aprender la ciencia de la guerra antipartisana. Para dirigir estos «cursos de oficial» se propuso a Beutelspacher (NARA, 1942). El doctor llegó a instituir una escuela, pero a finales de enero de 1943 cedió el control sobre ella, cuando los cosacos fueron transferidos al vecino 3.er Ejército de Tanques (NARA, 1942). Según un informe elaborado por las autoridades soviéticas tras la liberación de la región de Vskhody, hasta el 80 % de las viviendas de la región fueron quemadas durante la ocupación, y más de 4.000 personas fueron enviadas a trabajar a Alemania.4

En la zona de cenizas

No solo cambió la unidad militar a la que estaban subordinados los cosacos, sino también su ubicación geográfica; desde el Ugra, fueron enviados 400 kilómetros al noroeste, y pasaron a tener su base en la ciudad de Pustoshka, en la provincia de Pskov. Allí, en un esfuerzo por solucionar el problema de los partisanos en la retaguardia de los dos ejércitos, activaron diversas operaciones militares. Exploraron los bosques, tomaron prisioneros, recibieron a los desertores con bienes y equipamiento, y quemaron campamentos de partisanos. La prosa seca de los documentos militares raramente sirve para afinar los detalles, ni para determinar si los «partisanos» que aparecían en los informes eran realmente participantes en la resistencia soviética o simplemente campesinos asustados que habían huido de sus hogares. No hay duda de que se estaba ejerciendo violencia indiscriminada hacia la población civil, aunque fuera en un contexto de operaciones militares contra combatientes armados. Uno de los cosacos que luchaba en el batallón, y que antes había desertado de los partisanos, describió con detalle una de las acciones militares: en una feroz batalla, los cosacos invadieron y destruyeron un campamento partisano que estaba equipado de forma ejemplar y en el que había varios centenares de personas. Tras la batalla, la mayoría de los soviéticos lograron escapar, pero invariablemente en tales campamentos también había civiles desarmados que se habían refugiado en el bosque. La segunda columna del batallón capturó a siete personas. «No hicieron declaraciones y fueron fusilados. Mientras les disparaban, me di cuenta de que se santiguaban. ¡Dudo que fueran realmente partisanos!» (Silvestrov, 1950).

En junio de 1943, los cosacos de Beutelspacher ayudaron a expulsar a los residentes locales de los pueblos de Shalashovo, Denisovo, Timonovo, Novava (Yurovo) y Gorka (lago Berezno), para enviarlos a hacer trabajos forzados. Primero, los cosacos debían intentar convencer a la población de que el régimen alemán era fuerte y de que su presencia era permanente; el objetivo de esta acción propagandística era hacer salir a la gente de sus escondites, para luego llevar a cabo una redada y llevarlos por la fuerza hasta el punto donde serían despachados (NARA, 1943a). Los cosacos ayudaron a vigilar los vagones que contenían a los reclutas involuntarios, para impedir que los partisanos organizaran ataques. En una ocasión, los partisanos atacaron un tren en un intento de liberar a las personas que estaban siendo transportadas; los alemanes y sus aliados cosacos se enzarzaron en un tiroteo en el que se usaron armas pesadas (NARA, 1943b).

Por supuesto, también hubo casos en que las unidades orientales de la Wehrmacht establecieron relaciones más o menos amigables con la población, de la que dependían y entre la que vivían. Pero este no parece ser el caso del batallón de Beutelspacher, que con sus actos había amargado a los lugareños. Una mujer testigo de las operaciones del batallón recordaba a sus soldados como leales a su comandante, salvajes en sus acciones y dados a robar a la población. A veces los cosacos entraban en los pueblos haciéndose pasar por partisanos, para desenmascarar a los simpatizantes de estos. No hace falta incidir en el destino que aguardaba a quienes se revelaban como partidarios del régimen soviético.

Instituto de Bioquímica del Suelo de Braunschweig

Un encuentro de mentes: el segundo por la izquierda es el Dr. Wolfgang Flaig y a su lado el profesor Eilhard Alfred Mitscherlich, ambos antiguos colegas del Dr. Beutelspacher (el primero por la derecha, con gafas). En la década de 1950 ya había conseguido reanudar su carrera científica, ahora en el Instituto de Bioquímica del Suelo de Braunschweig. / Archivo privado

También hay otros testimonios. Incluso uno de los cosacos reconoció después de la guerra que el batallón albergaba a un buen número de individuos repugnantes. Al teniente Sharapov, ahora a cargo del 3.er escuadrón, «no le interesaba nada, aparte de las mujeres, los gansos, los patos, los lechones y las abejas, todo lo cual arrastraba consigo». El propio Beutelspacher odiaba a los comunistas y «se propasaba con las mujeres». El 4.º escuadrón del teniente Filatov se comportaba de forma vil: saquearon, violaron, acometieron fusilamientos masivos e hicieron todo lo imaginable para destruir la confianza de la población en el batallón. Un memorialista trató de culpar de estos actos a las provocaciones de los agentes de inteligencia soviéticos supuestamente infiltrados en la unidad. Los lugareños se quejaron a Beutelspacher, que a pesar de ser «como un roble viejo», regañó a Filatov. Este último trató de justificarse alegando que era imposible actuar de otro modo; aquella era la manera, dijo, de «luchar contra los partisanos». Las cosas llegaron a tal punto que el Estado Mayor del Ejército Alemán envió a un comandante a investigar los crímenes. Beutelspacher encubrió a su subordinado, Filatov, y culpó de todo a los soldados alemanes, ya que supuestamente los rusos eran incapaces de infligir violencia a otros rusos. Parece que el comandante encontró estas explicaciones satisfactorias, se marchó y cerró el caso. Más tarde, el doctor se jactó de su habilidad para salvar la situación. Para la sufrida población, el único recurso era pasarse a los partisanos (Silvestrov, 1950).

A principios de junio de 1943 Hans fue ascendido a capitán (NARA, 1943c). En uno de sus informes relató que cuando los cosacos llevaban a cabo barridas por los bosques, la población les mentía bajo interrogatorio, con el objetivo de darles una visión distorsionada de la fuerza y la ubicación de las brigadas partisanas de Kalinin que estaban activas en la región. La población o bien apoyaba a los partisanos por voluntad propia, o bien se veía obligada a hacer las paces con la gente armada del bosque. Según Beutelspacher, en los pueblos se preparaban escondites, se almacenaban armas y explosivos, y se equipaban posiciones militares. Mientras tanto, a los escuadrones de castigo cosacos no les interesaba saber realmente si los civiles eran culpables o si su coexistencia con los patriotas soviéticos era forzada o voluntaria; para los cosacos, si había pruebas materiales de presencia partisana, o la mera sospecha de colaboración, era suficiente. En una acción de «castigo» el 28 de septiembre de 1943, el equipo de Beutelspacher quemó los pueblos de Elovka, Ovinishche, Gusino y Dubrovo. Al día siguiente fueron destruidos Pavlovo, Aleksandrovo, Glukhovka, Luzhki, Skuraty, Pogary y Sviblovo (NARA, 1943d).

Naturalmente, tales actos de terrorismo solo conseguían reforzar la resistencia partisana, lo que a su vez comportó más violencia todavía por parte de los ocupantes. Casi inmediatamente, se produjo otra acción. Según un informe de Beutelspacher, los descubrimientos de los servicios de inteligencia permitieron determinar qué pueblos constituían las bases de apoyo de varias brigadas partisanas que suponían un potente obstáculo para las fuerzas de ocupación. Para dificultar las operaciones de la resistencia, se tomó la decisión de convertir la región en una «zona muerta», lo cual implicaba la destrucción de todas las estructuras y la quema de todos los cultivos de una área determinada. En la primera quincena de octubre, el 443.º Batallón Cosaco, reforzado por unidades alemanas, quemó 33 poblaciones, mató a trece «bandidos» y capturó a otros tres; sus pérdidas propias ascendieron a seis heridos (NARA, 1943b). El objetivo de este salvajismo era acabar con la capacidad física de los partisanos para abastecerse de los cultivos circundantes. No se tuvo en cuenta, ni siquiera como «daño colateral», el hecho de que esto condenaría a la mayoría de la población local a morir de hambre durante el invierno siguiente. No había lugar para la población en la ecuación de violencia químicamente precisa elaborada por el doctor en Edafología.

No puede ignorarse que este estallido de violencia tuvo también una causa externa: el batallón quería demostrar su lealtad y unía a sus criminales militares con sangre (o, en este caso, con fuego). En verano y otoño de 1943, oficiales y soldados de los batallones orientales habían empezado a desertar al bando soviético en grupos y subunidades enteros. Las razones de ello fueron las victorias militares del Ejército Rojo y el fracaso total de Berlín a la hora de proporcionar a los «combatientes voluntarios contra el bolchevismo» una justificación política para su servicio; el efecto de este fracaso había sido convertir a los «combatientes voluntarios» en puros mercenarios. El 19 de julio de 1943, unos 47 legionarios que habían estado sirviendo en la división de élite Brandemburgo, que habían compartido con el 443.º Batallón Cosaco la tarea de vigilar la retaguardia en la región de Pustoshka, se sublevaron. Los legionarios fusilaron a catorce de sus compañeros y, en dos camiones, desertaron a la 2.ª Brigada de Kalinin (NARA, 1944a).

Tales episodios se multiplicaron en la retaguardia alemana, desde el Báltico hasta el mar Negro, de manera que el mando de las fuerzas terrestres de la Wehr­macht se vio obligado a trasladar los batallones orientales hacia el oeste, más lejos de la línea del frente. El 443.º Batallón Cosaco (que, junto con el resto del cuerpo, ya había sido incorporado al 16.º Ejército del Grupo de Ejércitos Norte) también aparecía en las listas iniciales de fuerzas a transferir (Reports Army Group North, 1943). Sin embargo, el mando del cuerpo se pronunció tajantemente en contra de esta decisión, subrayando que el batallón era «fiable», que se había «probado a sí mismo», y que era necesario no solo para resistir la presión por parte de los partisanos, sino también para mantener la vigilancia sobre los batallones de construcción que estaban preparando una línea de trincheras en la región de Pustoshka y que consistía en colaboradores voluntarios (en alemán HiWi, abreviatura de Hilfswillige) (Reports Army Group North, 1943). El batallón fue tachado de las listas en el último momento. Cabe señalar que, en ese momento, el número de desertores al bando soviético desde el 443.º Batallón era efectivamente inferior a la media de las unidades orientales. Los informes de los partisanos mencionan una proporción mayor de prisioneros que de desertores en el 443.º Batallón (RGASPI, 1943).

Dr. Hans Beutelspacher

El Dr. Hans Beutelspacher (de pie) con su colega el Dr. Egbert Rietz, con quien, junto con el Dr. Wolfgang Flaig, firmó su trabajo más citado hasta la fecha. Finales de los años sesenta. / Archivo privado

A principios de noviembre de 1943, el batallón fue puesto temporalmente a disposición del 1.er Cuerpo de Ejército, para participar en la Operación Heinrich, una operación antipartisana a gran escala al suroeste de Pustoshka. Pero mientras la operación estaba en marcha, las fuerzas soviéticas rompieron la línea del frente, por lo que el mando alemán no tuvo más remedio que enviar el 443.º Batallón Cosaco a intentar cerrar la brecha, junto con el 631.º Batallón Cosaco que también participaba en la operación de barrido antipartisana (BArch Freiburg, 1943). La unidad de Beutelspacher permaneció en primera línea del frente del 9 al 18 de noviembre, si bien el 13 de noviembre el doctor hizo una petición urgente para que fuera retirada a la retaguardia, pues ya no podía garantizar la fiabilidad de sus hombres. Para apoyar esta petición, el mando del cuerpo empleó un argumento un tanto paradójico: «Los cosacos consideran que su tarea consiste únicamente en liberar la retaguardia de bandidos, y consideran que las batallas con el Ejército Rojo son fratricidas» (NARA, 1943b).

La orden correspondiente vino demasiado tarde; el 16 de noviembre los cosacos se hallaban en la línea de un ataque de tanques soviéticos cerca del pueblo de Lakushi. Fueron expulsados de sus posiciones y puestos en fuga. Entre quienes abandonaron el campo de batalla se encontraba el comandante del 3.er escuadrón, Sharapov. Sin embargo, las pérdidas del batallón no fueron grandes. Para evitar que se repitiera semejante debacle, el mando del 43.º Cuerpo de Ejército trasladó al batallón lejos de la línea del frente. De vuelta a la retaguardia, la unidad continuó durante el invierno y la primavera de 1944 poniendo en práctica su política de fuego y espada (NARA, 1943b; NARA, 1944b).

Hacia el oeste

La presión continua de las fuerzas soviéticas obligó al mando alemán a trasladar el cuerpo de un lugar a otro, y en marzo de 1944, el 443.º Batallón Cosaco finalmente se despidió del 43.º Cuerpo de Ejército, aunque durante varios meses más permaneció aproximadamente en la misma región y continuó con su lucha contra los partisanos. En la primavera de 1944, Beutelspacher fue ascendido al rango de mayor y recibió la insignia de asalto de infantería. Solo en el curso de la operación Waldschneise (‘Limpieza del bosque’) a principios de junio de 1944, el batallón mató a 92 partisanos y tomó otros 41 prisioneros, con solo cinco muertos entre sus filas (NARA, 1944c). A principios de julio de 1944, el batallón se retiró a Letonia. Poco antes, el ya mencionado comandante de escuadrón Filatov, con un grupo de quince hombres, se había pasado a los partisanos (Silvestrov, 1950).

Las dudas sobre la fiabilidad del batallón obligaron al 18.º Ejército, en cuya dotación había terminado, a mantenerlo en reserva (NARA, 1944d). A finales de septiembre, el batallón fue trasladado a Polonia, donde cubrió la retaguardia del 9.º Ejército al suroeste de Varsovia (NARA, 1944e). Como el ejército había acumulado más de media docena de batallones orientales en la retaguardia, surgió la idea de combinarlos en una brigada, y ponerla bajo el mando del general Assberg, exprisionero de guerra ruso (de nombre real Artsezo), que había servido como inspector en el equipo de un general de fuerzas voluntarias, y que había llegado a Polonia para la inspección. Sin embargo, a los pocos días, Assberg abandonó el ejército como consecuencia de «acontecimientos de naturaleza externa al servicio» (NARA, 1944e).

En Polonia, el batallón vigiló las vías férreas y continuó luchando contra los partisanos, aunque estos eran ahora polacos. La Wehrmacht intentaba activamente reclutar voluntarios polacos para sus filas (NARA, 1944e) y quizás como resultado de esto el modus operandi del batallón cambió: los partisanos eran en su mayoría hechos prisioneros, en lugar de ser liquidados en el acto. No obstante, todavía se daban excesos: cerca de Biała Rawska, el 15 de diciembre, uno de los cosacos disparó por error a un soldado de asalto alemán (Archiwum Akt Nowych, 1944).

A mediados de enero de 1945, junto con otras unidades del 9.º Ejército, el 443.º Batallón recibió todo el peso de una poderosa ofensiva soviética que obligó a las fuerzas alemanas a retirarse precipitadamente hacia el oeste. Así, a principios de febrero, la retaguardia del 9.º Ejército se encontraba en territorio alemán, en Fürstenwalde am Spree. Las quejas locales describen vívidamente el comportamiento de los cosacos durante la retirada y los hábitos militares que imperaban en la unidad; los cosacos se apoderaron de las habitaciones de sus anfitriones, sacrificaron sus gallinas, robaron relojes de oro, abrieron maletas de refugiados civiles, se insinuaron a las mujeres, y amenazaron con disparar a cualquiera que protestara (BArch Freiburg, 1945a).5

El Dr. Beutelspacher con colegas

Una fiesta amistosa con colegas en diciembre de 1977. El Dr. Beutelspacher está en el centro. Dirigía un departamento en el Instituto de Bioquímica del Suelo de Braunschweig, donde sus subordinados le recordaban como un jefe severo que al mismo tiempo sabía ser amable y no rehuía las reuniones sociales. A veces contaba anécdotas de la guerra o de su infancia en Odesa, pero guardaba silencio sobre su caza de partisanos. / Archivo privado

Poco después, el resto de los batallones cosacos fueron trasladados más al sur, a la región de la ciudad de Spremberg, donde a principios de marzo los saboteadores soviéticos actuaban en la retaguardia del 4.º Ejército de Tanques. En su mayoría, las unidades orientales fueron usadas para cavar trincheras (BArch Freiburg, 1945b). En las últimas semanas de abril, las unidades alemanas que habían defendido Spremberg fueron cercadas, pero los cosacos para entonces parecían haber huido. Según un testigo presencial, los oficiales en Spremberg abandonaron a sus escuadrones. Junto con un grupo restante de soldados, Beutelspacher se dirigió hacia Chequia; no quería rendirse a los estadounidenses, y mucho menos a los británicos, a quienes atribuía «cualidades negativas». Cerca de Karlsbad, el grupo se separó, y Beutelspacher se llevó consigo al 4.º Escuadrón. El testigo antes mencionado, que más tarde no encontró a ningún hombre del escuadrón en los campos de Alemania occidental, sugiere que Beutelspacher condujo la unidad a las fuerzas soviéticas (Silvestrov, 1950).

La cuerda se retuerce

A pesar de su declarada antipatía hacia los británicos, dos meses después del final de la guerra, Beutelspacher estaba en la zona de ocupación británica, a 500 kilómetros de Karlsbad, en el pueblo de Unterstedt, cerca de Rotenburg an der Wümme, en la Baja Sajonia. Allí se encontró con su mujer, que tal vez había sido evacuada desde Königsberg. Al cumplimentar un formulario que amenazaba con «las sanciones más severas» en caso de falsedad, Beutelspacher mintió sin reservas al declarar que su último destino había sido la División z. b. V. 172, que durante la guerra había permanecido en la retaguardia del frente occidental (Beutelspacher, 1945).6 Difícilmente habría sospechado entonces que permanecería en la Baja Sajonia el resto de su vida.

Cuatro años después, cuando se sometió al proceso de desnazificación en Osnabrück, ya no ocultaba su servicio en el 43.º Cuerpo de Ejército. Las condecoraciones que honestamente admitió haber recibido, que incluían la insignia por la lucha contra los bandidos o lucha antipartisana, podrían haber llevado a la comisión de desnazificación a suponer que Beutelspacher había luchado, de hecho, en el frente oriental. No obstante, a la comisión no le interesaban estos detalles; desde su punto de vista, Beutelspacher no era ni un nacionalsocialista convencido ni un soldado profesional, categorías que estaban sujetas a comprobación. No era más que un químico profesional, y por ello fue excluido de la lista de personas que debían ser investigadas. Además, también se le eximió de pagar una tasa de 20 marcos, alegando que a todos los efectos era indigente.

Los primeros años de la posguerra fueron realmente difíciles para la familia de Beutelspacher, ahora formada por cuatro personas (en 1944 había nacido una segunda hija). Intentó convertirse en empresario, produciendo humus, pero no prosperó y se vio obligado a trabajar en un laboratorio de investigación agrícola, mientras su familia permanecía en un barracón para refugiados.

Sin embargo, su chapucera desnazificación supuso un punto de inflexión en la carrera de Beutelspacher, y al cabo de un mes encontró trabajo como investigador en el Instituto de Bioquímica del Suelo, que formaba parte de una institución más amplia de investigación agrícola en Braunschweig. El director del instituto era el edafólogo Wolfgang Flaig; Beutelspacher y él firmarían conjuntamente varias docenas de artículos entre 1950 y 1975. A estos hay que añadir los artículos que Beutelspacher escribió por cuenta propia o junto con otros coautores; el número total de sus publicaciones se acerca probablemente al centenar. Se especializó en microscopía electrónica, técnica con la que trató de aportar su contribución a la ciencia del suelo. Si hemos de juzgar por el índice de citas, una de sus últimas publicaciones, quizá su obra magna, cuenta con más de cien citaciones, y los investigadores continúan citándola hasta el día de hoy (Flaig et al., 1975).

A mediados de la década de 1950, el instituto de Braunschweig en el que trabajaba Beutelspacher estableció contactos con edafólogos soviéticos. En respuesta a una invitación de Flaig, en 1958 el instituto recibió la visita de la distinguida edafóloga soviética Maria Kononova, que dejó constancia de su gratitud en el libro de visitas. Es evidente que para entonces los ánimos antibolchevistas habían abandonado a Beutelspacher, ya que usó sus conocimientos de ruso para recibir a sus invitados con calidez y atender amablemente a sus necesidades, y posó complacido junto a ellos en una fotografía. Ese mismo año, Beutelspacher tradujo al alemán una obra de Kononova sobre sustancias de humus en el suelo, con prólogo de Flaig (Kononova, 1958).

Mucho más asombroso que las metamorfosis morales de Beutelspacher es el hecho de que los chequistas soviéticos no lo buscaran tras la guerra (o fueran incapaces de identificarlo). Su carrera militar comenzó en 1941 con el ahorcamiento de un futuro héroe de la Unión Soviética, y hasta el fin de la guerra consistió exclusivamente en operaciones antipartisanas, ejecuciones y quema de pueblos. El número de víctimas del batallón que dirigía asciende a miles. Debería haber aparecido en al menos tres investigaciones por crímenes de guerra, relacionadas con sucesos ocurridos en las provincias de Tula, Smolensk y Pskov. Pero a veces ni los chequistas soviéticos buscaban donde debían.

En 1959, Beutelspacher fue ascendido a asesor científico, cargo que equivalía al rango de funcionario del estado y que conllevaba una sustanciosa pensión. Dirigió un departamento en el Instituto de Bioquímica del Suelo, donde sus subordinados le recordaban como un jefe severo y exigente que, al mismo tiempo, sabía ser amable y no rehuía las tertulias de sobremesa con colegas jóvenes. A veces, mientras tomaba una copa, contaba alguna anécdota sobre la guerra o sobre su infancia cerca de Odesa, que sus oyentes interpretaban como exageradas «historias de cazadores». Sobre su verdadera caza de partisanos, por supuesto, no dijo nada. Beutelspacher se jubiló en 1970, pero durante algunos años continuó publicando trabajos científicos. Murió en Braunschweig el 19 de marzo de 1984.7

Una fotografía de la posguerra muestra a Hans Beutelspacher mirando un microscopio, sentado de espaldas al espectador. De forma sorprendente, esta foto sirve como metáfora de su vida: solo mediante el uso de un «microscopio electrónico» histórico somos capaces de penetrar en su secreto. Si se diera la vuelta, ¿cuál de sus rostros veríamos: el del científico entusiasta o el del asesino despiadado?

Referencias

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Flaig, W., Beutelspacher, H., & Rietz, E. (1975). Chemical composition and physical properties of humic substances. En J. E. Gieseking (Ed.), Soil Components, Vol. 1, (pp. 1–212). Springer. https://doi.org/10.1007/978-3-642-65915-7_1

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Notas al pie

1. La tesis, que contenía una breve autobiografía, se publicó como: Hans Beutelspacher, Methode zur Bestimmung geringer Kaliummengen in Bodenlösungen (Hohenheim, 1933). Volver al texto.

2. En su formulario de personal, conservado en el Archivo de la Universidad de Gotinga, se estipula que Beutelspacher se convirtió en doctor en Agricultura el 31 de marzo de 1933. Volver al texto.

3. Después de que Beutelspacher se trasladara a Königsberg, la cancillería del partido informó a la Gau local (la unidad de división administrativa de la Alemania nazi) de que estaba registrado en su fichero como miembro de la Organización Exterior del NSDAP, con el número de partido 3604455 (BArch Berlin, 1935). No hay más correspondencia sobre este asunto. Después de la guerra, Beutelspacher negó su pertenencia al NSDAP. Volver al texto.

4. Según el informe, las poblaciones fueron arrasadas a un ritmo especialmente alto cuando las fuerzas alemanas se retiraban en febrero de 1943; no está claro en los documentos disponibles si el batallón permaneció en la región de Vskhody hasta ese momento (Kerus, 1943). Volver al texto.

5. No tenemos forma de establecer si estos cosacos pertenecían al 443.º Batallón o a alguna otra unidad cosaca del Korück 532. Volver al texto.

6. Cabe señalar que no se ha conservado ninguna información en el Centro de Información de la Wehrmacht sobre el servicio de Beutelspacher entre 1941 y 1945, y en particular, sobre su servicio en el 43.º Cuerpo de Ejército. Confirmado por una carta del Bundesarchiv de Berlín del 27 de marzo de 2020. Volver al texto.

7. Confirmado en una conversación telefónica con R., excolega de Beutelspacher, el 22 de noviembre de 2018, y por el Stadtarchiv de Braunschweig el 20 de abril de 2021, de acuerdo con el certificado de defunción n.º 828/1984 (E 34: S. 490). Volver al texto.

© Mètode 2023 - 118. Parientes primates - Volumen 3 (2023)
Profesor Hansen de Historia de Rusia en la Universidad de Melbourne (Australia). Es historiador multilingüe especializado en estudios sobre la diáspora (la primera y segunda oleadas migratorias desde Rusia después de 1917) y la Segunda Guerra Mundial en Europa del Este.
Investigador independiente afincado en Múnich (Alemania). Sus principales áreas de interés son la emigración rusa a Alemania antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial y la colaboración soviética con las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial.