De nuevo, el planeta de los simios

La novela de Boulle a través del cine

La distopía, también llamada antiutopía, ha sido uno de los subgéneros más productivos de la literatura y del cine de ciencia-ficción del último siglo. Se atribuye el neologismo del término al economista británico John Stuart Mill, un inconformista defensor de la libertad sin casi fronteras con el límite que impondría el daño que nuestra actuación puede infligir a otro. Temeroso de la uniformización y de la opresión de las estructuras políticas que encorsetan la persona, fue un demócrata convencido y practicante, defendió los derechos que asistían en una sociedad libre a las personas de color y a las mujeres, en una época en la que ambos grupos humanos eran fuertemente discriminados, y alzó la voz por su emancipación. Señaló que la lucha entre libertad y autoridad es el rasgo más destacado de las etapas de la historia.

Fotograma de la primera versión cinematográfica de El planeta de los simios donde vemos, a la derecha, al protagonista de la misma, Charlton Heston.

En el siglo xx los perversos sistemas totalitarios aniquiladores de la libertad humana, con millones de muertos y una devastadora II Guerra Mundial, dieron paso a una literatura de acusación que tomó la forma de ciencia-ficción, en el subgénero de la distopía. La xenofobia, el estado policial, la anulación de la libertad de expresión, los campos de concentración y otras formas de destrucción de la conciencia auguraban un futuro cruel, lejos de una sociedad justa, libre y, en último término, utópica. Había que tomar partido y denunciar la liquidación de los derechos humanos. Es la aparición de las novelas Metrópolis de Thea von Harbou en 1926, Un mundo feliz de Aldous­ Huxley en 1932, 1984 de Georges Orwell en 1949, Fahren­heit 451 de Ray Bradbury en 1953, La naranja mecánica de Anthony Burgess en 1962, El planeta de los simios de Pierre Boulle en 1963 y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick en 1968, entre otras famosas distopías que fueron bien adaptadas al cine por grandes directores como Fritz Lang, Michael Anderson, François Truffaut, Stanley Kubrick, Franklin J. Schaffner y Ridley Scott en películas del mismo título, salvo el cuento de Dick, que fue adaptado por Scott con el nombre de Blade Runner. Sorprende que, en estos momentos, aún no haya una versión fílmica de Un mundo feliz de Huxley.

A estas visiones del mañana espeluznantes producidas por los sistemas totalitarios se han ido sumando en los últimos años otras variantes distópicas, como el llamado cyberpunk, término nacido en los ochenta y que toma como base las consecuencias que en el futuro podría ocasionar el dominio global de las multinacionales tecnológicas. Asimov señala que los avances tecnológicos podrían volverse en nuestra contra. Un porvenir inquietante presagiado por Blade Runner o las más recientes Brazil (1985), Robocop (1987), Gattaca (1997), Matrix (1999) o Minority Report (2002), que no agotan el subgénero, y que corroboran el pavor y la desconfianza que despiertan los sistemas de control social, la alienación del individuo y la pérdida de derechos y libertades.

«El planeta de los simios es una sátira fantástica de las costumbres humanas. Los simios, que han desarrollado un cerebro complejo y organizado, consideran a los humanos criaturas bestiales, con un psiquismo embrionario y carentes de conciencia»

La reciente publicación de El planeta dels simis de Pierre Boulle por la Cátedra de Divulgación de la Ciencia de la Universitat de València, en la colección «Ciència entre lletres», dirigida por Fernando Sapiña, en cuidada traducción al catalán de Juli Avinent, casi en paralelo al estreno cinematográfico de El origen del planeta de los simios de Rupert Wyatt, ha puesto de actualidad esta mirada distópica. La novela de Boulle presentaba, en el año 2500, el viaje de una nave espacial de la Tierra a un planeta próximo a la estrella supergigante Beltegeuse. Los viajeros descubren un planeta semejante al nuestro dominado por simios, en evolución tecnológica avanzada, donde los humanos, desprovistos de lenguaje, tienen la condición de animales salvajes.

La obra de Boulle hace incidencia en el odio feroz entre simios y humanos. Es un escritor volteriano (véase Micromegas) que compone en El planeta de los simios una sátira fantástica de las costumbres humanas. Los simios, que han desarrollado un cerebro complejo y organizado, consideran a los humanos criaturas bestiales, con un psiquismo embrionario y carente de conciencia, y los someten a los más terribles experimentos. Boulle reflexiona sobre el maltrato de los animales y señala los límites de la biomedicina. El personaje principal, el periodista Ulises Mérou, testigo de las espantosas operaciones de los simios sobre los humanos en la visita al Instituto de Estudios Biológicos –ablaciones de partes del cerebro, alteraciones de la corteza cerebral, extracción de lóbulos temporales…–, ante las justificaciones de los biólogos simios en estos experimentos tan horrorosos, afirma: «Este argumento no me conmovió apenas, no más que el recuerdo del mismo tratamiento aplicado a los chimpancés en un laboratorio terrestre.» La esperanza la pone el escritor francés al crear unos personajes sensibles a la piedad, tiernos y afectuosos como los chimpancés Zira o Cornelius.

El origen del planeta de los simios nos presenta la precuela, con referencias constantes a la película protagonizada por Charlton Heston, y ligándola también a la novela de Boulle en la cuestión de la experimentación animal, ya que el libro nos habla de experimentos con humanos realizados por los simios.

La adaptación al cine: un impacto que perdura

La adaptación cinematográfica de la obra de Boulle no tardó demasiado. El mismo año de la edición de la novela el productor Arthur P. Jacobs compraba los derechos para el cine. El actor Charlton Heston, que interpretaría al personaje central, el coronel George Taylor, dio un fuerte impulso a un proyecto que Franklin J. Schaffner, uno de los directores más considerados de la llamada Generación de la televisión, y que acababa de trabajar con Heston en El señor de la guerra, acabaría dirigiendo en 1968. Los guionistas, Rod Serling y Michael Wilson, le dieron una visión política de actualidad que el original de la novela no presentaba. La guerra del Vietnam, con su violencia, y el final apocalíptico, con la Estatua de la Libertad enterrada en la playa, son parábolas presentes en el film. Wilson, condenado por el Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy, y por tanto blacklisted, conocía bastante la obra de Pierre Boulle, había adaptado en 1957, con Carl Foreman, otro black­listed, la otra famosa novela de Boulle, El puente sobre el río Kwai, dirigida por David Lean. Schaffner, por su parte, también llevó la obra de Boulle a su terreno y volvía a señalar la dialéctica del poder que estaba presente en su obra anterior. Guionistas y director habían dotado al film de una nueva mirada, pero había más diferencias remarcables entre ambas obras.

El punto de vista es lo primero que nos llama la atención. La novela está escrita en primera persona y adopta la forma de un manuscrito encontrado; en el film no hay flashbacks y la focalización viene de un narrador omnisciente que va cronológicamente descubriendo los hechos. La otra diferencia notable es el lugar donde se sitúa la acción. Boulle cuenta que los simios habitan un planeta (Soror) situado en una región del espacio donde reina la estrella supergigante Betelgeuse. Schaffner y los guionistas Wilson y Serling, con un giro sorprendente e impactante, nos revelan que Taylor no llega a un planeta desconocido, lejos del Sistema Solar: se encuentra en la propia Tierra, de donde había salido. De aquí la valiente denuncia que la película hace del destino que espera a la humanidad. Los otros cambios de guión, con respecto al film, son menores, como el oficio de los navegantes (Ulises es periodista, Taylor, astronauta), la lengua que hablan, el distinto nivel tecnológico, la situación de Nova…

«El origen del planeta de los simios hace una hábil relectura de la novela de Boulle denunciando abiertamente el maltrato animal, la utilización cruel de animales en los laboratorios y el sacrificio final a manos de los intereses económicos de los laboratorios»

El impacto fue fuerte. Con un coste de seis millones de dólares, recaudó más de treinta. Era de esperar la explotación del filón, se ruedan cuatro filmes entre secuelas y precuelas. Sin embargo Schaffner no filmaría ninguno, los guionistas Wilson y Serling se alejarían del proyecto y solamente Heston, en un papel secundario, participaría en el siguiente Regreso al planeta de los simios (1970) de Ted Post. Por su parte, los actores que hacían de simios, Rody McDowall (Cornelius), Kim Hunter (Zira) –por cierto, también blacklisted– y Maurice Evans (Dr. Zaius) serían los únicos que rodarían las dos primeras secuelas, la mencionada de Post, y Huida del planeta de los simios (1971) de Don Taylor. La serie iría perdiendo interés y recaudación con las dirigidas por J. Lee Thompson La rebelión de los simios (1972) y La conquista del planeta de los simios (1973). Aún se estiraría como una goma con dos series de televisión hechas en 1974 y 1975, esta última de dibujos animados. El filón parecía ya agotado hasta que Tim Burton realizó, en 2002, un nuevo remake de la primera, El planeta de los simios, que no llegaba a la potencia de la versión de Schaffner ni a la mirada volteriana de Boulle y, sin la presencia de los personajes fundadores de la saga, como Zira, el Dr. Zaius, Cornelius o Taylor, a pesar del cameo de Heston. Tim Burton, un más que estimable director con una creatividad y sensibilidad sugestiva, como dejó patente en Eduardo Manostijeras (1990) o Ed Wood (1994), decepcionó hasta a sus seguidores incondicionales.

Llega ahora la precuela El origen del planeta de los simios del director Rupert Wyatt, deudora de la película de Schaffner y, en cierta medida, de La rebelión de los simios de J. Lee Thompson, de la que solo queda el personaje central del chimpancé César con el nacimiento de la inteligencia superior y la revuelta final contra los humanos. Sin embargo todo está lleno de referencias a El planeta de los simios de Schaffner, frases empleadas a modo de rima, situaciones semejantes, homenajes a personajes anteriores, Heston aparece en una pantalla de televisión, una nave sale de la Tierra… Y, sobre todo, la declarada voluntad de Wyatt de erigirse en la definitiva precuela de El planeta de los simios, no solo para explicar las causas de la evolución del futuro de la Tierra y del dominio de los simios sobre los humanos, sino que, y aquí está el acierto de la cinta, hace una hábil relectura de la novela de Boulle denunciando abiertamente el maltrato animal, la utilización cruel de animales en los laboratorios y el sacrificio final a manos de los intereses económicos de los laboratorios. La historia que narra Wyatt en El origen del planeta de los simios, la de la experimentación de una multinacional médica sobre los chimpancés para encontrar una droga milagrosa que sirva de cura contra la enfermedad del Alzheimer, es una apuesta valiente que deja formuladas las preguntas clave: ¿Pueden los científicos usar animales de laboratorio? ¿Es admisible el especismo, es decir, el hecho de que los individuos de una especie usen a los de otra para proteger y conservar la propia? ¿Cuáles son los límites de la investigación biológica? Ciento cincuenta años más tarde las palabras de John Stuart Mill cobran actualidad: ¿dónde está nuestra libertad si infligimos un daño a los otros seres vivos?

BIBLIOGRAFÍA
Boulle, P., 2011. El planeta dels simis. Traducción de Juli Avinent. Cátedra de Divulgación de la Ceència. Servicio de Publicaciones de la Universitat de València. Valencia.
Coma, J., 2005. Diccionario de la caza de brujas. Las listas negras en Hollywood. Inédita. Barcelona.
Mill, J. S., 1991. Sobre la llibertat. Servicio de Publicaciones de la Universitat de València. Valencia.
Sánchez, S., 2007. Películas clave del cine de ciencia-ficción. Robinbook. Barcelona.

© Mètode 2012 - 72. Botánica estimada - Invierno 2011/12

Escritor y responsable de la sección de cine de la revista Saó (València)