Hannibal Lecter: ¿realidad o ficción?

Mitos y ciencia en la representación de la psicopatía en la cultura popular

Hannibal Lecter

Si pensamos en el impacto que ha tenido en la cultura popular y en nuestra concepción de la psicopatía la figura de Hannibal Lecter o Hannibal «el caníbal», no daríamos crédito, al menos desde la interpretación de Anthony Hopkins en la película El silencio de los corderos (1991). A raíz de este personaje, el psicópata por antonomasia ha sido retratado como una persona muy inteligente, serena, arrogante, manipuladora y carente de remordimientos. En concreto, una idea que se ha repetido de forma frecuente es que las personas con psicopatía cuentan con una alta inteligencia. No obstante, parece que la ciencia no avala esta idea. De hecho, dos metaanálisis (Michels, 2021; Sánchez de Ribera et al., 2019) nos han permitido concluir que la psicopatía se relaciona de forma inversa con la inteligencia general, así como con la emocional. Por lo tanto, Hannibal sería una rara avis más que la norma a la hora de retratar la psicopatía.

Aunque la creación de este personaje de Hannibal se la debemos al escritor estadounidense Thomas Harris, y su primera adaptación cinematográfica a Michael Mann –con Hunter en 1986–, fue la segunda versión para el cine, de Jonathan Demme, la que traspasó fronteras y marcó de forma indeleble la concepción que existe en la cultura popular sobre la psicopatía. De hecho, gracias a este Hannibal se creó la imagen del villano perfecto, la némesis del protagonista de la serie o película de turno. En este sentido, se concibe al malvado, especialmente al psicópata, como un personaje exquisito caracterizado por una elevada inteligencia, como hemos dicho, una gran serenidad, arrogante, manipulador, insensible y carente de remordimientos (DeLisi et al., 2010; Sundt-Gullhaugen y Aage-Nøttestad, 2011).

Esa imagen se ha ido distorsionando con las sucesivas creaciones que se han inspirado o, básicamente, han copiado a este personaje. Ejemplos de ello son John Doe, el malvado de la película Seven, dirigida por David Fincher en 1995, o John Kramer, alias Jigsaw, en Saw (2004) de James Wan, entre otros. Además, el concepto de psicopatía se ha popularizado tanto en los programas de crónica negra que, normalmente, es el primer término que aparece cuando alguien ha cometido un asesinato o cualquier tipo de crimen atroz. En este sentido, parece que el concepto de psicopatía se ha asociado con otros como el de frialdad y, más importante aún, con el de premeditación, astucia y, en particular, el de altas capacidades intelectuales. No obstante, veremos a continuación si la ciencia realmente avala la estrecha relación entre la psicopatía y la inteligencia o, simplemente, se trata de otra idea con amplia difusión en la cultura popular, pero sin aval científico.

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Orion Pictures – Lauren Films

¿Qué es la psicopatía?

Para definir la psicopatía necesitamos recurrir a la versión de distintos autores, ya que nos encontramos ante un concepto bastante amplio. En particular, este constructo (construcción teórica lo suficientemente amplia como para comprender un problema tan complejo como el comportamiento humano) hace referencia a un conjunto de características de personalidad que, frecuentemente, resultan desadaptativas. El modelo más clásico (Cleckley, 1941/1976) estableció que la psicopatía se caracterizaría por la falta de empatía hacia los demás, la puesta en práctica de comportamientos poco éticos (como manipulación, engaño, mentira, etc.) y las conductas desadaptativas (por ejemplo, criminalidad, estilo de vida parasitario, falta de responsabilidad sobre las consecuencias de sus actos, etc.). Posteriormente, el psicólogo Robert D. Hare (2003) destacó la importancia de las conductas antisociales y la versatilidad criminal como un criterio importante a la hora de diagnosticar la psicopatía.

Aunque a Hare le debemos el énfasis en las conductas antisociales para diagnosticar la psicopatía, otros estudios se han interesado por distintas facetas que no conviene menospreciar. A este respecto, el concepto de psicopatía fue complementado con la inclusión de una elevada audacia (por ejemplo, inmunidad al miedo y al estrés), egocentrismo maquiavélico, inconformismo impulsivo, externalización de la culpa o culpabilización a los demás de las propias decisiones y falta de planificación o una baja capacidad para anticipar las consecuencias de las acciones (American Psychiatric Association, 2013; Lilienfeld et al., 2005; Patrick et al., 2009). En resumen, todos estos síntomas podrían dividirse en dos bloques o factores. Mientras que en el factor 1 se agruparían o constituirían los síntomas afectivos (encanto superficial, manipulación, falta de empatía, etc.), en el factor 2 se englobarían los comportamientos antisociales (Salvador et al., 2017).

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Un estudio reciente ha estimado que la prevalencia de la psicopatía en la población adulta sería de, aproximadamente, un 1,2 %. / Ryoji Iwata

Respecto a la prevalencia de la psicopatía, un estudio reciente (Sanz-García et al., 2021) ha estimado que en la población adulta sería de, aproximadamente, un 1,2 %. Esta prevalencia proviene del instrumento más ampliamente empleado para evaluar la psicopatía: esto es, la escala de la psicopatía de Hare revisada o PCL-R (por las siglas en inglés de Psychopathy Checklist–Revised) (Hare, 2003). Si se emplean otros instrumentos menos extendidos en el ámbito académico, la prevalencia en la población general aumentaría hasta un 4,5 % (Sanz-García et al., 2021), por lo que es preferible quedarse con la que se obtiene a partir del instrumento más empleado en investigación.

Como hemos visto, no existe un criterio diagnóstico específico que señale la inteligencia como una variable imprescindible para diagnosticar la psicopatía. De hecho, es probable que la elevada inteligencia se haya presupuesto, dado que la psicopatía suele relacionarse con la violencia premeditada o instrumental –caracterizada, además, por una baja emocionalidad (Glenn y Raine, 2009)– y para la cual, teóricamente, se necesita una gran capacidad para establecer planes que permitan obtener beneficios. Pero, de hecho, esto chocaría frontalmente con uno de los criterios diagnósticos, puesto que el desinterés por las consecuencias de las decisiones actuales interferiría con la capacidad para anticipar las implicaciones futuras. Aun así, no tenemos que concluir que todas las personas diagnosticadas de psicopatía tengan que presentar la totalidad de los criterios anteriormente mencionados. Y esto se puede aplicar a cualquier trastorno mental; es decir, puede que dos personas diagnosticadas con depresión no presenten exactamente los mismos síntomas.

Los estudios de metaanálisis

Para intentar aclarar si existe una relación significativa entre la psicopatía y la inteligencia, podríamos recurrir a la investigación empírica. Sin embargo, esto puede ofrecer una visión parcial, dado que, cada estudio presenta unos datos puntuales y ciertas limitaciones metodológicas que podrían interferir en la interpretación de los resultados. Tanto es así que lo más lógico es recurrir a los trabajos que hayan recopilado toda la literatura científica analizando la relación en cuestión. En concreto, lo más adecuado sería centrarse en los metaanálisis, ya que este tipo de estudios proporciona un resumen de la totalidad de la literatura empírica existente hasta entonces y, del mismo modo, permite calcular el efecto total de la relación entre dos variables (como, por ejemplo, psicopatía e inteligencia).

Hasta el momento existen dos metaanálisis que hayan analizado la relación entre los rasgos de psicopatía y la inteligencia general. En ese marco, parece que la conclusión es todo lo contrario a lo apuntado en el personaje de Hannibal Lecter. Es decir, que la relación entre los rasgos de psicopatía y la inteligencia general es inversa (Michels, 2021; Sánchez de Ribera et al., 2019). A mayores rasgos de psicopatía, la inteligencia general es menor.

Los metaanálisis no solo permiten calcular el valor total de la relación, sino que también permiten conocer si las conclusiones obtenidas en estos estudios de revisión son homogéneas; es decir, si los estudios incluidos apuntan en la misma dirección o, por el contrario, existen importantes discrepancias entre estos (Hutton et al., 2015). A este respecto, ambos estudios –tanto el de Michels (2021) como el de Sánchez de Ribera et al. (2019)– concluyen que existe una considerable heterogeneidad entre las investigaciones contempladas y, en consecuencia, aparecen importantes discrepancias entre los estudios incluidos. Esta amplia heterogeneidad en las investigaciones se explicaría por algunas variables que, en cierta medida, actuarían como moderadoras en el vínculo entre la psicopatía con la inteligencia (como el género de las personas con psicopatía o la dimensión de la psicopatía que se ha evaluado, entre otras). Es por ello por lo que, a continuación, describiremos las variables que permitirán explicar la heterogeneidad descrita.

Los factores moderadores en la relación de la psicopatía con la inteligencia

Antes que nada, debemos acotar los conceptos de psicopatía e inteligencia. Teniendo en cuenta que ambos son constructos psicológicos y, en consecuencia, conceptos muy amplios, resulta adecuado fijar nuestro foco de atención en qué aspectos de ambos conceptos explican la relación inversa entre psicopatía e inteligencia. En el caso de la psicopatía deberíamos centrarnos en aquellas variables contempladas dentro del factor 2. Es decir, aquellas que harían referencia a las conductas antisociales (como la delincuencia juvenil, versatilidad criminal, etc.) y al estilo de vida (impulsividad, falta de metas a largo plazo, etc.). Esto es, precisamente, aquellas variables que implicarían o se relacionan con una menor inteligencia, concretamente con la inteligencia verbal. Por lo tanto, la carrera delictiva y criminal estaría relacionada con un uso poco efectivo del lenguaje, bien sea de forma oral o escrita (Michels, 2021; Sánchez de Ribera et al., 2019).

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El modelo más clásico establece que la psicopatía se caracterizaría por la falta de empatía hacia los demás, la puesta en práctica de comportamientos poco éticos (como la manipulación, el engaño, la mentira, etc.) y las conductas desadaptativas. / Sivani Bandaru

Curiosamente, esos no son los únicos factores que interfieren en el análisis de la relación entre la psicopatía con la inteligencia, es decir, las variables que actuarían como moderadoras en la relación de interés y ayudarían a comprender la heterogeneidad de las conclusiones. De hecho, parece que la relación entre la psicopatía con la inteligencia estaría más clara cuando la muestra analizada es de mujeres, dado que, si la relación se analiza en hombres, la psicopatía no se relaciona con la inteligencia. De la misma forma, no parece que la relación de la psicopatía y la inteligencia sea evidente a lo largo de todo el ciclo vital, puesto que esta relación solo es significativa en los estudios que han empleado a adultos. Si la relación se analiza en niños o adolescentes, las variables no presentan una relación significativa (Michels, 2021; Sánchez de Ribera et al., 2019).

Por lo tanto, lo que podemos concluir hasta el momento es que Hannibal Lecter, de existir, constituiría una excepción más que una norma. Llegados a este punto, deberíamos avanzar un poco más en la relación de la psicopatía con la inteligencia. De hecho, es necesario incorporar las emociones en la ecuación.

¿Y si hablamos de la inteligencia emocional?

El psicólogo norteamericano David Goleman popularizó el concepto de las inteligencias múltiples y, más en concreto, centró su énfasis en la inteligencia emocional (Goleman, 1995, 1998), puesto que hasta ese momento parecía que el éxito o fracaso de una persona dependía exclusivamente de su inteligencia académica. Este nuevo concepto surgió de la necesidad de la simbiosis entre la inteligencia y las emociones, es decir, de nuestra capacidad para ser conscientes, manejar y expresar las emociones. Y no solo eso, sino también cómo las manejamos de forma efectiva en las relaciones interpersonales. Este concepto de inteligencia permitiría explicar el motivo por el que ciertas personas alcanzan el éxito al moverse «como pez en el agua» en las relaciones sociales y no solo por tener un cerebro académico brillante que le permita acumular titulaciones.

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Un reciente estudio de metaanálisis nos permite concluir que la relación entre los rasgos de psicopatía con la inteligencia emocional no solo es inversa, sino que, además, el valor tiende a ser mayor al que presenta con la inteligencia general (Megías et al., 2018). Aun así, parece que la relación de la psicopatía con la inteligencia también estaría afectada por las discrepancias entre las investigaciones contempladas, y que se explicarían por las distintas metodologías empleadas para valorar la psicopatía. De esta forma, si se acotan los estudios que evaluaron la psicopatía con el mismo instrumento, se reduciría la heterogeneidad entre los estudios. De todos modos, si pensamos en la relación inversa entre ambas variables, resulta lógico, puesto que los seres humanos evolucionamos gracias a nuestra capacidad para cooperar con nuestros congéneres y sobreponernos a la adversidad. En otras palabras, si hemos conseguido sobrevivir, ha sido por llevar a cabo conductas prosociales y no antisociales (Hare, 2017).

Por todo ello, no podemos concluir que Hannibal Lecter sea el modelo que mejor describa a la psicopatía, ya que esta suele implicar una menor inteligencia tanto general como emocional. Como hemos visto, enfrentarnos a nuestros congéneres no es algo bueno para la especie, al menos a largo plazo. De hecho, si nos atenemos a los postulados de la psicología evolucionista, lo que nos conviene como especie es cooperar y no ir los unos contra los otros, empleando una perspectiva individualista y egoísta. Por lo tanto, personajes como este y otros similares constituyen una excepción y no el ejemplo de la persona con psicopatía. La investigación nos ayuda a derribar ciertos mitos que pueden resultar, hasta cierto punto, dañinos por la imagen que generan.

Referencias

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (DSM-5®). American Psychiatric Association.

Cleckley H. (1941/1976). The mask of sanity: An attempt to clarify some issues about the so-called psychopathic personality. C. V. Mosby Company.

DeLisi, M., Vaughn, M. G., Beaver, K. M., & Wright, J. P. (2010). The Hannibal Lecter myth: Psychopathy and verbal intelligence in the MacArthur violence risk assessment study. Journal of Psychopathology and Behavioral Assessment, 32(2), 169–177. https://doi.org/10.1007/s10862-009-9147-z

Glenn, A. L., & Raine, A. (2009). Psychopathy and instrumental aggression: Evolutionary, neurobiological, and legal perspectives. International Journal of Law and Psychiatry32(4), 253–258. https://doi.org/10.1016/j.ijlp.2009.04.002

Goleman, D. (1995). Emotional intelligence. Bantam.

Goleman, D. (1998). Working with emotional intelligence. Bantam.

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Hare, R. D. (2003). The Hare PCL-R: Some issues concerning its use and misuse. Legal and Criminological Psychology, 3, 99–119. https://doi.org/10.1111/j.2044-8333.1998.tb00353.x

Hutton, B., Salanti, G., Caldwell, D. M., Chaimani, A., Schmid, C. H., Cameron, C., Ioannidis, J. P., Straus, S., Thorlund, K., Jansen, J. P., Mulrow, C., Catalá-López, F., Gøtzsche, P. C., Dickersin, K., Boutron, I., Altman, D. G., & Moher, D. (2015). The PRISMA extension statement for reporting of systematic reviews incorporating network meta-analyses of health care interventions: Checklist and explanations. Annals of Internal Medicine, 162(11), 777–784. https://doi.org/10.7326/M14-2385

Lilienfeld, S. O., Widows, M. R., & Staff, P. A. R. (2005). Psychopathic personality inventory TM-revised. Social Influence (SOI)61(65), 97.

Megías, A., Gómez-Leal, R., Gutiérrez-Cobo, M. J., Cabello, R., & Fernández-Berrocal, P. (2018). The relationship between trait psychopathy and emotional intelligence: A meta-analytic review. Neuroscience & Biobehavioral Reviews84, 198–203. https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2017.12.003

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Salvador, B., Arce, R., Rodríguez-Díaz, F. J., & Seijo, D. (2017). Evaluación psicométrica de la psicopatía: Una revisión metaanalítica. Revista Latinoamericana de Psicología49(1), 36–47. https://doi.org/10.1016/j.rlp.2015.09.015

Sánchez de Ribera, O., Kavish, N., Katz, I. M., & Boutwell, B. B. (2019). Untangling intelligence, psychopathy, antisocial personality disorder, and conduct problems: A meta–analytic review. European Journal of Personality33(5), 529–564. https://doi.org/10.1002/per.2207

Sanz-García, A., Gesteira, C., Sanz, J., & García-Vera, M. P. (2021). Prevalence of psychopathy in the general adult population: A systematic review and meta-analysis. Frontiers in Psychology, 3278. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2021.661044

Sundt-Gullhaugen, A., & Aage Nøttestad, J. (2011). Looking for the Hannibal behind the cannibal: Current status of case research. International Journal of Offender Therapy and Comparative Criminology, 55(3), 350–369. https://doi.org/10.1177/0306624X10362659

© Mètode 2024 - 120. Ciencia a diestro y siniestro - Volumen 1 (2024)
Investigador postdoctoral del departamento de Psicobiología. Universitat de València.
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