«A lab of one’s own», de Rita Colwell y Sharon B. McGrayne

Cólera, sexismo y la mirada de una mujer en la ciencia

La desigualdad de género en la academia es un fenómeno ampliamente estudiado: brechas salariales, techo de cristal, estereotipos sobre las habilidades técnicas y sociales de las mujeres científicas, la sombra de la sexualización en el ámbito profesional… Afortunadamente, las últimas décadas exhiben un cambio, pausado pero inexorable, hacia la erradicación del sexismo en las instituciones científicas. Rita Colwell, además de eminente microbióloga, ha sido instrumental en esta lucha. Gracias a Colwell, y a más como ella, hoy en día las mujeres que nos dedicamos a la ciencia y los aliados que apoyamos este movimiento tenemos más recursos y fuerza que nunca para promover esta causa.

A lab of one’s own. One woman’s personal journey through sexism in science. Rita Colwell y Sharon B. McGrayne. Simon & Schuster. Nueva York, 2020. 288 páginas.

El título del libro es una declaración de intenciones. A lab of one’s own («Un laboratorio propio») es una paráfrasis de Una habitación propia, texto icónico de Virginia Woolf, quien utilizaba esta imagen para defender que la mujer escritora necesita independencia para contribuir al mundo literario, y, a la vez, que el mundo literario necesita establecer un espacio para las mujeres escritoras. Así establece Rita Colwell la premisa de su obra: la mujer científica necesita una acogida estructural para triunfar en ciencia, y la ciencia necesita acoger a las mujeres científicas.

La obra incluye multitud de historias que representan la evolución de la lucha contra la discriminación de género en Estados Unidos. Gran parte de ellas son, necesariamente, desoladoras: falta de apoyo de familiares y docentes contra ella y contra sus compañeras («Las chicas no hacen química», le contestó un profesor de esta materia al pedirle una carta de recomendación para la universidad); profesores universitarios que no supieron ver su talento y el de muchas otras estudiantes; discriminación sistemática, personal e institucional, contra investigadoras en varias universidades, y, por supuesto, casos ominosos de acoso y agresión sexual.

A pesar de lo anterior, esta es una lectura inspiradora y gratificante, en la que el foco se mantiene en la superación de estos obstáculos. Por ejemplo, expone el estudio pionero de Alice Huang y colaboradoras al comienzo de los años setenta, que estableció que las investigadoras en microbiología avanzaban más despacio y recibían un salario menor en cada paso de sus carreras. También incluye la odisea liderada por Nancy Hopkins en los años noventa, que comenzó por calcular el espacio de laboratorios dirigidos por hombres y mujeres en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), y finalmente contribuyó a identificar la discriminación causada por sesgos inconscientes en esta institución y muchas otras. Estos episodios son auténticos thrillers sociopolíticos, que por suerte concluyen con un buen sabor de boca.

Pero, ante todo, este es un libro autobiográfico. En él, Rita Colwell relata sus contribuciones en el estudio del agente del cólera, Vibrio cholerae. En concreto, su laboratorio descubrió que tanto V. cholerae como parientes cercanos podían encontrarse en feliz asociación con copépodos de varias partes del mundo, como la bahía de Chesapeake y el golfo de Bengala. Esto quebrantaba el dogma que establecía que esta bacteria era estrictamente un parásito humano, e introducía así la ecología ambiental como una disciplina necesaria en el estudio de la biología de vibrios y las estrategias de supresión de nuevas epidemias.

A Rita Colwell se la conoce además como una incansable constructora de instituciones científicas. En los años ochenta, como presidenta de la Sociedad Americana de Microbiología, defendió y abordó políticas que favorecían la diversidad, de género y racial. Memorablemente, Colwell fue la primera mujer directora de la Fundación Nacional de Ciencia estadounidense, entre 1998 y 2004. Durante estos años promovió la integración de técnicas computacionales en la ciencia, particularmente en biología, y apoyó el desarrollo de iniciativas para incrementar el número de mujeres en ciencia y tecnología.

«Esta obra es tanto una biografía como una reflexión inspiradora sobre el sexismo del mundo científico en las últimas décadas»

La claridad de la premisa de este libro genera unas expectativas que se cumplen con creces durante su lectura. A esto se suma un capítulo fascinante sobre el papel que jugó Colwell en la lucha contra una amenaza estremecedora. Poco después de los atentados del 11 de septiembre, un hombre en Florida murió de una infección rápida de Bacillus anthracis (ántrax). El rastreo de esta y otras infecciones alrededor del país mostraron que alguien estaba enviando esporas de ántrax por correo postal. Esto movilizó múltiples instituciones estadounidenses para estudiar las células encontradas de B. anthracis y su genoma. El relato de Colwell, participante en esta aventura, es vívido, educativo y absorbente.

Esta obra es en esencia tanto una biografía como una reflexión inspiradora sobre el sexismo del mundo científico en las últimas décadas. Una de las recomendaciones que repite Colwell a lo largo del libro es la importancia de abandonar la idea de que «no hay suficientes mujeres en la ciencia». Según cuenta la autora, las mujeres ya están presentes en ciencia: ya estudian, trabajan y emprenden en ámbitos científicos, pero la desigualdad de género provoca que no sean tan visibles como los hombres. Por ello, A lab of one’s own es esencial hoy en día: las mujeres necesitan más espacios visibles; oportunidades que les han vedado. De este modo, su voz y su influencia serán mucho más fuertes. La voz de Colwell ha agitado el mundo, y es solo una de ellas.

© Mètode 2021 - 109. El secuestro de la voluntad - Volumen 2 (2021)
Biólogo (Wageningen, Países Bajos).
Psicóloga (Valencia).