La existencia de Marc Hamer quedó marcada para siempre a los dieciséis años. Al poco de morírsele la madre, el padre le soltó que en casa molestaba y que fuera a buscarse la vida por ahí. Lo que de entrada podía parecer el principio de una novela de Dickens se convirtió, para este inglés, en una oportunidad de conocer a fondo la naturaleza y de dialogar con ella. «Obedecí a la llamada del vacío», dice Hamer rememorando aquellos días en que, sin saber muy bien qué hacer, se puso simplemente a andar. Se pasó un año y medio yendo de un lado a otro, buscando el mejor árbol para cobijarse durante la noche, deleitándose con puestas de sol, escuchando con atención los ruidos de los animales, en definitiva, fusionándose con el entorno natural: «Cuando dormía con los pájaros sentía que yo era igual que los animales salvajes con los que dormía; estábamos inmersos en la misma actividad y por las mismas razones».
Aquellos dieciocho meses de vagabundear dieron al Hamer adolescente una gran capacidad de observación y una profunda conexión con la vida al aire libre, cualidades sin las que sería imposible explicar que, justo a punto de jubilarse, después de años de trabajar como cazador de topos, haya escrito una obra tan personal y peculiar como Cómo cazar un topo. Y encontrarte a ti mismo en la naturaleza.
A medio camino entre la prosa autobiográfica y el tratado naturalista, el libro parte de la experiencia de un Hamer ya envejecido en los jardines de Gales que se concentra en el comportamiento de los topos y que va recordando de vez en cuando su juventud. La descripción detalladísima de esos animales pequeños, casi ciegos y de manos rosadas, da pie al autor a explicar los ciclos naturales que están relacionados, a hablar de los halcones, de los búhos y de los zorros que se los comen, e incluso a reflexionar sobre la naturaleza en pleno y extraer sentencias filosóficas a propósito de la existencia humana. Es por eso que el texto aparece trufado de frases que a menudo piden parar por unos segundos la lectura y plantearse a fondo qué implicaciones tienen las ideas expuestas: «La verdad siempre reside en la experiencia»; «La posesión de cosas que parecen permanentes nos infunde una sensación de permanencia», o «Lo único que permanece del hombre es su basura. Lo natural se descompone».
Cuando, después de haber trabajado en los ferrocarriles y de haberse dedicado a la pintura, Hamer decidió hacerse jardinero, se dio cuenta de que, a pesar de su gran amor por la vida al aire libre, el trabajo consistía principalmente en matar. Tenía que acabar con los topos, las ratas, las babosas y las avispas porque todos estos seres vivos causaban graves daños en los campos y los jardines de los agricultores y los granjeros que lo contrataban. Cazar topos le confirió un conocimiento agudo de esos bichos, puesto que, como él mismo señala, «seguir el rastro de un animal supone un nivel de conciencia semejante». Quizás, precisamente por eso, uno de los aspectos más interesantes de la obra es asistir a la evolución psicológica de Hamer, que a partir de determinado momento decide abandonar el trabajo de cazador de topos, decide dejar de matar.
Por el camino de esta evolución, el autor se vale de buenas comparaciones para explicar procesos complejos de la vida de los topos. Por ejemplo: «En la tierra un topo forma parte de los processos digestivos de la misma tierra». Y es que, de hecho, uno de los mejores hallazgos del libro es su estilo. Al mismo tiempo que apuesta por una expresión muy clara y directa, Hamer nunca renuncia a la profundidad que le puede proporcionar una imagen, una metáfora, una anécdota…
«Si hay que destacar por encima de todo un valor de la obra es que se trata de un canto genuino a la naturaleza, de una invitación a observar el reino animal y vegetal»
El texto se compone de capítulos breves que acercan al lector a la vida de los topos y de sus cazadores y que concluyen cada uno con una poesía escrita por el propio autor. Lejos de lo que pueda parecer de entrada, esta factura fragmentaria proporciona un atractivo lírico a la obra que, además, cuenta con unas ilustraciones muy bellas en blanco y negro de Joe McLaren y que presentan con mucha delicadeza detalles de la flora y la fauna silvestre que van apareciendo en el texto.
Todos estos aciertos han hecho de Cómo cazar un topo un best seller internacional y que haya sido considerado el libro del año 2019 por el prestigioso diario The Guardian. Ahora bien, si hay que destacar por encima de todo un valor de la obra es que se trata de un canto genuino a la naturaleza, una invitación a observar el reino animal y vegetal y a reflexionar a partir de esta observación. Es a través de esta actitud que Marc Hamer nos propone establecer una relación diferente con la tierra y los fenómenos naturales. Según afirma, algunos han querido mirar la supervivencia como una lucha. Él nos pide cambiar esta mirada y ver la supervivencia como una conversación con la naturaleza. Por eso en las páginas finales de la obra afirma lo siguiente: «La palabra lucha conlleva alguna clase de agresividad, pero las conductas agresivas al final te llevan a formar parte de la alimentación de algo más grande, más fuerte y más rápido. La lucha por la supervivencia es una conversación con uno mismo: aprender a aceptar y a vivir con hambre y frío, con cansancio, apuros y miedo, y aun así seguir adelante, porque la alternativa es pararse y morir, o volverse dependiente como un niño». Es por eso que la conversación con la naturaleza acaba siendo un camino hacia uno mismo.