Empezaremos con una afirmación tajante: Educar per al col·lapse, el libro de divulgación científica de Jordi Marín Monfort, es una denuncia de cómo la sociedad en que vivimos sacrifica la vida a los beneficios comerciales. Se trata de una consecuencia del sistema capitalista, que hace que las empresas solo piensen en criterios de máxima productividad y los ciudadanos vivamos en un hedonismo consumista perpetuo sin que se tenga en cuenta la catástrofe ecológica a la que nos aboca este modelo. De hecho, Jordi Marín Monfort identifica y explica con claridad algunos síntomas que ya lo anuncian: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la crisis energética y los efectos contaminantes del uso de los aparatos digitales. No cuesta mucho imaginar que son unas crisis que provocarán que la sociedad, tal como la entendemos, colapse en un futuro no muy lejano, con el descalabro social que eso supondrá.
Ciertamente, Educar per al col·lapse es, por decirlo con una metáfora contundente, un aviso de incendio en toda regla. Aun así, también se trata de un libro para la esperanza. Y eso es así porque está escrito por un profesor de secundaria, es decir, por alguien que tiene la responsabilidad de transmitir a las nuevas generaciones la necesidad del cambio. Una tarea que solo se puede hacer desde la confianza en la capacidad de los jóvenes para hacer las cosas de manera diferente; unos jóvenes que, no lo olvidemos, no son quienes han impulsado esta sociedad. Desgraciadamente, aquí nos encontramos con otra dificultad. La pedagogía actual es un reflejo de este sistema capitalista porque valora la especialización, propia de la división de trabajo industrial, por encima de la formación integral de la persona. En este orden de cosas, también se prefiere que el alumnado tenga habilidades mecánicas (competencias, dicen) en lugar de saber y de pensar las cosas. Pues bien, hay que decir que en Educar per al col·lapse, Jordi Marín Monfort también denuncia con acierto esta situación. Lo hace de la única forma posible: demostrando un gran bagaje de conocimiento de su área, que son las ciencias, y explicando sus experiencias como docente. Se trata de una perspectiva eminentemente personal que otorga al libro un marcado carácter de autenticidad, y que también lo dota de un realismo muy necesario a la hora de criticar lo que hay. En cuanto a eso, hay que mencionar la importancia de este enfoque porque hace años que el profesorado de secundaria soporta recortes económicos y se adapta a propuestas educativas dictadas desde arriba totalmente ajenas a su opinión como profesionales del tema.
«Educar per al col·lapse es una denuncia de cómo la sociedad en que vivimos sacrifica la vida a los beneficios comerciales»
En este sentido deben interpretarse las medidas concretas que propone el autor. No en vano, cuando recomienda que todos los institutos tengan un huerto, no solo lo hace para que el alumnado aprenda de primera mano nociones básicas de biología, sino porque saber cultivar lo que comemos podría ser fundamental en el futuro. O cuando reivindica la vida rural, no solo muestra interés por una forma de vivir alternativa y alejada de la urbana, sino que apunta al hecho de que en el futuro crítico que se divisa será clave una redistribución de la población y los recursos. Simple y llanamente: la ciencia y la pedagogía deben coordinarse desde la misma realidad del aula. Es así como se pretende reforzar en el alumnado unos contenidos concretos y transmitir la necesidad de introducir nociones como la del decrecimiento, básicamente porque los recursos no son infinitos. Finalmente, hay que añadir que son unos planteamientos que dotan a la ciencia de un marcado espíritu humanista, el cual, al mismo tiempo, ya nos indica por dónde tendría que ir el futuro de esta disciplina.
Sin contenidos concretos, una persona no puede saber quién es, ni quién puede ser, ni siquiera dónde puede ir. Por eso, tendríamos que preguntar a los otros profesores qué pueden decir, de este aviso de incendio de Jordi Marín Monfort. ¿Qué pueden aportar a la ciencia un profesor de historia, uno de literatura o uno de filosofía? Sin duda, conocer los orígenes del actual sistema económico puede ayudar a corregirlo; leer sobre los problemas de la vida humana en esta sociedad nos puede conmover y transmitir valentía; o pensar sobre cómo los diferentes ámbitos de la vida están imbricados y no son en absoluto independientes nos tiene que enseñar a cooperar. Después de todo, la interdependencia y la cooperación presuponen la diversidad en la medida misma en que la superan sintéticamente. Y es la clave filosófica para que la escuela pública recupere una función básica que también está perdiendo: integrar todas las sensibilidades y orígenes de los alumnos a la vez que corregir las desigualdades sociales. En todo caso, Educar per al col·lapse es un necesario punto de partida. Ahora es el momento de que otros profesores, otras materias, hagan sus aportaciones y completen este marco científico y pedagógico. Resulta urgente.