«El mesías de las plantas» de Carlos Magdalena

Un evangelista diferente

El mesías de las plantas
Aventuras en busca de las especies más extraordinarias del mundo
Carlos Magdalena.
Traducción de Belén Urrutia Domínguez.
Debate. Barcelona, 2018. 301 páginas.

Nervios a flor de piel, mirada concentrada, silencio absoluto y un bisturí en la mano. Justo ante él, uno de los pocos ejemplares de Ramosmania rodriguesii existentes en el mundo, y una misión: conseguir la polinización artificial de flores y salvar esta especie de la extinción que la persigue durante décadas. Así empieza el autor de este libro a explicar su historia de amor por las plantas. Ellas, las verdaderas protagonistas de la obra, lo enamoraron sin palabras ni miradas, solo con la belleza de sus colores, formas y utilidades.

Carlos Magdalena, autor de El mesías de las plantas, nació en Asturias, y desde muy pequeño tuvo curiosidad por conocer el nombre y las propiedades de los seres vivos que le rodeaban, especialmente las plantas. Con la ayuda de su madre, aficionada a la botánica, fue capaz de memorizar cientos de nombres comunes y científicos de plantas de todo el mundo, así como su forma de propagación y su papel en la ecología de los ecosistemas. A pesar de su pasión por estos organismos, no fue hasta los 28 años que empezó a formarse y a trabajar como horticultor botánico. Como resultado de diferentes casualidades, se inició como becario en el Real Jardín Botánico de Kew (Londres), donde actualmente es uno de los horticultores más reconocidos. El título del libro hace referencia a él mismo, o más bien al mote con el que el periodista Pablo Tuñón lo bautizó en 2010. Lejos de sentirse intimidado por una expresión tan evangélica, Magdalena se animó a «predicar», como un verdadero evangelista, la importancia de las plantas en el ecosistema terrestre, y a divulgar casos de especies que se encuentran (o se encontrarán muy pronto) en peligro de extinción.

Estructurado en catorce capítulos, podríamos decir que El mesías de las plantas integra tres facetas diferentes. La primera, sin ninguna duda, es la faceta científica, en la que el autor explica diferentes aspectos de la botánica, como los sistemas de reproducción de las plantas y las estrategias de conservación de especies en peligro de extinción. Narrada a través de los viajes hechos por el autor durante los últimos años, destaca la sonada historia de Ramosmania rodriguesii. Protagonista de las primeras páginas del libro, es una de las plantas que se han salvado de la extinción gracias a la dedicación –y a la terquedad– de Carlos Magdalena. Conocida como «café marrón», esta planta nativa de la isla Rodrigues, en la República de Mauricio, estuvo considerada extinta durante décadas, con un único espécimen salvaje en la isla. El Real Jardín Botánico de Kew había estado reproduciéndola artificialmente durante años, pero nadie era capaz de obtener semillas viables de esta planta-cadáver. Fue entonces cuando el autor del libro se dedicó a observar que algunas flores maduraban más pronto que otras, y que algunos cruces mostraban ser incompatibles. Tras meses de pruebas en solitario (todo el mundo a su alrededor daba por imposible su salvación), Carlos Magdalena obtuvo frutos con semillas viables de R. rodriguesii: la planta estaba salvada de la extinción.

«Las continuas agresiones al patrimonio vegetal son sobradamente criticadas y denunciadas por Carlos Magdalena»

La segunda faceta del libro es más biográfica, y se centra en la vocación de Carlos Magdalena por el mundo de la botánica. Es admirable cómo el autor transmite al lector el amor que ha sentido desde muy pequeño por las plantas, y que sus experiencias de la infancia y el hecho de haberse criado en un entorno natural y respetuoso con el medio ambiente lo ayudaron a resolver los mayores problemas con los que se encontró como horticultor profesional. También transmite sus frustraciones en los momentos en que parece que no se puede hacer nada por salvar una especie, y la euforia en historias con desenlace feliz, en el que consigue rescatar una especie vegetal de su desaparición.

Finalmente, la tercera faceta de El mesías de las plantas es la crítica a la falta de políticas de conservación del patrimonio vegetal, a la transformación paisajística y, en general, al impacto de nuestra civilización sobre el medio ambiente. Aun siendo la parte más corta del libro por lo que respecta a la extensión, quizá es la más contundente de las tres facetas. Personalmente, me sorprendieron las historias de salvación de especies que parecían ya desahuciadas, pero me impactaron aún más las barbaridades cometidas por los humanos durante las historias de extinción de algunas de las especies protagonistas del libro. Por ejemplo, el autor nos explica que el único ejemplar silvestre de R. rodriguesii en la isla Rodrigues fue arrancado parcialmente por alguien a pesar de estar protegido por una tela metálica. Además, uno de los primeros ejemplares «resucitados» de otra especie al límite de la extinción, Nymphaea thermarum (el nenúfar más pequeño del mundo), fue hurtado por algún visitante del Real Jardín Botánico de Kew, lo que puso de nuevo en peligro su conservación. Más allá de estos ejemplos particulares, las continuas agresiones al patrimonio vegetal son sobradamente criticadas y denunciadas por Carlos Magdalena a lo largo de sus historias. De hecho, al acabar el libro, la principal idea con la que se queda el lector es la importancia de las plantas en nuestro ecosistema, y la necesidad de tener una fuerte conciencia ecológica como sociedad moderna. Creo que la creación de esta conciencia es, justamente, el objetivo del autor. Ojalá este evangelio verde sea solo la raíz de muchos esfuerzos más por respetar y conservar nuestro patrimonio vegetal.

© Mètode 2018 - 98. Elogio de la vida - Verano 2018

Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (UV).