«El sentido de la existencia humana», d’Edward O. Wilson
Una lección de filosofía y ciencia
«¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?» Estas son probablemente las cuestiones más famosas de la historia de la humanidad. Para ayudarnos a responderlas, nadie mejor que un científico todoterreno, un apasionado tanto de las ciencias como de las humanidades, y un gran comunicador: estamos hablando del biólogo inglés Edward O. Wilson. Wilson es considerado el padre de las disciplinas científicas de la biogeografía y la sociobiología, y es famoso por sus trabajos transversales en el área de la biodiversidad global. Además de los diferentes premios que ha recibido a lo largo de su carrera como investigador, fue galardonado también con dos premios Pulitzer en 1979 y 1991.
El sentido de la existencia humana es la obra más filosófica de Wilson. No te dejes engañar, lector, por la aparente brevedad del texto: en poco más de cien páginas encontrarás infinitas reflexiones sobre diferentes aspectos trascendentales para nuestra especie. Estructurado en cinco partes y una quincena de capítulos muy breves, este libro empieza enfatizando la importancia de imbricar las disciplinas científicas y las disciplinas de humanidades para dirigir el sentido de nuestra existencia. Leyendo los primeros capítulos encontramos comparaciones constantes entre los humanos y otras especies sociales, como las hormigas y otros insectos, que han sido estudiadas por Wilson en trabajos de alto impacto para la comunidad científica. Estas comparaciones tratan de hacernos ver que para entender la evolución humana y el sentido de nuestra existencia es imprescindible pensar en nosotros mismos como una comunidad de individuos, y no como personas individuales. La segunda parte del libro, sin embargo, se centra en aspectos más ligados a las emociones de los seres humanos, como las creencias o las religiones. Wilson considera estos aspectos como «flaquezas intelectuales de la humanidad», y muestra su tono más crítico al final de su obra en relación a estas cuestiones. Las explicaciones del autor sobre el origen evolutivo de las religiones o los ídolos, como cualquier otro rasgo cultural, son posiblemente los mejores argumentos para apoyar su tesis. Siguiendo con el mismo hilo argumental de la evolución darwiniana, Wilson nos muestra también las consecuencias de las religiones sobre la biodiversidad, las culturas, y el comportamiento.
En mi opinión solo dos son las posibles críticas a El sentido de la existencia humana: una es la falta de conexión clara entre algunos capítulos y partes, y la otra es el cambio de ritmo en diferentes partes del libro. Tan pronto el lector se ve fascinado por los razonamientos rápidos de Wilson y las interesantes comparaciones entre humanos y hormigas, como de repente se ve avanzando poco a poco entre cuestiones estrictamente filosóficas que se encadenan de una manera consecutiva.
De todas formas, El sentido de la existencia humana es altamente recomendable. Quizá, lector, no estés familiarizado con la filosofía, no te consideres un amante de la ciencia, o nunca hayas pensado que los humanos podemos aprender algo de los insectos. Pero seguro que encuentras interesantes las reflexiones de Wilson sobre la naturaleza humana, que son, al fin y al cabo, reflexiones sobre ti mismo.