Ciencia oral

La concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan abrió un apasionante debate sobre lo que es y lo que no es la literatura. A diferencia de otros debates literarios, en este caso todo el mundo se veía capaz de participar porque, poco o mucho, todos conocemos aunque solo sea el título de alguna canción de Dylan.

El foco de la discusión es si la literatura pensada para ser dicha en voz alta es literatura, especialmente si esta literatura tiene estrofas y estribillos pero no es oficialmente poesía porque no se ha publicado primero en formato impreso. La poesía es literatura, sin duda, pero ¿las canciones populares lo son también? Mucha gente ha argumentado que la literatura nace oral, recitada o cantada, mucho antes de fijarse por escrito. Los rapsodas cantaban la Odisea mucho antes de que nadie la leyese.

¿Y la literatura científica? ¿Nació oral o directamente escrita? ¿Dónde está la ciencia oral hoy y por qué no gana premios Nobel?

Si no estoy muy equivocado, la ciencia oral está muy viva y tiene un papel insustituible. Por una parte, la ciencia oral es la clave de la enseñanza. La transmisión del conocimiento, tanto si se hace de forma magistral como si se hace por proyectos, implica la necesidad de dirigir el pensamiento, aclarar los conceptos y asegurarse de que todos los que participan entiendan lo mismo. No contribuye a hacer descubrimientos, pero la enseñanza de la ciencia asegura que el espíritu crítico perviva entre generaciones.

Por otro lado, la ciencia de frontera se comunica mediante publicaciones escritas, pero se defiende en las conferencias. La comunicación oral en un congreso científico es allá donde se manifiesta la parte más difícil del método científico: la argumentación, el debate y, si es preciso, la admisión del error o del trabajo pendiente. No hace falta que sea una conferencia plenaria ante mil personas: un seminario de veinte expertos pone a prueba la capacidad de expresión de cualquiera.

Un formato híbrido entre la enseñanza y la conferencia profesional son las conferencias divulgativas. Da lo mismo que sea en un centro social de barrio o en una charla TED: la persona que toma la responsabilidad de hablar sobre el futuro de la nanotecnología, o sobre la manipulación genética con CRISPR, está teniendo un impacto muy superior al que podría tener cualquiera de los griegos antiguos con sus contemporáneos.

En el orden jerárquico de prestigio, la conferencia científica precede a la enseñanza formal, y al final de todo quedan las charlas informales. Cada formato requiere un talento diferente, pero en ningún caso se puede perder de vista que, al fin y al cabo, se trata de lo mismo: transmitir la ciencia mediante la palabra.