Deportes

Los humanos hemos corrido, saltado y tirado objetos desde la aparición del primer Homo. Ser mejor que los otros en cualquiera de estas actividades tenía premio: la supervivencia, la descendencia o el poder. Con el paso del tiempo hemos codificado estas actividades con reglamentos y ceremonias, las hemos desligado de las necesidades cotidianas y las hemos convertido en actividades de placer, es decir, en deportes. No corremos o nos peleamos para sobrevivir, hacemos carreras populares y body combat porque nos gusta.

Inevitablemente, una actividad que tiene raíces prehistóricas, que es un negocio planetario y que ocupa una gran parte del tiempo de mucha gente tiene que generar una literatura. Está la ficción y el ensayo, pero sobre todo está la prensa. Según el Estudio General de Medios del primer trimestre de 2020, el primero y el tercer periódico con más lectores en España son deportivos, y hay dos más entre los diez primeros.

También existe literatura científica sobre el deporte. La ciencia del deporte incluye física, bioquímica y ciencia de los materiales, pero también métodos de entrenamiento y nutrición. La actividad deportiva ha impulsado (y ha aprovechado) la evolución de las herramientas de medida, y hemos pasado del cordel en la línea de meta a la foto finish, y ahora a los drones o a la realidad virtual.

«No corremos o nos peleamos para sobrevivir, hacemos carreras populares y body combat porque nos gusta»

La ciencia del deporte incluye el análisis y la medida del rendimiento de deportistas y equipos. Los récords de atletismo se basan en las mismas medidas que cualquier otra actividad, como el tiempo y la distancia, pero muchos deportes recogen estadísticas que sirven para cuantificar las apuestas. Me llama la atención el béisbol, que mide unos parámetros extraordinariamente sofisticados en un deporte que, visto desde fuera, no tiene ni mucho menos la variedad de acciones del baloncesto o el fútbol.

A imitación del béisbol, el baloncesto ha desarrollado una herramienta de medida, el PER o «valoración». Esta cifra permite evaluar el rendimiento de cada jugador en función de los lanzamientos, rebotes, pelotas perdidas y otras. Supongo que a los comentaristas y periodistas les servirá, pero al final es una compresión de datos que convierte muchos píxeles en un único píxel, y la figura que resulta es más borrosa que el original. No tengo claro que a los entrenadores o jugadores les sirva como herramienta de mejora, pero mucha gente acepta que esta cifra es una representación de la realidad.

La ciencia a menudo mide cosas que «no están», conceptos abstractos que nos son útiles para entender el mundo tangible. La literatura científica del deporte hace el trayecto inverso: a partir de una actividad humana imprevisible conjura un número que la represente, la ordene y nos permita justificar por qué Michael Jordan fue mejor que Pau Gasol.