La ciencia ciudadana tiene que ser un punto de encuentro con las mujeres que a lo largo de la historia se han ocupado de las tareas cotidianas mientras los hombres hacían los progresos científicos.
Si nos pusiéramos electrodos para sacarnos energía, colapsaríamos porque no nos quedaría nada para mantener el corazón latiendo, así que que si las máquinas quieren dominarnos, que nos compren placas solares.
Los humanos hemos corrido, saltado y lanzado objetos desde la aparición del primer Homo, pero el premio ha pasado de ser la supervivencia al poder o placer.
Un estudio internacional coordinado por Vicent Balanzá, profesor de Psiquiatría de la Universitat de València, trata de conocer cuál ha sido el impacto del confinamiento en los hábitos de vida saludable de la ciudadanía y poder planificar la postpandemia «de la mejor manera posible».
Si queremos preservar ecosistemas funcionales para el futuro y continuar disfrutando de sus servicios, también hay que proteger la diversidad filogenética y la funcional. Pero para hacerlo no basta con delimitar espacios protegidos.
El autor reivindica la ciencia como componente fundamental de la cultura científica al mismo nivel que las humanidades.
De las instituciones privativas de la humanidad, pocas resultan tan atrayentes y a la vez parecen tan intrascendentes como las fiestas. El humano es el único ser vivo que celebra fiestas, pero a la vez las fiestas se definen como actividades puramente fútiles, ociosas y gratuitas, que no sirven para nada práctico.
En los últimos treinta años hemos tomado conciencia de la degradación ambiental originada por nuestras actividades. Las acciones que son responsables del cambio global se pueden considerar como estrategias evolutivas de los seres humanos para asegurar nuestro éxito y, desde este punto de vista, su