Mundos inventados

De Planilandia a Daisyworld sin pasar por Alderaan

Por los libros conocemos Macondo y Yoknapatawpha, unos territorios inventados donde pasan historias inventadas. Planetas como Discworld o el desdichado Alderaan han sido escenarios de fantasía en la literatura y en el cine. Cuando distinguimos entre fantasía y ciencia ficción queremos destacar que en esta se da una extrapolación más o menos verosímil a partir de conocimiento científico auténtico. Por más que esté descrito con mucho detalle, Mordor pertenece a una categoría diferente a la del planeta de los simios.

«En la ciencia ficción se da una extrapolación más o menos verosímil a partir de conocimiento científico auténtico»

En medio de este debate, de vez en cuando un científico inventa un mundo. Los mundos inventados son la simulación máxima, lugares donde se pueden poner a prueba las teorías científicas sin interferencias, pero respetando las leyes de la física y la química. Por ejemplo, Planilandia (Flatland), un mundo inventado por Edwin Abbott en un libro publicado en 1884. Es un mundo plano, con habitantes de dos dimensiones (excepto las mujeres cuando se ponen de cara, que solo tienen una porque son una línea). Flatland es una sátira sobre la Inglaterra victoriana, pero lo que lo convierte en un libro duradero es la especulación sobre la posibilidad matemática de la existencia de mundos con múltiples dimensiones, dos décadas antes de la teoría de la relatividad. Entre muchas secuelas destaca la del matemático Ian Stewart. Flatterland (2001) explica la historia de una descendiente del protagonista de Flatland e introduce conceptos modernos de la física y las matemáticas, entre ellos los agujeros negros que Abbott no podía ni sospechar.

Un mundo inventado muy conocido es Daisyworld (“mundo de margaritas”), creado por James Lovelock y Andrew Watson para validar teóricamente el punto central de la hipótesis de Gaia. En Daisyworld solo hay dos tipos de habitantes, margaritas blancas y negras. En función del color reflejarán más o menos luz solar, y eso afectará a la temperatura de la superficie del planeta, y de paso a la proporción de flores de cada color que viven en él. La simulación computacional durante millones de años indica que Daisyworld se mantiene dentro de los parámetros que permiten la vida de las margaritas, que es lo que se quería demostrar.

A diferencia de los mundos de fantasía y ciencia ficción, los inventados en la literatura científica no son muy emocionantes pero son tan útiles como si existiesen de verdad.

Referencias
Abbott, E. A. (1976). Planilandia. Ediciones Guadarrama: Madrid.
Watson, J., & Lovelock, J. E. (1983). Biological homeostasis of the global environment: The parable of Daisyworld. Tellus B: Chemical and Physical Meterology, 35(4). doi: 10.3402/tellusb.v35i4.14616

© Mètode 2017 - 94. Sapiens - Verano 2017
Biólogo y escritor (Barcelona).