«Gratitude», d’Oliver Sacks

Las últimas líneas

portada gratitude oliver sacks

Gratitude
Oliver Sacks
Alfred A. Knopf. Nueva York, Toronto, 2015. 64 páginas.

«Me veo ahora frente a la muerte pero no he acabado con la vida.» Esta es la cita que encabeza Gratitude, un libro brevísimo –se lee en media horita– pero de una intensidad poco común. La obra es una recopilación de cuatro ensayos también muy breves (Mercury, My own life, My periodic table y Sabbath) que el autor publicó en el New York Times entre dos años antes y dos semanas antes de su muerte, el 30 de agosto del 2015. Es, por tanto, un testimonio único de un octogenario con una lucidez extraordinaria.

Oliver Sacks nació en Londres en 1933, en el seno de una numerosa familia judía que tuvo que huir de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Solo con su hermano, pasó días terribles en una escuela inglesa. Después se licenciaría en fisiología y biología, se hizo médico, ejerció en varios hospitales y se fue al Canadá y, finalmente, a los Estados Unidos, donde ejerció la totalidad de su carrera como neurólogo. De esta destacaremos el episodio más conocido, la lucha contra la encefalitis letárgica que todos recordamos de la película Awakenings (Despertares en la versión española), protagonizada por Robin Williams en el papel del doctor Malcolm Sayer (alter ego de Sacks), quien consigue sacar de su estado catatónico a un enfermo –interpretado ni más ni menos que por Robert de Niro– de forma sorprendente pero, traumáticamente temporal.

No hay rastro de Awakenings en Gratitude. Hay ciencia, sin embargo, sobre todo, bajo la forma de una omnipresente tabla periódica de los elementos. No por casualidad el capítulo escrito justo antes de que Sacks cumpla ochenta años se llama «Mercury», el metal de número atómico 80. Este es, de lejos, el capítulo más alegre del libro, quizá el más fácil, donde el autor expresa con una claridad lacerante su satisfacción por la vida, las experiencias, su buen estado de salud. Este, sin embargo, no duraría. Año y medio después le diagnosticarían una septicemia, producto de un primer cáncer una década antes, un raro tipo de melanoma. El tratamiento ya lo había dejado sin la visión de un ojo, y diez años después vuelve en forma de una agresiva tumoración en el hígado, que se extiende poco a poco, pero de forma irremediable, de la misma forma que la prosa del autor, que no cesa durante los últimos meses que le quedan de vida. La fotografía de la contraportada lo dice todo: un anciano sonriente, escribiendo, concentrado, en su casa. Eso es el libro, una recopilación brevísima de su vida, sus hábitos deportivos hasta la aceptación de su sexualidad, desde el trauma del rechazo de la madre –ella judía ortodoxa, él homosexual y, más tarde, ateo– a la paz serena de una vida plena e intelectualmente excitante. En las propias palabras de Sacks: «No puedo hacer ver que no tengo miedo. Pero mi sentimiento predominante es el de gratitud. He amado y he sido amado; se me ha dado mucho y he dado algo a cambio; he leído y viajado y pensado y escrito. […] Por encima de todo, he sido un ser sensible, un animal pensante, sobre este bello planeta, y eso, por sí mismo, ha sido un enorme privilegio y aventura.»

El libro empieza con «Mercury», ochenta años, y continúa con «Thallium» (número atómico, 81). Oliver Sacks murió en Nueva York en paz –o mejor dicho, en gratitud– a los 82 años, el número atómico del plomo. Este verano hubiese celebrado su bismuteno aniversario.

© Mètode 2016 - 90. Interferencias - Verano 2016

Investigador de la Universitat de València (España) en el grupo de Biotecnología y Biología Sintética del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas I2SysBio (Universitat de València – CSIC) y presidente de Darwin Bioprospecting Excellence SL (Parque Científico de la Universitat de València). Entre los campos que investiga está la bioprospección en ambientes hostiles a la búsqueda de microorganismos de interés industrial, así como varios aspectos del desarrollo de la biología sintética como disciplina emergente. Actualmente es el coordinador del proyecto europeo H2020 BioRobooST que agrupa veintisiete instituciones públicas y privadas de Europa y seis socios de Asia y América con el objetivo de impulsar un proceso internacional de estandarización en biología sintética.