«Los renglones torcidos de la ciencia», de Eugenio Manuel Fernández Aguilar
Una investigación con notas al margen
Recomiendo a quién se disponga a leer Los renglones torcidos de la ciencia, de Eugenio Manuel Fernández Aguilar, que empiece a hacerlo por la página 123. Es justo el inicio de la segunda y última parte del libro: se titula «Enderezando los renglones» y sigue a la primera parte, titulada «Los renglones torcidos». La sugerencia puede parecer absurda, pero es el propio autor quien propone dos posibles caminos para la lectura. Por un lado, el mencionado; por otro, leerlo siguiendo un orden lineal, como lo hacemos con el resto de libros.
En esta última parte, el autor describe el funcionamiento de una máquina blanca de forma tubular y de estética futurista que se encuentra habitualmente en los hospitales. Se trata de un aparato de tomografía de emisión de positrones o PET (del inglés positron emission tomography). Lo que se consigue es una imagen estática del interior del cuerpo para poder estudiar, entre otras cosas, el metabolismo. Una posibilidad que ha transformado por completo el mundo de la oncología. Así, el autor explica los diferentes fenómenos de base científica que se conjugan durante la media hora que dura la prueba biomédica PET, gracias a los cuales, por ejemplo, se puede detectar un tumor a tiempo.
Ahora bien, a pesar de que el texto es breve, contiene una serie de notas a pie de página que dotan de un profuso contexto histórico y técnico cada concepto. La peculiaridad de estas notas es que son mucho más extensas de lo habitual, tanto es así que configuran la primera parte del libro. De este modo, los diez capítulos situados al inicio del libro son textos independientes entre sí de divulgación de la historia de la ciencia. En estos, Eugenio Manuel Fernández relata quién y cómo descubrieron los fenómenos que permiten el funcionamiento del PET.
Los renglones torcidos de la ciencia es un libro de divulgación científica especial. Lo es porque resulta magistral el uso que se hace de recursos comunicativos poco habituales. Por ejemplo, la ordenación de las ideas es en sí mismo explicativa, y permite comprender que «cuando viajamos por la historia de la ciencia, observamos que lo que aprendemos en los libros de texto no se ha descubierto tal como viene en sus índices», como asevera el propio autor.
Además, de la lectura se desprenden tres ideas que, a mi parecer, elevan este texto a una calidad excepcional. En primer lugar, la consideración de la interdisciplinariedad como factor imprescindible para la puesta en marcha de cualquier tecnología. Así, el lector puede apreciar que se han requerido descubrimientos en el área de las matemáticas, la electrónica o la física, pero también en la geología, la química, o la psiquiatría para poder disfrutar hoy en día de una técnica como la PET. Una cuestión que, a su vez, recuerda la importancia de las ciencias básicas para el desarrollo de las ciencias aplicadas. La segunda es la capacidad de ilustrar la naturaleza necesariamente cooperativa de la práctica científica. La última es la importante muestra de las implicaciones humanas que determinan el éxito –o bien el fracaso– de cualquier hallazgo científico.