Robert Trivers es uno de los pensadores contemporáneos más originales en biología evolutiva. Sus investigaciones han girado en torno a la selección natural y la biología social, y su forma de ver el altruismo recíproco, la inversión parental, la selección sexual, el conflicto paterno-filial y el autoengaño sigue siendo un referente ineludible en la literatura científica. No es casualidad que los famosísimos libros Sociobiology, de Edward O. Wilson, y The selfish gene, de Richard Dawkins, fuesen publicados poco después de aparecer los trabajos fundacionales de Trivers (en 1975 y en 1976, respectivamente). Tanto Wilson como Dawkins reconocen la influencia de Trivers, el cual se permitió «usar» el prólogo que Dawkins le pidió que escribiese para The selfish gene para proponer su teoría del autoengaño, que después ampliaría en trabajos posteriores. Una buena forma de sacar partido de un prólogo.
Sin embargo, Vida indómita no nos habla mucho de ciencia, sino de la vida personal del autor, Robert Trivers. De manera a veces caótica, como su propia existencia, Trivers nos explica fragmentos de su recorrido profesional, desde sus inicios bajo el magisterio de Bill Drury (el hombre que le enseñó a pensar, dice) y de Ernst Mayr (un verdadero gigante), hasta los trabajos de campo, sobre todo en Jamaica, donde estudió el comportamiento de los lagartos. Aparte de Drury y Mayr, recuerda otros biólogos evolutivos de quienes tiene cosas que decir. Así, nos habla con admiración de William D. Hamilton («quizá el biólogo evolutivo más grande después de Darwin»), de George Williams («hombre maravilloso») y de Stephen Jay Gould. De este último, muy conocido como divulgador de la ciencia, hace una aguda crítica de sus errores más chapuceros como científico y de sus pretensiones, a veces desmesuradas.
Como decía más arriba, Vida indómita no es un libro de biología, sino una especie de autobiografía sesgada hacia las historias y anécdotas más aventureras. Sin embargo, Trivers aprovecha todas las ocasiones para explicar las situaciones más truculentas y escabrosas desde un punto de vista biológico-evolutivo. Y no cabe duda de que ha vivido numerosas de estas situaciones, como haber estado a punto de ser asesinado más de una vez (e intentar, a su vez, matar a su asaltante, tal como confiesa sin ambages), haber estado una docena de veces en prisión, en Jamaica y en los Estados Unidos, haber compartido un porro de marihuana con Peter Tosh, uno de los legendarios Wailers, o haber pasado muchos momentos, buenos y malos, con Huey Newton, el fundador de los Panteras Negras. Trivers trabó una gran amistad con Newton y, de hecho, militó en los Panteras Negras desde 1979 hasta 1987, año en que dejó el partido al ser «excomulgado» por Huey Newton, «por su propio bien». Trivers también nos habla del racismo en los Estados Unidos y de sus sentimientos ambivalentes con respecto a Jamaica, donde pasó, sumando todas las estancias, hasta dieciocho años de su vida.
No, no es un libro de biología evolutiva. Pero se aprenden muchas cosas sobre biología y comportamiento humano que parecen inverosímiles, y nos enseña que la vida de un biólogo evolutivo no tiene por qué ser aburrida.