Empecemos por decir que Aurora Valero figura entre los artistas más brillantes y singulares de su generación. Debemos añadir acto seguido que ha sobresalido en su condición de profesora universitaria y académica, con una trayectoria fecunda también desde esta vertiente. Y es verdad que el conocimiento sistematizado, el espíritu de innovación y la vocación pedagógica inciden de una forma integral en su personalidad. Pero fundamentalmente nos encontramos ante una pintora excepcional.
La colaboración que ha aceptado hacer en esta ocasión para la prestigiosa revista Mètode refleja la vigencia del diálogo entre las ciencias y las artes, como ya encontramos entre los antiguos presocráticos o los poliédricos sabios del Renacimiento. Bastaría citar a Leonardo da Vinci o a Miguel Ángel Buonarroti, pero también a Jenófanes, que ya señalaba que «los universos son infinitos» y hacía esta reflexión interesante sobre la naturaleza de nuestra capacidad de representación artística: «Si los toros y los caballos tuviesen manos y con las manos pudiesen pintar y realizar las obras que hacen los hombres, los caballos pintarían imágenes de dioses semejantes a caballos, y los toros semejantes a toros, y plasmarían los cuerpos de los dioses de la misma forma que los suyos, cada uno según el propio aspecto.»
Aurora Valero siempre ha integrado en su mirada la aproximación científica, pero al mismo tiempo ha orientado su producción plástica a pintar lo que está próximo, lo que sucede en nuestro interior o lo que nos rodea de una forma inmediata. No nos encontramos ante una paisajista, sino ante una intérprete magistral del gesto humano y de los movimientos del espíritu.
Nacida en el año 40 del siglo xx y con una vocación artística temprana, inició su proyección ya en 1964 con una primera exposición personal. Ha llevado a cabo desde entonces más de ochenta de carácter individual y ha participado en ciento noventa salones oficiales y exposiciones colectivas. Varios museos importantes acogen pinturas suyas. Además Aurora Valero, que también ha experimentado con el tapiz, el cartel o la cerámica, ha escrito libros notables sobre arte.
A lo largo de su trayectoria descubrimos a una artista a veces orientada al expresionismo lírico, en otras ocasiones más arraigada en el simbolismo, pero siempre con voluntad de investigación y siempre radicalmente humana, porque es la humanidad, con su realidad concreta y sus emociones configuradoras, la verdadera protagonista definitoria de su obra.
Recientemente ha escrito: «La pintura ha sido para mí una ventana abierta del laberinto desde donde yo me he vertido al vacío exterior, al infinito.» En el corazón humano, Valero busca el eco del latido del universo. Y aquí es donde encontramos precisamente la puerta que nos lleva al conjunto de las ilustraciones concebidas para este número dedicado al cosmos.
«No ens trobem davant d’una paisatgista, sinó d’una intèrpret magistral del gest humà i dels moviments de l’esperit»
Desde la perspectiva inequívocamente humanista a la que me refería antes, Aurora Valero se ha planteado su interpretación sobre el origen, desde la explosión primigenia del Big Bang, y la construcción incesante del universo, en una creación constante de nebulosas, astros, galaxias… que se forman y que siguen su ciclo hasta la destrucción y el engendramiento sucesivo de nuevos mundos que nos fascinan y que intentamos tenazmente explicar con fundamentos sólidos. En esta multiplicación infinita, adquirimos una cierta conciencia de abismo, nos impacta el vértigo del escaso volumen de nuestro planeta y de la efímera existencia que nos es dado vivir, en la que, sin embargo, podemos participar, gracias a la ciencia y al arte, de intuiciones prodigiosas, de avances formidables en el conocimiento. Aurora Valero afronta el reto exigente de reaccionar artísticamente sin traicionarse estéticamente y con una profunda admiración por la aventura apasionante del conocimiento científico.
En el conjunto de ilustraciones, nos transmite sus percepciones mediante imágenes donde la materia se acumula para constituir estrellas y planetas que se agrupan o colisionan. Nos encontramos ante estallidos espectaculares y bellísimos de colores y de formas, de imágenes poderosas que nos fascinan, que nos acompañan y que nos invitan a dejarnos llevar por su enorme fuerza evocadora de trazos vivos e impactantes, tan característicos de la maravillosa producción de Aurora Valero, que tan a menudo sabe captar y transmitir nuestras emociones más íntimas y retener el latido del mundo con cada uno de sus gestos.
Aurora Valero se ha dejado llevar por el impulso de la interrogación científica y de la interpelación humanista que anhelan saber y que se cuestionan el sentido de las apariencias. Nos invita a sumergirnos en la magia conmovedora de su arte donde nos encontramos frente a frente con la soledad esencial del ser ante el infinito. Aurora Valero celebra, conmovida y extasiada, la belleza que el cielo transparente de la noche nos muestra y que la investigación científica nos ayuda, paso a paso, a comprender y a describir.