«¿A qué altura está el cielo?» de Jorge Mira
La distancia entre nosotros y el universo
Gran parte de la población humana se concentra en entornos urbanos, donde la silueta de los edificios, el ritmo de vida, el exceso de iluminación y la contaminación atmosférica, entre otros factores, contribuyen a quitarle relevancia (y espectacularidad) al firmamento que se extiende sobre nuestras cabezas.
Quien tiene la oportunidad de contemplar el cielo nocturno, sin las trabas mencionadas antes, a buen seguro que piensa en la inmensidad del cosmos, en la eventualidad de vida extraterrestre o en la posibilidad de encontrar recursos (minerales, energéticos…). Jorge Mira, catedrático de Electromagnetismo en la Universidad de Santiago de Compostela y reconocido divulgador científico, plantea de forma más poética la cuestión sobre el tamaño del universo: ¿a qué altura se encuentra el cielo? Y esto le da pie a escribir el libro con la colaboración de María Canosa, figura destacada en la literatura infantil y juvenil de Galicia, y de Dani Padrón, todo un referente en la ilustración gallega.
Tras un preámbulo donde se expone y contextualiza la pregunta que constituye el hilo conductor de la obra, los capítulos siguientes abordan los métodos que la comunidad científica de cada época ha empleado para llegar a obtener «la altura del cielo». La historia empieza en la Grecia clásica, cuando sus pensadores más destacados (Aristarco, Hiparco…) calcularon las dimensiones de la Tierra, la Luna y el Sol (que eran los astros más visibles), así como las distancias entre estos, y establecieron que el Sol se encontraba a unos 8.000.000 km, que marcarían la altura celeste en aquella época. A pesar de que este valor difiere mucho de la distancia Tierra-Sol conocida en la actualidad, no deja de ser una cifra extremadamente grande para las dimensiones familiares a los griegos de hace poco más de dos mil años.
La curiosidad innata del ser humano lo llevó a interesarse por otros astros (perceptibles a simple vista) que ejecutaban unos movimientos intrigantes sobre la bóveda celeste. Eran los planetas, que llamaron la atención de los científicos más relevantes de la edad moderna (Copérnico, Galileo, Newton…). Sus estudios tuvieron la importantísima consecuencia de retirar a la Tierra el título de centro del universo, que pasaba a recaer sobre el Sol, alrededor del cual orbitaban los planetas siguiendo unas leyes deducidas científicamente. Durante la época barroca, los progresos de la ciencia establecieron la distancia al Sol en 140.000.000 km (bastante parecida a la que conocemos en la actualidad), se descubrieron nuevos planetas y se estimó para el más remoto (Urano) unos 3.000.000.000 km de distancia respecto de la Tierra. Esta cifra representaría la altura del cielo para los habitantes de finales del siglo XVIII.
Pero todavía hay cuerpos celestes más distantes que los planetas. Son las estrellas, aquellos puntos pequeños brillantes que centellean y prácticamente no cambian sus posiciones relativas. Al inicio del siglo XIX, Friederich Bessel determinó que la distancia entre la estrella 61 Cygni y nuestro planeta era de once años luz. Pero las estrellas no están distribuidas aleatoriamente como objetos aislados en el espacio, sino que se agrupan en galaxias. Gracias a las medidas sobre la variación en la luminosidad de las Cefeidas efectuadas por Henrietta Leavitt a principios del siglo XX, se pudo determinar que nuestra galaxia (la Vía Láctea) tiene 100.000 años luz de tamaño, que es una cifra extremadamente más grande que la obtenida por los antiguos griegos para la altura del cielo.
«Durante la época barroca, los progresos de la ciencia establecieron la distancia al Sol en 140.000.000 km (bastante parecida a la que conocemos en la actualidad)»
El conocimiento sobre las galaxias se enriqueció durante el primer tercio del siglo XX, especialmente gracias a las observaciones de Edwin Hubble, quien encontró que las galaxias se alejaban respecto de la Tierra con más rapidez cuanto más lejos se encontraban (¡las distancias involucradas eran de millones de años luz!). Esto encajaba con la idea, propuesta teóricamente por Georges Lemaître basándose en las ecuaciones de la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, que hubo un instante inicial en que todo el cosmos estaba concentrado en un mismo punto y sus constituyentes empezaron a separarse a partir de una gran explosión (el big bang). El carácter singular de este acontecimiento lo articularon en el marco de la teoría de la relatividad general durante la segunda mitad del siglo XX Roger Penrose (premio Nobel de Física en 2020) y Stephen Hawking. De este modo se puede calcular en la actualidad la edad del universo, que es de unos 13.800 millones de años. Ahora bien, su tamaño no son 13.800 años luz (que sería la respuesta esperable a la pregunta planteada sobre la altura del cielo), sino que todavía es bastante mayor… a causa de lo que se explica al final del libro y que no revelaré en estas líneas, para que los lectores piensen un poco mientras se animan a hacerse con un ejemplar.
En resumen, ¿A qué altura está el cielo? está escrito con un estilo ágil, ameno, directo y próximo, muy adecuado para llegar al público no especialista (pero sí interesado) en temas científicos. Los capítulos del libro introducen el contexto histórico en que se produjeron los diferentes descubrimientos astronómicos y proporcionan las cifras que responden a la pregunta que da título a la obra. Pero, además, detallan los procedimientos empleados para llegar a estos resultados de una manera inteligible y con argumentos que puede seguir cualquier lector con unos conocimientos mínimos de matemáticas. Por estos motivos, encuentro que el libro de Jorge Mira es una obra muy recomendable para los lectores curiosos de todas las edades, especialmente los más jóvenes, pensando en los cuales se concibió inicialmente este trabajo.