Violent Ancestors: Chimpanzee Wars. Chimpanzee and human wars differ in that lethal assaults waged by humans imply the premeditated action of killing, whereas such intentionality is not clear in the case of chimpanzees. Chimpanzees live in communities whose territorial limits are not always clearly defined, and in these overlapping frontier zones lethal inter-community aggressions take place. These areas are patrolled for intruders and special attention is paid to refuse materials indicating neighbouring activity. The decision to attack or retreat depends upon the number of adult males in both groups; if numbers are equal, they limit themselves to displays of strength. However, when one group enjoys numerical superiority, they attack, capture and immobilise the weaker group. Why such lethal aggression takes place is not yet fully clear; data show that, on certain occasions, the “victorious” community extends its territory or otherwise incorporates the adult females from the defeated group into its community.
Los chimpancés forman comunidades que funcionan como una unión de grupos. Estas comunidades están integradas por un número de hembras semisolitarias con sus crías y un número más gregario de machos adultos y subadultos. El tamaño de las comunidades puede variar entre 20 y 110 individuos, mientras que los grupos temporales de forrajeo pueden oscilar entre 1 y 20, con una media entre 4 y 6. Estos subgrupos podrían ser independientes de los otros durante días. Los miembros de la comunidad en escasas ocasiones van juntos como un grupo. Además, los chimpancés deambulan por un territorio que no suele tener los límites claramente marcados con respecto a la comunidad vecina, por eso suele haber zonas en las que se superponen dos o más grupos.
«Después del ataque, los chimpancés se encuentran en un gran estado de excitación y se exhiben alrededor del escenario del conflicto»
Es más, cuando hay una fuente de alimento en la zona de encabalgamiento, los que la descubren suelen volver al día siguiente con el grupo al completo. Eso sí, antes de empezar a comer averiguan si es territorio de los vecinos. El cómo lo hacen, lo describe muy bien Jane Goodal en sus libros: «Cuando alcanzan una atalaya desde la que pueden divisar el territorio, la expedición se detiene a observar. Si todo parece despejado, suelen proferir grandes gritos y escuchan atentamente. Si no oyen nada, o si la réplica es lejana, avanzan tranquilamente y empiezan a comer.» La vigilancia activa de los límites del territorio también se puede constatar cuando, por ejemplo, el grupo deambula buscando alimento y se para para descansar. Si los machos adultos se mueven de forma repentina y enérgica hacia los límites de su territorio se debe a que se han percatado de la presencia de sus vecinos. Entonces se produce un desplazamiento diferenciado: los machos adultos se colocan en la avanzadilla y las hembras con crías, más rezagadas. En cambio, las hembras adultas en celo suelen seguir al grupo de machos adultos.
La patrulla para detectar posibles intrusos pone especial atención en los restos e indicadores de la actividad de los vecinos: husmean restos de frutas o los instrumentos que hacen los chimpancés para «pescar» termitas o también destrozan los nidos que encuentran.
Cuando se encuentran a los vecinos, la respuesta depende del número de machos adultos presentes en el otro bando. Si uno de los grupos es más grande o tiene más machos adultos, entonces el más pequeño se retira discretamente a un lugar más seguro. Si las fuerzas están igualadas, ambos bandos se mantienen alejados amenazándose pero manteniendo una marcada distancia. Eso sí, por orden. Primero se exhibe un grupo, que carga a través de la vegetación mientras golpea el suelo y arroja piedras sin parar de emitir fuertes gritos y llamadas. Después, el otro grupo hace su puesta en escena. Esto puede durar una media hora o incluso una hora, y finalmente cada grupo se retira a la zona central de su territorio. Podemos pensar que esta conducta de exhibición vigorosa tiene por objeto demostrar la presencia de los «propietarios» de cada territorio e intimidar a los vecinos.
Las patrullas, en la zona de solapamiento, se mueven de forma lenta y silenciosa indicando su intención. Sus integrantes llevan el pelo erizado, pauta que significa excitación y recelo. Van fijándose en posibles indicadores de la presencia de los contrarios, husmean el suelo, recogen hojas y las huelen, se detienen a escuchar, miran detenidamente por el sotobosque. En cuanto oyen un ruido –un chasquido, ramas que crujen…– permanecen atentos, y en cuanto identifican una vocalización de otro chimpancé se miran y se lanzan en dirección al sonido. Se abalanzan sobre el desconocido –sea una cría, una hembra o un macho– agarrándolo, golpeándolo, mordiéndolo y dándole patadas. Cuando alguno de los chimpancés aprehende a un adulto en el asalto, se incorporan todos a la lucha. Los ataques a las crías son más individuales porque no necesitan «ayuda» para zarandearlas y golpearlas contra el suelo. Si el individuo adulto atacado logra zafarse y huir, irá dejando rastros de sangre que demuestran la ferocidad de la lucha .
«Cuando dos o más machos se encuentran con un vecino solitario o con una pareja de hembras con sus crías, se producen los ataques más feroces»
En ocasiones, después del ataque, los chimpancés que han originado el asalto se encuentran en un gran estado de excitación y se exhiben sucesivamente alrededor del escenario del conflicto, arrastrando y agitando ramas, lanzando piedras, moviendo la vegetación y emitiendo gritos y rugidos.
La frecuencia de revista de los límites del territorio puede ser de al menos una vez a la semana en grupos de tres. Ya hemos comentado que parece ser un factor clave el número de combatientes en cada bando para que se produzca un ataque. En Gombe, por ejemplo, la descripción de los ataques resalta un hecho, y es que sólo cuando dos o más machos se encuentran con un «vecino» solitario o con una pareja de hembras con sus crías se producen los ataques más feroces. Es más, la búsqueda para el ataque la pueden desencadenar los gritos de una cría en los límites del territorio; en estas ocasiones la patrulla puede estar más de una hora buscando a la intrusa con su cría.
¿Hay una finalidad en estas agresiones letales intercomunitarias? En el período de agresiones letales intercomunitarias observado en Gombe entre 1974 y 1977, después de haber matado a las hembras adultas con sus crías y a los seis machos adultos, la comunidad de chimpancés ganadora amplió su territorio incorporando el de la comunidad eliminada. Pero su expansión entró en contacto con otra comunidad también muy beligerante que provocó que en el lapso de un año su territorio volviera a reducirse. La contienda entre estas comunidades, la del norte y la del sur, generó más agresiones intercomunitarias, con el resultado de dos machos adultos desaparecidos. La comunidad que los perdió también fue perdiendo territorio, pero no sólo por el norte sino también por el sur, al verse acosada por otras comunidades colindantes. Al final, quedaron reducidos a un territorio de superficie probablemente insuficiente para mantener a un grupo de 18 hembras adultas y sus familias.
«La similitud entre humanos y chimpancés en el tipo de agresiones intergrupales sugiere un “background” evolutivo común»
Los datos que se obtienen de las agresiones intercomunitarias observadas en estas comunidades de chimpancés registran 158 episodios; como resultado se produjeron 49 muertes, de las cuales 33 fueron evidentes y las otras 16 supuestas, ya que no se volvió a ver a los atacados. Más datos de agresiones entre comunidades de chimpancés aparecen en el artículo de Wrangham et al. (2005). Los resultados de estos autores, que calculan unas ratios que incluso permiten hacer la comparación con poblaciones de azadores recolectores ponen de manifiesto que el riesgo de muerte por ataques violentos es aproximadamente similar. Esto confirma la hipótesis de Boehm, que plantea la similitud en las ratios de agresiones letales tanto en chimpancés como en humanos. Aunque los datos que presenta Wrangham tienen una gran varianza y la muestra es pequeña, es destacable que sea la primera vez que se hace el esfuerzo de cuantificar dicha hipótesis.
Áreas de estudio | Comunidades estudiadas |
Autores |
Gombe, Tanzània | Kahama | Goodall et al., 1979 |
Kasekela | ||
Mitumba | ||
Mahale, Tanzània | K-Group | Nishida, 1979 |
M-Group | ||
Taï, Costa d’Ivori | Northern | Boesch, Boesch-Achermann, 2000; Herbinger et al., 2001 |
Kibale, Uganda | Kanyawara | |
Ngogo | Watts & Mitani, 2001; Wilson et al., 2001; Watss et al., 2005 |
Las cifras de ataques de los que se dispone de datos de agresiones intercomunitarias letales provienen de ocho comunidades de chimpancés que viven en cuatro áreas diferentes.
Entre los humanos, los asaltos letales implican una acción deliberada de matar a los miembros del grupo y en las descripciones de las observaciones realizadas en ocho comunidades de chimpancés no resulta siempre posible discernir si la intención era matar al contrario. Las descripciones de cómo inmovilizan a otro macho adulto entre varios y le infligen todo tipo de lesiones podrían explicarse también como el mejor sistema para evitar que el atacado se defienda y pueda herir a los atacantes. A pesar de la dificultad de poder saber si existe o no esta intención en el asalto letal, la similitud entre humanos y chimpancés en el tipo de agresiones intergrupales sugiere un background evolutivo común. Otras similitudes remarcables son que en ambas especies se observan la cooperación entre machos, la territorialidad y la transferencia de hembras entre grupos sociales, factores que bien pueden ser los condicionantes de las agresiones intergrupales. Este planteamiento se basa en la teoría evolutiva de coste-beneficio, de forma que las agresiones intergrupales podrían tener como objetivo el acceso a hembras reproductivas o al control de otros recursos como por ejemplo incrementar el territorio para acceder a otras áreas de forrajeo.
Goodall, J., 1993. A través de la ventana. Treinta años estudiando a los chimpancé. Biblioteca Científica Salvat. Barcelona.
Manson, J. H. i R. W. Wrangham, 1991. «Intergroup aggression in chimpanzees and humans», Current Anthropology, núm. 32 (4).
Watts, D. P., 2004. «Intracommunity coalitionary killing of an adult male chimpanzee at Ngogo, Kibale National Park, Uganda». International Journal of Primatology, vol. 25 (3).
Watts, D. P., Muller, M., Amsler, S. J., Mbabazi, G. i J. C. Mitani, 2006. «Lethal intergroup aggression by chimpanzees in Kibale National Park, Uganda». American Journal of Primatology, núm. 68, pp. 161-180.
Wilson, M. L., Wallauer, W. R. i A. E. Pusey, 2004, «New case of intergroup violence among chimapanzees in Gombe National Park, Tanzania». International Journal of Primatology, núm. 25 (3).
Wrangham, R. W., Wilson, M. L. i M. N. Muller, 2005. «Comparative rates of violence in chimpanzees and humans», Primates.