Los crímenes violentos que cometen las personas comunes son, en la mayoría de los casos, el resultado de la puesta en marcha de la agresión afectiva (también conocida como agresión impulsiva o reactiva).
Hildegard von Bingen supo asumir el papel de visionaria para ganarse la tolerancia de una sociedad en la que las mujeres estaban condenadas al analfabetismo y la humillación, y consiguió así escribir sobre ciencias de la naturaleza y sobre medicina, arte que probablemente también practicó. Su obra representa una síntesis original de ideas procedentes de la tradición oriental, helénica y judeocristiana.
Como colofón de las numerosas entregas dedicadas a la caza fotográfica al acecho, en ésta hablamos de la fotografía con reclamo y, en general, de cómo atraer los animales. De hecho, más bien se trata de un perfeccionamiento de la técnica del hide, ya que se aplica para resolver el principal problema del «cazador de imágenes de fauna», que es conseguir que los protagonistas –frecuentemente aves– se acerquen. Como ya hemos comentado anteriormente, hay que escoger bien la colocación del hide: un abrevadero, un lugar donde se bañen los animales, donde descansen, donde encuentren comida...
Es el primer día de verano y el calor pica como si estuviéramos en el clímax de la estación. El doctor José Sanmartín nos recibe cordialmente en una antigua masía rehabilitada, rodeada de grandes edificios y vías de circulación rápida. En este lugar, un pequeño oasis en medio del tránsito de la ciudad, tiene la sede el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, que se ha convertido en un referente internacional sobre la lucha contra esta lacra.
Scott Atran es un líder de la investigación en antropología. Investigador del CNRS francés y profesor de la Universidad de Michigan, divide su tiempo entre las obligaciones académicas norteamericanas y europeas, pero más de la mitad de cada anualidad la dedica a sus estudios de campo en Indonesia, Pakistán, Afganistán, Palestina y otros lugares donde ha decidido estudiar los ingredientes que alimentan el caldo del yihadismo y su preeminencia en el mundo musulmán así como su papel en el conflicto, de gran alcance, entre el islamismo combativo y Occidente.
El último lunes de mayo los norteamericanos celebran el Memorial Day, una festividad dedicada a los caídos por la patria en las guerras donde ha participado el país que capitanea el mundo desde hace un largo siglo. La tradición exige una profunda observancia del recuerdo y homenajes florales a las tumbas de los soldados, pero el hecho de caer en primavera avanzada convierte la efeméride en un weekend inmejorable para probar la entrada del buen tiempo y gozar de espléndidos paseos y barbacoas.
Aunque el concepto clínico de psicopatía se encuentra estrechamente relacionado con la conducta criminal, y particularmente con la violencia criminal, no podemos asumir, ingenua y erróneamente, que todos los psicópatas cometen crímenes violentos o que las personas que llevan una vida antisocial y criminal han de ser necesariamente psicópatas. Sin embargo, cuando los psicópatas cometen crímenes, lo hacen exhibiendo un patrón –cuantitativa y cualitativamente– diferente al de otros delincuentes violentos.
Muchas personas se sorprenden al saber que existe algo así como un «síndrome de desviación asocial», o si se prefiere, un tipo de temperamento o carácter que conlleva proclividad a la delincuencia y la criminalidad. ¿Cómo puede ser así cuando las presiones culturales son tan poderosas y el ambiente influye de una manera tan obvia para favorecer o incentivar la comisión de delitos en la sociedad?
El primer mandamiento de cualquier ser vivo es sobrevivir. Para sobrevivir tiene que evitar los peligros internos (enfermedades) o externos (irritantes físicos, depredadores). Para poder evitar estos peligros el organismo utiliza dos tipos de sistemas: un sistema de reconocimiento de las señales de alarma y un sistema de capacidad de respuesta una vez identificada la alarma.
En el cerebro se han podido identificar diversos engranajes dedicados a modular el equilibrio entre activación e inhibición de la agresión mediante sustancias químicas, conocidas como neurorreguladores. Los planteamientos simplificadores iniciales pretendían relacionar cada conducta específica con la actividad de transmisores químicos particulares en regiones cerebrales concretas.