Entrevista a José Sanmartín

«Las mujeres aguantan una media de siete años y medio antes de denunciar maltratos a la policía»

Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universitat de València, director del centro y uno de sus fundadores

José Sanmartín

Es el primer día de verano y el calor pica como si estuviéramos en el clímax de la estación. El doctor José Sanmartín nos recibe cordialmente en una antigua masía rehabilitada, rodeada de grandes edificios y vías de circulación rápida. En este lugar, un pequeño oasis en medio del tránsito de la ciudad, tiene la sede el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, que se ha convertido en un referente internacional sobre la lucha contra esta lacra. José Sanmartín, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universitat de València, es el director del centro y uno de sus fundadores. A lo largo de su dilatada trayectoria profesional, José Sanmartín ha trabajado en múltiples organismos y ha ocupado varios cargos, entre los que hay que destacar el de investigador de la Fundación Alexander von Humboldt (1974-76, 1986) en la Escuela Técnica Superior de Aquisgrán y en el Instituto Max Planck de Fisiología de la Conducta y de Etología Humana, o el de director del Proyecto TEMPUS (Teaching Social Assessment of Science and Technology) de la UE (1991-94) y presidente de la Society for Philosophy and Technology (EEUU). Ha publicado numerosos artículos científicos, libros y compendios.

José Sanmartín

© Foto: Ana Ponce

El profesor Sanmartín nos acompaña hasta un pequeño patio envuelto de enredaderas en flor donde soporta con paciencia y buen humor la sesión de fotos que acompaña el reportaje. A lo largo de la entrevista se hace patente que es un hombre entusiasta (utiliza muchos superlativos), que goza con lo que hace y que está plenamente comprometido con el trabajo que lleva a cabo el Centro Reina Sofía. Le preocupa la repercusión de sus palabras y eso se percibe en su interés por explicar las cosas de manera clara y sencilla. Durante la entrevista corrige alguna de sus respuestas y hace numerosas puntualizaciones para evitar malentendidos.

¿Cómo surgió la iniciativa de crear un centro de estudios de la violencia?
Surgió de una convergencia de intereses. Santiago Grisolía hacía tiempo que venía hablando de la necesidad, más que conveniencia, de crear un centro para el estudio de la violencia, porque él consideraba que era el principal problema con que se cerraba el siglo XX. Yo, por mi parte, desde final de los ochenta, había hecho gestiones para montar una unidad para estudiar la violencia en el seno del CSIC o de la propia universidad. El impulso final lo dio la reina Sofía. El año 1996, organizamos una gran reunión sobre violencia a la que asistieron grandes personalidades del mundo de la investigación y del mundo de la sensibilización social en torno al problema. Contó con la presencia de la reina y fue ella quien comentó que consideraba muy importantes los foros de reflexión como aquél, pero que era más importante que la reflexión fuera permanente, y eso desencadenó un proceso que un año después llevó a la Generalitat Valenciana a crear el Centro Reina Sofía (el 4 de noviembre de 1997). La reina es la presidenta de honor y eso no es un mero título honorífico: la reina estuvo realmente implicada en la creación del Centro.

¿Cuáles son los objetivos del Centro?
Hay tres objetivos. El primero y más básico es la investigación. El personal del centro trabajamos en la investigación de las raíces biológicas y las raíces sociales de la violencia, y en los distintos contextos en los que se manifiesta (en la familia, la escuela, el trabajo, las calles, la política, etc.). Eso se traduce en líneas de publicación, algunas en colaboración con entidades privadas. Por ejemplo, con Ariel, del Grupo Planeta, tenemos una colección que se llama «Estudios sobre violencia». También publicamos informes que editamos directamente. El segundo objetivo es la sensibilización. El centro se funda con la idea de poner la investigación al servicio de la sociedad. Tenemos como objetivo sensibilizar la sociedad y por eso organizamos periódicamente talleres y un encuentro anual donde procuramos que grandes expertos en el área que se aborda debatan con sus colegas de otras áreas. La última tarea es la cooperación, pero no como una ONG (no somos una ONG). Estamos realizando estudios, proyectos y programas fuera de España, fundamentalmente en África. Pondré algún ejemplo para que se me entienda mejor: uno de los grandes temas de la violencia de género es la mutilación genital femenina, y queremos hacer un proyecto sobre este tema en Kenia. Ahora mismo realizamos programas para combatir la violencia de género en el ámbito sanitario en Angola y hemos empezado en la República Árabe Saharaui (el antiguo Sáhara Occidental).

¿El centro dispone de una plantilla de investigadores propia o colabora con investigadores de otras instituciones?
Ambas cosas. El centro tiene una plantilla propia formada principalmente por investigadoras, doce investigadoras y dos investigadores, sin embargo, además, fomentamos y ayudamos (subvencionamos) proyectos de otros grupos españoles.

«Nos preocupa mucho la manera como los medios de comunicación informan, y hemos tenido muchos contactos con ellos para intercambiar ideas sobre cómo informar»

¿Cuáles son los proyectos de futuro del centro?
En este mismo momento una empresa demoscópica, con la que tenemos un convenio de colaboración, realiza un sondeo mediante el cual pretendemos tener las primeras cifras fiables sobre el maltrato a personas mayores en el ámbito familiar. Estamos realizando 800 entrevistas a personas mayores y 800 entrevistas a cuidadores para poder cruzar los datos, ya que la percepción del problema por parte de la persona mayor supuestamente maltratada, o el cuidador, supuestamente maltratador, puede ser distinta. España será uno de los primeros países que dispondrá de cifras fiables sobre la materia, porque hasta ahora las que hay son de estudios con muestras muy reducidas. También realizamos un proyecto (laboriosísimo) para conocer los costes sociosanitarios reales –incluyendo los laborales– de la violencia contra la mujer en la Comunidad Valenciana. Otro proyecto que hemos iniciado es la segunda parte del informe internacional, que publicamos en el 2003, sobre datos de asesinatos de mujeres (feminicidios) a manos de sus parejas o ex parejas a lo largo del mundo (son las únicas cifras que hay a escala internacional). Desde 2004, trabajamos en esta segunda parte. Hemos introducido algunas correcciones en la manera de tomar los datos, utilizaremos una sola fuente, que son las direcciones generales de la policía. Ya sé que son datos que tienden a la baja, pero como todos tienden a la baja, se compensa. Tenemos también datos propios sobre la correlación, que no causación, entre alcohol y violencia contra la mujer en distintos países.

¿Cuántos años aguanta una mujer antes de denunciar el maltrato?
Según estudios de nuestro centro, las mujeres aguantan una media de siete años y medio antes de denunciar. Sólo del 20 al 30% de las mujeres asesinadas habían denunciado antes maltratos a la policía.

¿Está incrementándose la violencia de género?
Se incrementan las denuncias y eso nos puede permitir sustentar la hipótesis optimista de que hay los mismos casos, aunque hay más denuncias, pero la realidad es que hemos vivido un cierto crecimiento hasta el 2003, año en que ha empezado a romperse la tendencia.

En nuestro país, ¿qué efecto han tenido las últimas leyes sobre violencia de género en estas cifras?
No debemos lanzar las campanas al vuelo, pero se nota un poco. Desde el 2004 hay una ligera tendencia a la baja, que sigue el 2005. Veremos si este año se mantiene. Yo tengo la esperanza de que esta tendencia se mantenga, porque, aunque empezamos el 2006 catastróficamente mal, los últimos meses se ha ido compensando.

«Crece el maltrato infantil a los niños. No los vemos como personas, sino como propiedad de los padres, sin derechos»

¿La «publicidad» que hacen los medios de comunicación, de los casos de violencia de género, puede influir para que se produzcan más?
Carmen Vires, socióloga de la Universidad de Alicante, ha hecho un estudio sobre eso y parece que no es así. Nosotros nos planteamos poner a prueba algunas hipótesis que han surgido de observaciones fáciles de constatar. Si un hombre mata a una mujer utilizando, por ejemplo, gasolina, esta manera de asesinar se repite en dos o tres casos más.

¿Hay, por tanto, un efecto de imitación?
Está claro que a quien no tiene intención de matar, el asesinato de una mujer no le impulsará a matar (como el hecho de ver imágenes violentas no hace violenta a una persona), pero sí que puede dar ideas a quien tiene intención de matar. Por eso nos preocupa mucho la manera como los medios de comunicación informan, y hemos tenido muchos contactos con ellos para intercambiar ideas sobre cómo informar. Por ejemplo, una información sobre el maltrato a una mujer no debe centrarse en la víctima, debe centrarse en el agresor. Debe poner de manifiesto sobre todo lo que le ocurre con posterioridad al acto, porque la mayor parte de los asesinos no se suicidan como se cree ingenuamente mucha gente. De cada diez agresores se suicidan dos, el resto acaba en la prisión (muy pocos escapan). No es buena idea, por ejemplo, entrevistar a los vecinos, ya que sus opiniones solo refuerzan los estereotipos.

¿Qué pasa con otras manifestaciones de la violencia? ¿Van en aumento?
En general, la violencia va en aumento, pero eso hay que matizarlo. Hay formas de violencia que bajan. La violencia juvenil ha ido bajando en los últimos años. No obstante, la percepción social es la contraria. La gente piensa que los jóvenes son cada vez más violentos. Los datos dicen que la mayor parte de los delincuentes detenidos en España tienen entre 21 y 34 años. Son jóvenes, pero adultos jóvenes, en absoluto adolescentes (menores de 21 años). En cuanto a otro tipo de violencia, crece la violencia contra las personas mayores. Aunque no tenemos datos absolutamente fiables, varios sondeos que se han hecho en España muestran que va creciendo. Crece el maltrato infantil, el registrado por el Ministerio de Interior y el sondeado, que es mucho más alto, porque es un tipo de maltrato poco visible.

José Sanmartín

© Foto: Ana Ponce

Los niños no suelen denunciar y los vecinos no quieren implicarse.
Efectivamente. Es una forma de violencia que no se suele denunciar. El problema es que a los niños no los vemos como personas, sino como propiedad de los padres, sin derechos. Esta visión hunde sus raíces en el pensamiento occidental. Aristóteles dijo que «el esclavo y el niño son propiedades» y añadió una cosa terrible: «una persona, con lo que es suyo, es justo que haga lo que quiera». Este tipo de idea desgraciadamente aún está muy presente en nuestra sociedad.

Quizá, en parte, el crecimiento detectado de la violencia se debe a que se denuncia más.
Es verdad que la violencia registrada globalmente sube, pero también es verdad que en nuestra sociedad continuamente vamos tipificando como delitos prácticas que hasta hace cuatro días eran consideradas habituales. La gente dice que antes no había violencia de género en relaciones de pareja, había crímenes pasionales y eran escasos. Nosotros estamos vaciando en estos momentos todos los expedientes desde el año 1940 relativos a crímenes pasionales que ha habido en España. Cuando los tengamos creo que podremos decir que antes se mataba y se mataba muchísimo. Ha habido una serie de prácticas, incluso justificadas socialmente –pensemos lo que significa la patria potestad respecto del niño o lo que significa aquello de «entre marido y mujer no te debes de meter»–, que desde final del siglo xx las hemos empezado a tipificar como lo que son: delitos. Y evidentemente, las denuncias de delitos crecen. Es verdad que la violencia crece, pero también crece nuestra sensibilidad al mismo tiempo. Por eso yo creo que buena parte de la violencia denunciada es violencia de nuevo orden.

Aún no han pasado dos generaciones desde el reconocimiento de muchos derechos básicos.
Efectivamente, no han pasado treinta años desde que la ONU declaró la década de los derechos de la mujer. En 1975, la ONU fomentó la necesidad de combatir todo tipo de discriminación contra la mujer y sobre todo de erradicar todo tipo de conducta violenta. Es en aquel momento, y no antes, cuando en la mayor parte del mundo occidental los gobiernos se hacen eco del problema y lo incorporan a sus agendas. Unos años antes, en 1962, había sucedido lo mismo con los niños. Un médico acuñó un término que hizo furor en los medios de comunicación «el síndrome del niño apaleado» y a partir de aquello empezó a tomarse en serio la existencia del maltrato infantil físico, emocional o sexual.

¿Eso demuestra el poder de los medios de comunicación?
Los medios tienen mucho de poder y presionan, a través de la alarma social, a los políticos, y eso hace que los problemas se incorporen a la agenda de los políticos. Los medios de comunicación realizan una labor muy positiva (aunque a veces se excedan con tintes de sensacionalismo). Lo que han conseguido, con ayuda de los expertos, es a que haya ido avanzando gradualmente la frontera de lo intolerable, es decir, de lo que ya no aguantamos. Eso sucede en la década de los sesenta con la violencia infantil, con la violencia contra la mujer en la década de los setenta, y con la violencia contra los mayores en la década de los ochenta.

«En nuestra sociedad contínuamente vamos tipificando como delitos prácticas que hasta hace cuatro días eran consideradas habituales»

¿Dónde se encuentra ahora la frontera de los fenómenos violentos?
Ahora vivimos la nueva frontera que es el asedio escolar. Ya no podemos de ninguna manera tolerar que, en el ámbito en que deben darse las condiciones para formarse como ciudadanos de futuro haya una verdadera tortura. No hablamos de una violencia esporádica u ocasional, porque el asedio escolar no es la violencia escolar. El asedio escolar es una forma de violencia escolar reiterada, que implica abuso de poder por parte del agresor y que tiene unas consecuencias traumáticas muy fuertes, porque induce un fortísimo terror en la víctima. No queremos tolerar más este atentado contra los derechos humanos en nuestras aulas.

Por último, ¿puede indicar cuáles considera que son las líneas de riesgo para las nuevas fronteras de la violencia en nuestra sociedad?
Lo que se refiere a derechos de minorías está avanzando muchísimo. La violencia social contra minorías (como las sexuales) que no se adaptan a «lo que se ha establecido como norma» ha disminuido, pero aún queda mucho por recorrer. Sin embargo una nueva frontera importante es la significada por la intolerancia hacia cualquier forma de violencia contra las minorías culturales. Esta es aún una asignatura pendiente que se llama interculturalidad, como una herramienta para combatir cualquier forma de violencia contra minorías culturales. Por interculturalidad no quiero decir que las minorías tengan que integrarse en la cultura mayoritaria para no sufrir violencia. En absoluto. Debemos encontrar el punto común desde el cual respetemos la esencia de las culturas para construir una sociedad en la que las culturas vivan integradas armónicamente y no de espalda las unas a las otras.

© Mètode 2006 - 50. Una historia de violencia - Disponible solo en versión digital. Verano 2006

Profesora agregada Serra Húnter del Departamento de Medicina Experimental. Facultad de Educación, Psicología y Trabajo Social. Universidad de Lleida.