Argumentar para convencer

Retórica del discurso científico

Santiago Ramón y Cajal

Este artículo trata del discurso científico como discurso retórico desde el punto de vista de la estructura de las partes clásicas del discurso oral (y de todas las clases de discursos). La función de la argumentación en el discurso con la finalidad perlocutiva de convencer a los receptores es estudiada como un fundamento de la naturaleza retórica del discurso científico. Se lleva a cabo el análisis de un texto de Santiago Ramón y Cajal por medio de las herramientas proporcionadas por la retórica de modo que se prueba el carácter retórico del discurso científico. La principal contribución de este artículo es la determinación del papel axial de la argumentación en el discurso científico y la demostración de su extensión a lo largo del mismo.

Palabras clave: retórica, expansión retórica, discurso retórico, discurso científico, argumentación.

La expansión disciplinar de la retórica

Como es sabido, la retórica nació en Sicilia como instrumento para la comunicación en los tribunales de justicia en el ámbito del derecho civil. Sin embargo, no se limitó en sus primeros desarrollos a dicho ámbito jurídico, sino que se extendió al derecho penal en una constante expansión que se dio también en relación con el tipo de discursos de los que se ocupa en cuanto a su producción y estudio. Así, si tenemos en cuenta los géneros retóricos planteados por Anaxímenes de Lámpsaco y por Aristóteles (1971), la retórica dio sus primeros pasos en el espacio de una praxis comunicativa propia del género judicial, en el que están situados los discursos ante los que los receptores deciden sobre hechos pasados, para pasar después al espacio de la comunicación correspondiente al género deliberativo, ante cuyos discursos los receptores deciden sobre hechos futuros (como sucede en los discursos políticos) y al de la comunicación del género demostrativo, ante cuyos discursos los receptores no deciden, aunque sí valoran las ideas que les son propuestas y juzgan sobre la habilidad comunicativa del orador. A partir del discurso oratorio la retórica se ocupó de la literatura, en la que tan importantes son los dispositivos de expresividad, las figuras y los tropos. De la oralidad, la retórica pasó a la escritura y a todo tipo de discurso —incluido el metacomunicativo, como es el de la traducción (Chico Rico, 2015)—, sea cual sea su soporte, y en la actualidad está vinculada también al discurso digital, sin haber abandonado ninguno de los espacios anteriores. Por ello es importante en la retórica la recuperación del pensamiento histórico propuesta por Antonio García Berrio (1984). Desde sus primeros tiempos la retórica, aunque nacida y establecida en el ámbito del derecho, mantuvo una estrecha relación con la pedagogía, la psicología y la ciencia política. Configurada como técnica de la comunicación eficaz (Quintiliano, 1970), la retórica se ha mostrado útil en todo tipo de comunicación, tanto en la producción discursiva como en el análisis. Por ello se ha conectado con disciplinas con las que anteriormente no había tenido relación, como la economía, la antropología, la biología, la física, etc. Es con estas últimas relaciones como se completa la vinculación de la retórica al discurso científico.

La retórica y el discurso científico

La palabra ciencia viene del latín scientia, que significa conocimiento, por lo que la actual tendencia a la identificación exclusiva de la palabra ciencia con una de las diferentes ciencias existentes (humanas, sociales, naturales, exactas, etc.) podría, en principio, considerarse contraria no solo a la etimología, sino también al significado actual de la palabra. La primera acepción que ciencia tiene en el Diccionario de la Real Academia es: «Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales» (Real Academia Española, 2014). Por consiguiente, referirse al discurso científico es tratar el discurso de cualquiera de las ciencias; no obstante, es posible considerar como representante canónico del discurso científico, sea cual sea su clase, el discurso de las ciencias naturales, de las ciencias matemáticas, de las ciencias de la salud, por contener y evidenciar con extraordinaria intensidad las estructuras y mecanismos propios de los distintos discursos científicos.

Una de las claves de la adecuación metodológica (tanto en la producción como en el análisis) de la retórica al discurso científico es la función que en éste tiene la argumentación (Marraud, 2007), uno de los componentes imprescindibles de la retórica, siendo necesario que el discurso retórico contenga argumentación; esto es, motivación, justificación de sus planteamientos y propuestas. La retórica es una técnica y una ciencia que necesita los porqués; el discurso retórico –todo discurso retórico, no solamente el científico– ha de tener un apoyo argumentativo basado en las leyes, en la historia, en la literatura, en el razonamiento, en la experimentación.

Las partes del discurso retórico y su proyección en el discurso científico

La retórica clásica planteó las partes orationis, las partes del discurso, principalmente para el discurso de género judicial, pero estas funcionan también en los discursos de los otros géneros retóricos, el deliberativo y el demostrativo, que es el género en el que se sitúa el discurso científico. Las partes orationis articulan la relación entre el discurso y el referente expresado por el discurso, unen la dimensión sintáctica semiótica del discurso y su dimensión semántico-extensional, referencial, la de la realidad efectiva o imaginaria representada por la construcción textual (Albaladejo, 1988-1989); y todo ello está dinámicamente inserto en la estructura pragmática, comunicativa, en la que el productor del discurso intenta actuar perlocutivamente sobre los receptores influyendo en ellos con persuasión o convicción. Todas sus partes están subordinadas a la construcción global del discurso, la cual se dirige al efecto perlocutivo en los receptores (oyentes, lectores).

Las partes del discurso retórico son exordio, narración, argumentación y peroración. La argumentación está a su vez dividida en prueba y refutación (Lausberg, 1966-1968; Pujante, 2003). El exordio es una presentación del tema que se va a tratar, pero también del propio productor y de las circunstancias o motivos en los que se basa su intención comunicativa al construir y comunicar el discurso (tanto si es oral como si es escrito). La narración es la exposición de los hechos de los que trata el discurso. La argumentación consiste en el apoyo discursivo (con pruebas, ejemplos, citas de autoridad y entimemas y epiqueremas como formas de razonamiento retórico) a favor de la tesis o las tesis defendidas en el discurso, tomando entonces la argumentación la forma de prueba, y en contra de otras tesis con las que no se está de acuerdo, siendo entonces su forma la de refutación. Por último, la peroración es la parte final del discurso, en la que el productor ofrece una recapitulación a modo de síntesis de los principales puntos tratados en el discurso y plantea al receptor que apoye la tesis o las tesis que él defiende en su discurso intentando captar su adhesión.

Las partes del discurso actúan como conjunto al servicio del mismo y de su finalidad perlocutiva. Cada una de ellas cumple su función en el discurso y apoya al resto de las partes; ninguna tendría sentido por sí misma, en ausencia de las demás. Es una armazón dinámica discursiva como construcción lingüística y como referente. Aunque el peso retórico recae sobre todas las partes del discurso, la argumentación es la parte central, es el núcleo del discurso retórico y de cualquier discurso.

Todas las partes del discurso retórico se proyectan en el discurso científico en la medida en que éste es también un discurso retórico y posee la estructura retórica de las partes orationis, que en él funcionan al servicio de la acción perlocutiva sobre el receptor consistente en convencerle de las tesis científicas que son planteadas retóricamente (y, por tanto, argumentativamente) por el productor. El discurso científico, el de todas las ciencias y, por tanto, el discurso de las ciencias naturales, matemáticas y de la salud, es un discurso retórico. En virtud de la expansión de la retórica, ésta pasó de ser técnica de la comunicación del discurso oral a serlo de la comunicación del discurso escrito, sin por ello dejar de cumplir su función respecto del oral. La retórica está así en el ámbito del discurso escrito, en el del ensayo y, por supuesto, en el del ensayo científico. De esta clase discursiva es el ensayo Las sensaciones de las hormigas, de Santiago Ramón y Cajal (1921), discurso científico de comunicación escrita en el que el médico navarro se ocupa de la psicología de las hormigas.

Argumentar para convencer

En la medida en que se trata de un discurso retórico, el ensayo de Ramón y Cajal tiene la estructura de partes orationis con algunas peculiaridades que están orientadas a intensificar el efecto perlocutivo, la finalidad de convicción del discurso científico. Así, el exordio de este ensayo permite al productor o autor del mismo presentar su propio discurso, explicando el motivo de su redacción y publicación e introducir el tema del que va a ocuparse, añadiendo una valoración de modestia sobre su propio ensayo:

Requerido bondadosamente por D. Ignacio Bolívar, el sabio y venerado maestro de todos los naturalistas españoles –apartado por tiranía de la ley y en plena lozanía intelectual del aula universitaria, aunque no por fortuna de su vocación docente–, escribo las presentes cuartillas, pobrísima ofrenda con que intento colaborar a la celebración del cincuentenario de la Sociedad Española de Historia Natural, una de las Corporaciones científicas más patrióticas, laboriosas y desinteresadas con que se enorgullece nuestro país.
Esta breve y descosida contribución constituye –huelga decirlo– fruto en agraz, prematuramente arrancado del árbol, todavía en vivero, de mis investigaciones sobre la psicología de las hormigas.
(Ramón y Cajal, 1921)

El exordio orienta a los receptores a propósito de los motivos del discurso científico, sobre el tema y sobre sus circunstancias. Predispone la atención de los receptores, que comienzan a activar sus mecanismos interpretativos al saber de qué trata. Hay que destacar la condición metadiscursiva que tiene el exordio.

La narración es otro elemento discursivo plenamente funcional. El estado de la cuestión forma parte de esta pars orationis. Ramón y Cajal plantea extensamente la narración, comenzando con una exposición general acerca de las investigaciones de distintos científicos sobre el tema objeto de su ensayo:

Las cuestiones tocantes a los tropismos, datos sensoriales, percepciones, memoria asociativa, actos reflejos, instintos superiores, etc., de esta atrayente categoría de himenópteros, han sido estudiadas por numerosa falange de esclarecidos investigadores, entre los cuales –y no cito sino los más modernos– es de justicia recordar los nombres de Lubbock, Fabre, Forel, André, Turner, Bethe, Ziegler, Santschi, Bonnier, Bohm, Piéron, Cornetz, Bouvier, etc.
Todo observador recién venido a un dominio muy explorado, antes de hacer obra personal, se ve forzado a repetir, comprobar y discutir los datos y experimentos recogidos por sus predecesores. Yo me encuentro aún, por desgracia, en la primera fase de este proceso. En vez de añadir cosas nuevas a lo publicado por tantos sabios ilustres, véome obligado a señalar, según mi humilde entender, lo que haya de cierto en lo diputado por nuevo. Por donde mi labor, harto ingrata, consistirá, no en apurar, sino en depurar; y esto sin la certidumbre de conseguirlo: tantas y tan variadas son las causas de error que falsean el juicio al discurrir sobre tan delicados problemas.
(Ramón y Cajal, 1921)

La narración, como el exordio, está al servicio de la finalidad perlocutiva: ambas partes de este discurso científico están orientadas a convencer a los receptores, para lo cual es necesario dar cuenta de las investigaciones realizadas por otros científicos y tomar posición respecto de ellas, además de presentar la propia experiencia en cuanto al asunto que es tratado en el discurso.

Santiago Ramón y Cajal escribió el ensayo Las sensaciones de las hormigas con motivo del 50 aniversario de la fundación de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Tomo extraordinario publicado para conmemorar la efeméride, en el que se reunieron numerosos textos científicos./ Foto: Mètode

Es frecuente que la narración esté entreverada con elementos de la argumentación, que son planteados al hilo de informaciones relativas al estado de cosas propio de la narración. Es lo que sucede en el discurso científico Las sensaciones de las hormigas, y se da también en otros ensayos, incluso en discursos retóricos de carácter político. La argumentación es, sin duda, la pars orationis más importante del discurso científico (Ordóñez, 1998; Pera, 1991; Zamora Bonilla, 2006), cuyo productor tiene que argumentar a favor de sus tesis y en contra de las tesis con las que no está conforme, activando comunicativamente la prueba y la refutación en la dimensión dialéctica del discurso retórico. La argumentación es precisamente un punto de conexión entre retórica y ciencia (Salvador Liern, 2008), por el carácter clarificador del lenguaje científico (Hernández Guerrero y García Tejera, 2004). El carácter dialéctico de la argumentación retórica puede apreciarse, en lo que respecta al ensayo de Ramón y Cajal, en el siguiente fragmento, que constituye refutación:

Percepción supuesta de los colores. Admitida por el concienzudo Sir Lubbock y otros observadores, dista mucho de estar demostrada. En rigor, lo que se deduce de los pacientes e ingeniosos experimentos del sabio inglés, no es que la F. fusca y el Lasius niger discriminen cualitativamente los colores, sino que tales hormigas son afectadas, al modo de la placa fotográfica, por las radiaciones más breves del espectro, o sea por las dotadas de mayor poder fotoquímico.
Por otra parte, la anatomía del ojo de las hormigas de vista escasa no habla en pro del parecer de Lubbock. Aun cuando nuestros estudios sobre este punto disten de tocar a su fin, a causa de la enorme dificultad con que se lucha para obtener cortes finos bien teñidos del aparato ocular, todas nuestras preparaciones del ojo de los soldados del Aphaenogaster, Camponotus cruentatus, etc., muestran inmediatamente detrás de corneolas fuertemente biconvexas una capa compacta y continua de pigmento pardo-negruzco, que absorbe totalmente las radiaciones espectrales.
(Ramón y Cajal, 1921)

La dimensión de prueba de la argumentación está, como no puede ser de otro modo, presente en este ensayo. En el discurso científico, la experimentación tiene una función argumentativa con una fuerza extraordinaria en cuanto a la finalidad perlocutiva para convencer a los receptores. El autor de Las sensaciones de las hormigas utiliza los experimentos como elementos argumentativos:

Citemos ahora algunos experimentos, a nuestro juicio, probatorios de que las hormigas oligovisuales carecen de la visión de los colores.
Comencemos por declarar que tales himenópteros no revelan el menor signo de sorpresa o de extrañeza cuando, de regreso de sus excursiones, encuentran las pistas o las aberturas del nido teñidas intensamente con diversos colores de anilina, a condición de que la desecación de éstos sea completa. Igual indiferencia se advierte cuando delante de las obreras en marcha son proyectadas las radiaciones del prisma o la luz solar tamizada por cristales coloreados.
(Ramón y Cajal, 1921)
Como discurso retórico que es, en el discurso científico no puede faltar la peroración, conclusión del discurso, en la cual está incluida la captación afectiva de los receptores, que es clave en la acción perlocutiva del discurso. De la peroración del ensayo de Ramón y Cajal forma parte este fragmento, con el que finaliza el discurso:
Muy instructivo es comparar, bajo este aspecto, los lúcidos y complejos instintos industriales de la hormiga, casi ciega, con la precaria mentalidad de aquellos insectos que, cuales la mosca, la libélula o la mariposa, están dotados de ojos magníficos, de olfato y tacto exquisitos y de vuelo poderoso. Diríase que la Naturaleza, como si tuviera conciencia de sus propias injusticias, se complace a menudo en prodigar todos los dones del espíritu a los más humildes seres, por igual abandonados de la fuerza, de la belleza y de la gracia.
(Ramón y Cajal, 1921)

Lo que se deduce del examen de este discurso científico es el papel axial que la argumentación, como pars orationis, desempeña a lo largo de todo el ensayo, llegando a impregnar las demás partes, no solamente por la antes mencionada construcción entreverada de narración y argumentación, sino porque atrae a su función perlocutiva incluso al exordio y a la peroración, que adquieren un carácter en cierto modo argumentativo.

Al servicio de la función perlocutiva y subordinada a la condición transversal y global que en el discurso científico tiene la argumentación, se encuentra la metáfora (Arduini, 2007), de eficaz rendimiento comunicativo. Sirva de ejemplo la metáfora que en el exordio utiliza Ramón y Cajal para presentar el carácter todavía inmaduro, por encontrarse en una fase inicial, de su investigación sobre el objeto del ensayo: «fruto en agraz, prematuramente arrancado del árbol, todavía en vivero» (Ramón y Cajal, 1921).

Conclusión

La axialidad de la argumentación en el discurso científico es uno de los fundamentos de su condición de discurso retórico. A propósito de la necesidad de la argumentación para probar y refutar, hay que tener en cuenta su carácter cultural, de tal modo que no sería aceptado en la cultura comunicativa un discurso científico en el que no hubiera argumentación o en el que ésta fuera débil. Es por ello por lo que el discurso científico es objeto de la retórica cultural (Albaladejo, 2013).

La presencia de la argumentación en el discurso científico sustenta el carácter racional de éste; sin embargo, el discurso científico no es ajeno a elementos irracionales, afectivos, como puede comprobarse en la peroración del ensayo de Ramón y Cajal.

© Mètode 2015 - 86. Palabra de ciencia - Verano 2015