Evolución reciente de la costa

Propuestas para su análisis

Evolució de la costa

Recent changes in the coast and methods of analysis. Coastlines are dynamic features undergoing constant change. To study their evolution, one must differentiate cyclic changes, which are due to natural causes, from those that have a longer-term effect. To study each of these types of changes there are a variety of techniques, which have improved over recent years thanks to the development of Geographic Information Systems (SIG), as well as satellite images, which enable more coherent decisions to be taken politically where coastal planning is concerned.

De todos los ámbitos naturales las costas son, sin duda, los que con más frecuencia y claridad muestran cambios significativos en su forma y disposición, especialmente en las zonas de playa. Aquí, incluso, diariamente podemos encontrar variaciones y cambios debidos al enorme desgaste de energía a que se ven sometidas. Las olas reciben la energía del viento y la trasladan por el mar hasta llegar a las aguas superficiales de la costa; allí experimentan toda clase de alteraciones que acaban desequilibrándolas y rompiéndolas. La sucesiva ruptura de las olas genera una cantidad ingente de trabajo que se verifica en removilización de sedimentos del área costera. Las playas son, en realidad, enormes disipadores de la energía de las olas y tienen como la más valiosa de sus características la capacidad de adaptar su morfología a las condiciones cambiantes del mar y del viento. Algunos autores han dicho que una playa natural es el mejor y más perfecto sistema de defensa de la costa, ya que tiene bastante flexibilidad para adaptarse a las situaciones energéticas cambiantes.

Almenara

Los efectos regresivos han hecho que el mar arrastre a muchas edificaciones litorales que, no hace mucho, quedaban alejadas de la orilla. En la foto, se puede ver una imagen de enero del 2000 de la costa de Barri- Mar de Almenara. Este sector ha sufrido una regresión de unos 200 m a lo largo de los últimos cincuenta años. Estas construcciones están actualmente derruidas. Foto: Olga Mayoral

Por todo esto es obvio que la playa cambia de forma natural. Ahora bien, es fundamental distinguir entre aquellos cambios que se producen a corto plazo y que tan sólo son oscilaciones, en cierta medida cíclicas, de los materiales de playa por encima o por debajo del agua, de aquellos otros que provocan cambios progresivos, que tienen un carácter más o menos permanente y que, en la mayor parte de las ocasiones, están claramente relacionados con intervenciones humanas directas o indirectas. Los primeros son fruto de cada uno de los temporales y por tanto pueden detectarse después de unas semanas de análisis. Los segundos son el resultado de las movilizaciones sucesivas en un sentido predominante y para detectarlos habrá que analizarlos sobre escalas temporales un poco más largas: unos años, alguna década o algunos siglos.

Los cambios «cíclicos» o a corto plazo permiten reconocer el funcionamiento habitual del sistema costero, es decir, la respuesta morfológica que las playas y los distintos elementos que las componen –barras submarinas, bermas, primera alineación dunar, etc.– presentan frente a la acción de las olas, tanto durante el buen tiempo como durante los temporales. Para reconocerlo habrá que hacer, sobre zonas predeterminadas, levantamientos topográficos y batimétricos periódicos que nos permitan observar los cambios que se van produciendo tanto en la playa emergida como en la sumergida. Preferentemente, el levantamiento no habría que restringirlo a un único perfil por playa, sino que conviene medir al menos tres o cuatro perfiles paralelos separados entre ellos entre 50 y 100 metros para observar los cambios tanto en el sentido transversal en la playa como longitudinal. Hay que señalar que a la información topográfica se han de añadir, siempre que se pueda, datos de textura de los materiales que componen la playa para comprender los movimientos de arenas, gravas y piedras con cada uno de los temporales.

«En las últimas décadas hemos visto retrocesos espectaculares de algunos sectores costeros»

Con toda esta clase de observaciones se puede evaluar la respuesta que el sistema playa tiene frente a la situación del oleaje; las playas se pueden categorizar mediante índices más o menos complejos fundamentados tanto en la forma de la playa como en las características del oleaje. Lamentablemente en nuestras costas no se cuenta con medidas sistemáticas como las aquí propuestas, sino que éstas quedan restringidas a periodos y áreas muy concretas y, por tanto, podemos decir que aún nos falta mucho por conocer de la dinámica a escalas temporales cortas de nuestras playas.

cullera

Fotografía aérea de la desembocadura del Júcar en el litoral de Cullera. La construcción de espigones provoca una acumulación diferencial de sedimentos que artificializa la franja costera y que da como resultado un paisaje denominado de «dientes de sierra». / Foto: Francesc Jarque

Los cambios «progresivos» que se verifican a escalas temporales un poco más largas han llamado, obviamente, más la atención y han provocado en más de una ocasión una clara preocupación social. En las últimas décadas hemos visto retrocesos espectaculares de algunos sectores costeros: ejemplos escandalosos se pueden observar en las playas de Nules, Moncofa, Xilxes, La Llosa o Almenara. Igualmente, muchos habitantes de L’Horta Nord recuerdan que se han «perdido» las playas de Albalat, Foios o Meliana. De forma parecida se puede hablar de retrocesos llamativos de la costa al sur de la desembocadura del Turia y del Júcar y en muchos sitios más. También hay lugares donde se han detectado ganancias impresionantes. El caso más espectacular se detecta al norte de la ciudad de Valencia, donde la playa adosada el dique de Levante del puerto ha visto crecer su extensión hasta un quilómetro.

Medir estos cambios no siempre es sencillo. El sistema más habitual es la comparación de documentos cartográficos y fotográficos que muestran la situación de la costa en distintas fechas. Así se pueden detectar alteraciones paisajísticas y medir las variaciones concretas y, en ocasiones, superficiales que se han producido. Pero hay que tener en cuenta las limitaciones que cada tipo de documento presenta: los mapas son representaciones generalizadas de la realidad y, por tanto, siempre mediatizadas por los objetivos de cada mapa y del cartógrafo, mientras que la fotografía aérea presenta como principal limitación que se trata de una proyección cónica de la realidad representada y, por tanto, se deben corregir las posibles distorsiones antes de tomar medidas exactas. En cualquiera de los dos grupos de documentación, una limitación clave para observar cambios constantes es la escala: los documentos con escalas inferiores a 1/30.000 difícilmente permiten evaluar las alteraciones con un grado suficiente de fidelidad.

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El 90% de las playas valencianas no tienen dunas a causa de la maquinaria pesada que se utiliza para “acondicionarlas” para el uso turístico. A la derecha, limpieza de la playa de Benicàssim. / Foto: M. A. Gómez-Serrano

La documentación existente de los últimos años es relativamente abundante, pero bastante menos abundante, con escalas suficientemente detalladas, de épocas anteriores a la década de los cincuenta. Los mapas antiguos, anteriores a la segunda mitad del siglo XIX, son documentos extraordinariamente interesantes para mostrar la existencia de determinados elementos geográficos, pero no suelen presentar la calidad métrica suficiente para hacer medidas exactas. Se cuenta con series de cartas náuticas de finales del siglo XIX que representan el conjunto de la costa valenciana a escala poco detallada (aproximadamente 1/100.000). De algunos sectores concretos (puertos, bahías,…) hay cartas a escalas con suficiente detalle. Otro grupo de mapas interesante a escala detallada son los planos del catastro, muchos de ellos corresponden a la década de los treinta. Por lo que se refiere a estos mapas, no muy fáciles de consultar, hay que tener en cuenta que en ocasiones presentan identificaciones muy poco claras de la posición de la costa ya que su objetivo es localizar propiedades.

También pueden emplearse minutas de antiguos mapas topográficos o las representaciones topográficas a escala 1/25.000 y 1/10.000 hechas por el Servicio Geográfico del Ejército de algunos sectores de nuestra costa antes e inmediatamente después de la Guerra Civil. A partir de los setenta hay representada buena parte del litoral valenciano en los mapas del Instituto Geográfico Nacional, y a partir de los ochenta se ha contado con representaciones a 1/10.000 de buena parte del territorio (tanto con la serie de las diputaciones provinciales, de la Conselleria de Medio Ambiente y finalmente del Instituto Cartográfico Valenciano).

evolució de la costa

La dinámica natural de los sedimentos en el litoral valenciano –de norte a sur– ha provocado un efecto de acumulación de arena al norte de las principales construcciones, como es el caso del puerto de Castellón. Las fotografías aéreas (a la izquierda, del año 1956; y a la derecha, de 1983) muestran diferencias significativas por lo que se refiere a la distribución de los sedimentos. La playa del Pinar, justo al norte del puerto, ha avanzado más de 600 metros sobre el mar a lo largo del último siglo. 

Series de fotografías aéreas que cubran el conjunto de nuestra costa tenemos desde 1956/57, gracias al conocido «vuelo americano» tomado a una escala aproximada 1/33.000. Con posterioridad disponemos de series más o menos fragmentarias de la costa hasta el año 1981, a partir del cual la Conselleria de Obras Públicas ha fotografiado la costa cada cuatro o cinco años (a escalas 1/12.000 y 1/5.000).

Para analizar los cambios observados en las distintas series fotográficas habrá que corregir las distorsiones asociadas a la especie de documento de que se trata. Esto se puede hacer de forma aproximativa utilizando aparatos como la cámara clara, con la cual el analista compara distintos documentos corrigiendo los errores basándose únicamente en su percepción visual, o se puede tratar de buscar herramientas que permitan cuantificar el grado de error que se comete. El sistema más adecuado y preciso consiste en aplicar procesos fotogramáticos –orientación interna y externa del fotograma y transformación en ortofoto– aunque este método no se ha empleado demasiado para esta finalidad hasta ahora, porque requiere el trabajo de especialistas y resulta bastante más caro. Sin embargo no hay duda de que esta es la forma de tener la documentación fotográfica preparada para hacer correctamente las comparaciones.

Para las aéreas costeras planas, con muy poca variación topográfica, se han corregido fotografías aéreas digitalizadas mediante sistemas de ajuste polinomiales de la imagen fotográfica a las coordenadas rectangulares (generalmente UTM, Universal Transversal Mercator) del terreno. Eso se consigue utilizando herramientas informáticas diseñadas para el tratamiento digital de las imágenes de satélite. Con esta metodología, más sencilla que la que implica la restitución fotogramétrica, se han obtenido resultados con un grado de error aceptable.

Las imágenes tomadas desde los satélites artificiales hasta hace poco no han mostrado una utilidad suficiente para estudios de evolución costera, exceptuando algunos lugares con cambios especialmente importantes, dada su escasa resolución espacial (son poco detalladas). Pero en los últimos años se han empezado a comercializar imágenes con una resolución espacial que empieza a ser competitiva en esta clase de estudios: las imágenes pancromáticas enviadas por el satélite indi IRS, con una resolución espacial de 5 metros ya permiten detectar alteraciones significativas, aunque tengan una magnitud no demasiado destacada; la próxima comercialización de las imágenes tomadas desde el satélite Ikonos, con una resolución en la parte pancromática de un metro, permitirá que este material tenga un uso claramente competitivo ante las fotografías aéreas.

Todas estas fuentes o métodos son válidos para medir y cartografiar cambios de «ganancias» o «pérdidas» de superficie de terreno. Pero, la cuantificación correcta de los cambios requiere determinar los volúmenes de materiales que pueden ser desplazados por la acción marina. Su determinación sólo es posible mediante datos topográficos y batimétricos detallados, es decir, de forma parecida a la que se ha comentado por lo que se refiere al estudio a corto plazo. Con fotografías aéreas se han hecho estudios en que se han evaluado cambios volumétricos después de generar fotogramétricamente modelos digitales del terreno de un mismo sector en fechas distintas. La diferencia entre estos dos modelos permite obtener una cartografía de cambios volumétricos.

El desarrollo de las técnicas de tratamiento digital de imágenes, el logro de imágenes de alta resolución espacial y la expansión de los sistemas de información geográfica (SIG) en los últimos años pueden permitir que la tarea de vigilancia de las alteraciones de los sistemas costeros gane en rapidez y precisión y, por tanto, así se podría conseguir una mayor seguridad y coherencia en la toma de decisiones políticas que afecten a la ordenación del litoral.

© Mètode 2000 - 26. Redescubrir el litoral - Disponible solo en versión digital. Verano 2000

Departamento de Ingeniería Cartográfica, Geodesia i Fotogrametría. Universitat Politècnica de València.