Fármacos contra el dolor

Uso y abuso de los analgésicos

El tratamiento farmacológico es uno de los pilares de la estrategia terapéutica ante el dolor e incluye no solo el uso de analgésicos sino también de fármacos para tratar los componentes afectivos que padece el paciente.

Los fármacos para el tratamiento del dolor pueden dividirse en: analgésicos opioides, analgésicos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), analgésicos simples y fármacos coadyuvantes que incluyen anestésicos locales, antidepresivos, ansiolíticos, anticonvulsivantes, neurolépticos, corticoides, simpaticolíticos y un grupo heterogéneo de sustancias sin efecto directo sobre el dolor pero que utilizadas con los analgésicos pueden mejorar la sintomatología del paciente.

«En España, los opioides se usan menos que en otros países de nuestro entorno por desconocimiento y por miedo a sus riesgos potenciales»

Fármacos para el tratamiento del dolor

Analgésicos opioides
La capacidad del opio para aliviar el dolor e inducir al sueño se conoce desde hace siglos y ha sido utilizada por todas las culturas con estos fines. El principal componente activo del opio es la morfina y desde los años setenta se sabe que esta y otros alcaloides extraídos del opio ejercen su acción mediante el estímulo de receptores específicos a los que se denominó receptores opioides. Llamamos opiáceos a los analgésicos obtenidos directamente del opio y opioides a los sintéticos con el mismo mecanismo de acción.

Son fármacos útiles para el tratamiento de cualquier tipo de dolor y está bien establecido su uso en el dolor agudo y en el de los pacientes con cáncer, pero administrarlos en el dolor crónico no neoplásico, a pesar de que son fármacos seguros y de fácil manejo, ha sido controvertido. Hace años el uso de opioides en el dolor crónico no oncológico se reservaba para los pacientes en los que otros tratamientos analgésicos eran insuficientes, mientras que hoy está aceptado su uso en todo dolor persistente que causa aflicción, incapacidad o impacto negativo en la calidad de vida. Su principal ventaja es que carecen de «techo analgésico», ya que el aumento de la dosis produce aumento de efecto de forma ilimitada. Sin embargo, las dosis elevadas producen efectos adversos, como la depresión respiratoria, lo que en la práctica impide aumentar la dosis tanto como se desee. Además, pueden provocar dependencia.

En España se usan menos que en otros países de nuestro entorno, lo que se atribuye a un desconocimiento real de sus características farmacológicas y al miedo a los riesgos potenciales que conllevan. El estreñimiento es el efecto adverso más frecuente y debe considerarse y prevenirse de forma sistemática, ya que muchos pacientes susceptibles de usar este tipo de medicamentos son de edad avanzada y padecen este cuadro patológico con frecuencia.

Una buena recomendación para usarlos correctamente es seguir las indicaciones de las guías de uso clínico de opioides en dolores crónicos no malignos como la auspiciada por la Sociedad Americana de Médicos Intervencionistas ante el dolor.

Antiinflamatorios no esteroideos
Durante años han sido los analgésicos a demanda (aquellos que se toman cuando el paciente siente dolor) por excelencia y se utilizan mucho como automedicación. El mecanismo de acción de los antiinflamatorios es la inhibición de la síntesis de prostaglandinas, sustancias endógenas mediadoras del dolor y la inflamación. Este mecanismo es responsable de los efectos comunes a todos los fármacos del grupo, tanto los terapéuticos (acciones analgésica, antitérmica y antiinflamatoria) como los adversos (gastrointestinales, renales, etc.).

Los antiinflamatorios no esteroideos tienen una eficacia analgésica moderada y son capaces de aliviar molestias de carácter muy diverso: cefaleas, artralgias, mialgias, tendinitis, dismenorreas, dolores postoperatorios y postraumáticos, ciertos cólicos, dolores oncológicos en fases iniciales, etc. La respuesta está en función de la dosis, pero presentan techo analgésico a partir del cual la elevación de la dosis ya no proporciona efectos beneficiosos y sí más riesgo de efectos adversos (los más frecuentes afectan al aparato digestivo, al riñón o son de tipo alérgico).

La gastrolesividad se debe no solo a la irritación local sino a un efecto sistémico, lo que explica que puedan producir lesiones incluso cuando se administran por vías distintas de la oral.

Existen factores de riesgo que predisponen a sufrir complicaciones¹, pero es posible hacer profilaxis farmacológica en pacientes de alto riesgo, mediante el uso de análogos de las prostaglandinas, como el misoprostol, de antagonistas del receptor H2 de la histamina, como ranitidina o de inhibidores de la bomba de protones (IBP), como el omeprazol.

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La capacidad del opio para aliviar el dolor se conoce desde hace siglos. En la lámina de la izquierda podemos ver una representación de la adormidera (Papaver somniferum), del Dioscórides renovado de Pius Font i Quer. Se puede ver una flor y una cápsula con cortes para extraer el opio.
Uno de los fármacos más extendidos es la aspirina, que deriva de la corteza del sauce blanco (Salix alba). A la derecha, lámina extraída del Dioscórides renovado de Pius Font i Quer. / © Biblioteca del Jardí Botànic de la Universitat de València

Analgésicos simples
Dentro de este grupo se encuentran sustancias con propiedades analgésicas similares a las observadas con los antiinflamatorios no esteroideos pero que carecen de efecto antiinflamatorio, como el paracetamol, el metamizol o el ácido acetilsalicílico a dosis bajas.

El paracetamol presenta un importante efecto analgésico y carece de efecto antiinflamatorio y gastrolesivo, por lo que se postula que debe tener mecanismo de acción diferente al de los antiinflamatorios no esteroideos. Se considera el fármaco de elección como antitérmico y analgésico, preferible a los antiinflamatorios no esteroideos y especialmente a la aspirina por originar un número mucho menor de reacciones adversas. No obstante, el riesgo de padecer efectos adversos existe y se pueden producir reacciones alérgicas generalmente en forma de urticaria o más raramente reacciones hematológicas como leucopenia o trombocitopenia. El inconveniente más importante es el riesgo de intoxicación que puede dar lugar a necrosis hepática grave y aparece cuando se ingieren más de 7,5 gramos en adultos o más de 150 mg por kilo y día en niños.

El metamizol carece también de efecto antiinflamatorio y provoca menos irritación gástrica que los antiinflamatorios no esteroideos. Su techo analgésico es algo superior y se asemeja al conseguido con dosis bajas de opioides. Tiene también un efecto relajante de fibra lisa, por lo que es útil en dolores cólicos. Puede provocar reacciones adversas renales y reacciones de hipersensibilidad. Las reacciones adversas más graves son las hematológicas (agranulocitosis y anemia aplásica) aunque el riesgo es muy bajo.

«El riesgo de padecer efectos adversos existe: se pueden producir reacciones alérgicas en forma de urticaria o reacciones hematológicas»

La aspirina o ácido acetilsalicílico se ha considerado como el cabeza de serie de los antiinflamatorios no esteroideos. Sin embargo, a las dosis que habitualmente se emplea carece prácticamente de efecto antiinflamatorio, que aparece con dosis entre 3 y 6 gramos al día. El efecto antitérmico y el analgésico se consiguen con dosis entre 325 y 650 mg cada 6 horas en adultos. Posee efecto antiagregante plaquetario a dosis bajas (75-325 mg/día) y se emplea de esta forma para prevenir el infarto de miocardio en pacientes con riesgo. Las reacciones adversas más frecuentes son de tipo digestivo, seguidas de las renales y las de hipersensibilidad. Mención aparte merece el síndrome de Reye, enfermedad grave, potencialmente mortal, que se da en niños tras la aparente recuperación de infecciones víricas que cursan con fiebre. Por ello el uso de aspirina está contraindicado en niños.

La administración de los analgésicos

Es más fácil suprimir un dolor en sus comienzos que cuando ya está establecido, por lo que el tratamiento debe comenzar en el momento más inmediato posible al estímulo doloroso. Sin embargo, algunos opinan que los analgésicos se deben emplear solo cuando el paciente sufre dolor (a demanda), ya que de esta manera solo se usa analgésico cuando el paciente siente dolor y se evita el consumo de fármacos durante los períodos en los que se encuentra libre de él. Esta práctica en realidad dificulta la obtención de una buena analgesia.

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Eficacia analgésica en función de la pauta utilizada. El hecho de administrar el fármaco cuando el paciente comience a tener dolor hace que haya un margen de tiempo en que el paciente no obtiene un efecto analgésico suficiente (arriba). Con una administración regular o pautada se evita el dolor innecesario (abajo).

Para conseguir un adecuado efecto y que este se mantenga a lo largo del tiempo, es recomendable utilizar siempre una administración regular (pautada) a intervalos prefijados, de acuerdo con la farmacocinética del principio activo elegido. La posible sobreutilización que podría invocarse con esta forma de uso es mucho menos importante que la posibilidad de que el paciente pase por períodos con dolor innecesario (aquel que persiste a consecuencia de un tratamiento inadecuado, insuficiente o inexistente). El hecho de administrar el fármaco cuando el paciente comienza a tener dolor provoca que, entre el momento en que solicita o decide administrarse el fármaco y el tiempo que tarda en alcanzar los niveles plasmáticos mínimos para controlar el dolor, el paciente esté con un efecto analgésico insuficiente con dolor en el período entre dosis.

Cómo usamos los analgésicos

Según la Encuesta Nacional de Salud de 2006, un 62,2% de los españoles (55% hombres y 69,2% mujeres) habían tomado medicamentos en las dos semanas anteriores. De ellos, casi la mitad, un 47,2% (39,1% hombres y 53,5% mujeres), habían consumido medicamentos para el dolor, un 6,1% para la fiebre y un 8,3% para el reúma y seguramente un elevado porcentaje de esos medicamentos eran antiinflamatorios no esteroideos o analgésicos simples. El 71,7% de los fármacos consumidos habían sido prescritos con receta médica y el 28,3% eran por automedicación.

Según un informe de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el uso de antiinflamatorios no esteroideos en el ámbito extrahospitalario en España creció en el período 1992-2007, pasando de 26,30 dosis diarias definidas (dosis definida por la OMS para comparar medicamentos) por 1.000 habitantes y día en 1992 a 45,81 en 2006. Este aumento se debe sobre todo al incremento del uso de ibuprofeno, que, junto con diclofenaco y aceclofenaco, constituye casi el 70% del consumo.

En un estudio con información global del Sistema Sanitario Español, se indicaba que al menos el 20% de la población adulta consume diariamente antiinflamatorios no esteroideos, pero si se considera que son fármacos muy accesibles y que muchos de ellos se pueden obtener sin receta médica, el uso real puede superar con creces la cifra antes señalada.

Además de valorar los datos de consumo, conviene analizar el modo de utilizarlos. Un estudio realizado en Andalucía para valorar el consumo de antiinflamatorios no esteroideos y su relación con la calidad de la prescripción y el gasto farmacéutico dio como resultado que los consumidores más usuales eran los pensionistas (66,4%). Los autores concluían que el patrón de utilización era inadecuado y hacían estas conclusiones extensivas a otras regiones españolas.

En Finlandia, en un estudio sobre 6.500 pacientes, se demostró que los estados depresivos y el desempleo incrementan la probabilidad de uso de este tipo de fármacos, que el uso frecuente de analgésicos se produce a veces en personas sin sintomatología que lo justifique y que el uso conjunto de analgésicos prescritos y especialidades publicitarias que los pacientes se autoprescriben constituye una práctica de riesgo.

Un aspecto importante asociado al consumo de antiinflamatorios no esteroideos es la utilización simultánea de gastroprotectores para prevenir las reacciones adversas digestivas. En los años noventa, con la aparición de los inhibidores de la bomba de protones, estos medicamentos pasaron a ser la primera opción terapéutica para el tratamiento de las úlceras gastroduodenales. Se calcula que en España 85 personas de cada 1.000 están tomando un inhibidor de la bomba de protones diariamente, mientras que en Noruega son sólo 30 y en Italia 27, por lo que el uso de estos fármacos en nuestro país se considera muy elevado. En la práctica, la utilización de estos inhibidores en pacientes que toman antiinflamatorios no esteroideos supone un 46-60% del total de las prescripciones, lo que pone de manifiesto que el uso como profiláctico supera ampliamente sus indicaciones como tratamiento.

Cuando abusamos de los analgésicos

La OMS (Organización Mundial de la Salud) define el abuso de analgésicos como el consumo de los mismos independientemente de una necesidad médica o en cantidades innecesarias. Este viene condicionado por distintos factores, unas veces dependientes del médico que, aun prescribiendo correctamente, no da una explicación suficiente de cómo tomarlos; otras dependientes del paciente, que, ante cualquier sospecha de dolor, intenta evitar lo antes posible que aparezca tomando de forma precoz analgésicos, o que incluso puede desarrollar cuadros de dependencia. La facilidad con la que se pueden conseguir analgésicos sin prescripción también determina el consumo indiscriminado de estos.

Uno de los efectos paradójicos de este abuso es la cefalea crónica diaria producida por antiinflamatorios no esteroideos. Se trata de una enfermedad frecuente en la práctica clínica y en muchos casos se relaciona directamente con el abuso de analgésicos, hasta el punto de haberse definido como una enfermedad con entidad propia con una prevalencia del 1,5%.

«Hay que elegir el fármaco adecuado en función de la naturaleza y gravedad del dolor, empleando la vía oral siempre que sea posible»

La cefalea por abuso de medicación está considerada como una cefalea secundaria por la International Classification of the Headache Disease de 2006. Se puede definir como una perpetuación del dolor en pacientes con cefaleas crónicas causadas por el uso de analgésicos en cantidad y frecuencia excesivas. Las causas de este cuadro son desconocidas, aunque cada vez son más los que defienden que el factor etiológico principal es genético. Se sugiere que los analgésicos por sí mismos no causan cefalea crónica en pacientes sin historia previa, pero sí pueden empeorar la cefalea episódica contribuyendo a la cronicidad. El diagnóstico de cefalea por abuso de analgésicos debe sospecharse ante toda cefalea diaria o casi diaria que mejora parcialmente (solo parcialmente o solo durante unas pocas horas) con un determinado fármaco.

En un estudio epidemiológico sobre la cefalea por abuso de medicación llevado a cabo en España, el 34,7% abusaba de analgésicos simples (el más frecuente, el paracetamol), seguidos de medicaciones que contenían ergóticos (27,8%), opioides (12,5%) y triptanes (2,7%), mientras que el resto (27,8%) abusaba de diferentes combinaciones de fármacos.

La Guía del Grupo de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología recomienda para el tratamiento de este tipo de cefaleas la suspensión del fármaco, el tratamiento de las crisis de migraña con triptanes o antiinflamatorios no esteroideos, tratar otros factores favorecedores del consumo crónico (trastornos del sueño, obesidad, estrés, ansiedad o depresión) o la instauración de un tratamiento preventivo con betabloqueantes o neuromoduladores si hay migraña y amitriptilina si se asocia un componente tensional desde el principio. Las recaídas en estos pacientes suelen ser frecuentes.

Es necesario en este sentido seguir una serie de normas para un uso correcto de los analgésicos. Hay que elegir el fármaco adecuado en función de la naturaleza y gravedad del dolor, empleando la vía oral siempre que sea posible. Se deben utilizar dosis adecuadas y a intervalos regulares (por reloj y no a demanda) y facilitar el cumplimiento con formas de liberación prolongada. Por último es necesario tratar de forma precoz los efectos adversos o secundarios. En resumen, en el tratamiento del dolor los analgésicos se deben usar de forma pautada, conocer sus efectos adversos y evitar abusar de ellos.

Reacciones gastrointestinales:
– Pirosis, dispepsia, gastritis leves (afectan al 15-25% de los tratados). Erosiones de la mucosa gástrica, úlceras gástricas o duodenales (40% de los pacientes tratados 3 meses).
– Sangrado y perforación (menos frecuentes pero más graves).

Reacciones renales:
– Reducción de la función renal en personas que ya la tienen afectada. –Retención de agua, sodio y potasio (en 3-5% de los tratados puede producir hipertensión).
–Toxicidad renal crónica (nefropatía analgésica tras uso crónico).>

Hipersensibilidad:
– Rinitis, erupciones, urticaria, asma, shock anafiláctico (1-2% de los tratados).

Reacciones hematológicas:
–Agranulocitosis, anemia aplásica, trombocitopenia (raras pero potencialmente muy graves).

Reacciones adversas generales de los antiinflamatorios no esteroideos.

NOTAS
1. Los factores que aumentan el riesgo de gastrolesividad son la úlcera péptica anterior, el sangrado gastrointestinal anterior, una edad superior a 65 años, dosis elevadas de antiinflamatorios no esteroideos, tabaco, alcohol y la terapia concomitante con corticoides (Volver al texto).

BIBLIOGRAFíA
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© Mètode 2011 - 71. La cara del dolor - Número 71. Otoño 2011

Profesor titular del Departamento de Farmacología. Facul­tad de Medicina y Odontología. Universitat de València.