Entrevista a Francesc Miralles

Historiador y crítico de arte

«Joaquim Mir es el mejor paisajista de España»

Francesc Miralles

Francesc Miralles Bofarull (Tarragona, 1940) es historiador por la Universidad de Barcelona y crítico de arte. Además, es experto en el artista Joaquim Mir Trinxet, destacado representante del paisajismo posmoderno catalán y autor de La cala encantada (Mallorca, 1901 y 1902), el leitmotiv de este monográfico de la revista Mètode. El crítico de arte ha escrito varias obras sobre el pintor catalán, como Joaquim Mir a Tarragona (1998), Joaquim Mir a Andorra (2002) y Joaquim Mir a Vilanova (2006). Digamos que es la persona que conoce los secretos del pintor más de cerca, quizá por la complicidad que mantuvo su padre con él. Incansable y lleno de vitalidad, Francesc Miralles llega a la entrevista con los cordones de los zapatos desatados. Jovial, risueño y pícaro, afirma que los lleva así adrede: «Solo quiero contradecir a las abuelas, llevar la contraria».

¿Cómo definiría usted artísticamente a Joaquim Mir??
Por decirlo claro: el mejor paisajista de España. Para mí es el mejor paisajista de la historia del arte de España.

Así pues, ¿podríamos considerarlo el máximo exponente del posmodernismo catalán?
También se ha dicho que era impresionista. Pero a mí estas subdivisiones y clasificaciones no me convencen demasiado, no me acaban de gustar. Por ejemplo, en la corriente impresionista, ¿qué tiene que ver Degas con Monet? ¿O Renoir con Picasso? Yo concibo las corrientes artísticas como un grupo de amigos, pero estilísticamente no tienen tantas coincidencias. Lo que sí que tiene Mir en común con los impresionistas es la captación directa del paisaje. Durante toda la historia, el paisaje no se ha tomado nunca directamente, siempre se ha hecho a través de apuntes y después en el estudio se organizaba el paisaje. En cambio, los impresionistas hacían una pintura de paisaje directo, como Mir.

«Cuando miro ‘La cala encantada’, veo a Mir, que está estallando. este cuadro es una gran sinfonía de colores e imágenes»

Por tanto, ¿es esta relación que tenía Mir con el paisaje lo que usted destacaría más de este artista?
Sí. Este es un punto muy importante, pero esto ya lo han tenido otros artistas. Lo que yo veo más destacable en él es que ha tenido una manera especial, propia y diferente de ver la naturaleza. Eso es lo que le hace ser un artista completamente diferente y nuevo. Él veía colores donde no los había… Eso significa que tenía una percepción y una visión del paisaje y de la naturaleza muy especial. Esta visión de colores diferentes, de saber penetrar en todo el increíble tejido de tonalidades, solo la tenía él. Un coleccionista, gran admirador de Mir, me contaba un día que contó en una tarde dieciséis matices diferentes del color verde en un cuadro suyo.

Para el crítico de arte de la época, Raimon Casellas, su pintura es «el evangelio de la luz intensa, el credo del paroxismo solar». ¿Está de acuerdo?
¡Sí, sí, sí! ¡Claro! Raimon Casellas, que era el crítico más avanzado de la época en Cataluña, se relacionaba mucho con el impresionismo. En aquel momento, el impresionismo tenía predicamento en Europa, por eso Casellas quiere unir a Mir con el impresionismo, para hacerlo muy moderno.

Pero entonces Mir era impresionista? En realidad, ¿cabe este pintor en algún molde artístico definido?
No. Casellas quiere hacerlo pasar por impresionista. Pero Joaquim Mir es igual que artistas como Anglada Camarasa, son pintores que no tienen discípulos. Hay pintores que pueden falsificar un cuadro suyo, pero no hay continuadores de su obra. ¿Por qué? Porque son tan personales, tienen una visión tan concreta de la realidad, que si no se tiene esta visión, no se puede pintar como ellos.

Dice que no tiene discípulos, sin embargo, ¿quién le ha influido?
Mir era muy autodidacta. Es quizá el único artista español que no va a París. Solo se mueve por Cataluña, Mallorca, Andorra y viaja un par de veces a Valencia y a Madrid. Es decir, no tiene una gran información de lo que está pasando en el mundo artístico. Esto le da un gran valor porque va construyendo su paisaje y su interpretación de la naturaleza desde su manera de ser. No es un pintor que siga el cubismo, el impresionismo o el surrealismo. No sigue nada. Él decía que seguía lo que llevaba dentro.

Por lo que respecta a su gran obra La cala encantada, ¿qué le evoca a usted cada vez que la ve? 
El problema es que yo tengo una visión muy profesionalizada porque lo veo de una forma muy técnica. Realmente, veo a Mir, que está estallando. La cala encantada es una gran sinfonía de colores e imágenes. Se reconoce la cala, pero si la miras aprisa no la reconoces. Justo cuando estaba pintando este cuadro, decía: «Yo llevo muchas cosas dentro que algún día saldrán y entonces ya veréis lo que soy capaz de hacer.» Es decir, aquí aún no se consideraba un gran artista y eso es lo que yo veo cuando miro este cuadro. Cuando miro La cala encantada veo una explosión.

Este cuadro lo pintó en 1901 en Mallorca y pintó varias versiones: una más figurativa, otra más abstracta, otra más diluida… ¿Cómo es posible pintar estilos tan dispares en tan solo un año? 
Como decía, en este momento Mir aún no era Mir. Mir empieza a ser Mir aquí. Él aún no se siente plenamente seguro, está empezando a evolucionar, aún no se siente… Es un cuadro fantástico. [Señala la esquina inferior a la izquierda de la versión más abstracta.] Si te fijas bien, este es un fragmento abstracto: no sabes si esto son algas o son rocas… poco a poco se va alejando de la naturaleza para abstraerla.

¿Dicen que sus mejores obras las realizó durante su crisis mental entre el 1902 y 1910, ¿es cierto eso?
Es así hasta cierto punto… Eso es verdad si entendemos que las obras de este período son las más espectaculares. Como decía, este sentimiento que Mir llevaba dentro, poco a poco lo va sacando y es precisamente en este momento cuando hace un tipo de pintura muy diferente a todo lo que se hacía en esta época. En estos momentos, era prácticamente abstracto. Él se avanzaba al nacimiento de la abstracción con Kandinsky. Kandinsky es el primero, pero Mir, unos años antes, hacía unos cuadros que eran completamente abstractos, porque el paisaje ya no le interesaba, solo le interesaba la luz y el color. Es una de las razones por las que no puede tener discípulos, porque todo el mundo busca la composición, mientras que a él le daba igual. Un pintor joven aprendiz de Mir contaba que quería pintar una montaña en Vilanova i la Geltrú junto a Mir, que lo acompañaba y le daba consejos. Cuando el aprendiz encontró la perspectiva que quería plasmar, se lo dijo a Mir. Él le contestó que se diese la vuelta, que no se tenía que pintar el paisaje, sino que solo se tenía que pintar la luz. Por eso llega casi a la abstracción, porque no le daba importancia a la temática.

Estuvo en el manicomio de Reus desde 1904 hasta  1906. ¿Por qué razón lo internaron?
Seguro que Mir tenía una patología un poco extrema. No es que estuviese loco exactamente. Pero se dice que un día mientras pintaba en un escarpe, en una parte muy elevada que iba a parar al torrente de Pareis en Mallorca, se intentó suicidar. O resbaló, o lo empujaron… Hay quien dice que iba con una chica de un pueblo que ya tenía novio y dicen que sus amigos lo arrojaron por el precipicio… No se sabe muy bien qué pasó ni se ha aclarado nunca. Estuvo un par de días sin conocimiento en la playa, prácticamente muerto. Esta caída le acentuó un poco ese estado mental límite que ya tenía. Después estuvo un par de años en el manicomio. Sin embargo, tuvo la gran suerte de ir a parar al manicomio de Reus, porque allá estaba el médico de Reus, Emili Briansó, que lo cuidó muy bien. No lo trataron con electrochoques, que era lo más normal en esa época. Gracias a este médico se salvó.

«Joaquim Mir decía que no se tenía que pintar el paisaje, sino que solo se tenía que pintar la luz. Por eso llega casi a la abstracción»

¿Es cierto que veía colores allá donde no los había?
Eso es una anécdota que me contaba mi padre cuando yo era pequeño y que utilizo como anécdota inicial en mi primer libro sobre Mir. En su estancia en Aleixar (Tarragona), Joaquim Mir venía a nuestra finca familiar. Un día, paseando con mi padre, le preguntó: «Papitu, ¿no ves aquellos amarillos allá arriba de la montaña?» Mi padre le contestó que no. Y mi padre me decía: «¡Está claro que lo tenían que encerrar en el manicomio si veía amarillos donde no los había!» Esto demuestra que Mir tenía una visión de la reflexión de la luz completamente diferente a la del resto de la gente. En la primera gran exposición de Mir había un cuadro muy realista de Andorra, y un pintor consagrado me dijo que él sería incapaz de hacerlo en toda su vida. Había tantos matices, tantos pequeños contrastes y tantos colores, que ¡era irrepetible! Se podría dar la imagen de aquella montaña, pero no hacerlo como Mir, que era un genio.

¿Usted decidió estudiar la figura de Joaquim Mir por la relación que tuvo su padre con el artista?
Sí. El president de la Diputació de Tarragona m’encarregà escriure un llibre sobre Joaquim Mir i al començament vaig pensar que em quedava un poc gran perquè inicialment li l’encomanaren a un escriptor. Però després vaig pensar en mon pare. I vaig decidir fer-li un homenatge. Per això, el llibre comença amb una frase que Mir li deia a mon pare, la frase que precisament et comentava adés… Després ja vaig dedicar el temps a estudiar el Mir a fons perquè és un personatge molt important i interessant i, a més a més, no hi havia quasi estudis sobre ell. Josep Pla també li va fer la biografia a Mir, li va fer més que un homenot. Pla el va conèixer, però no el va tractar. Ell escriu la seva llegenda. Així el Mir esdevé un personatge balzaquià, un personatge insòlit. La seva biografia és molt divertida, però és inexacta i amb molts moments grotescs. Ell crea una imatge d’un personatge. En canvi, jo he estat quatre o cinc anys només estudiant el Mir dia a dia. És el personatge més independent al món artístic de l’època, no va tenir gaire contacte amb cap grup artístic, excepte als seus principis –amb quinze o setze anys– quan s’ajuntava amb Isidro Nonell, Santiago Rusiñol, Antoni Pitxot, etc. Ell es va moure sempre a l’atzar.

Para acabar, ¿piensa que para ser un genio, como lo fue Joaquim Mir, se tiene que estar un poco loco?
Todos los artistas tienen una sensibilidad especial. Cuanto más grandes son, más especiales son también. No hay que estar mal, pero sí tener esta delicadeza. Mira, desde Mozart hasta Beethoven y desde Vermeer hasta Van Gogh, todos tienen esta sensibilidad que digo. Si no, puedes ser un buen artista, pero no eres un genio. Yo siempre diferencio a los creadores de los artistas, los que se dedican al arte y se ganan la vida así son estos últimos. Creadores, sí que los hay, muchos y muy buenos, pero no tienen esa cosa que los hace ser tan magníficos. Entre los dos tipos, los más especiales son siempre los genios, los que destacan. Estos deben tener una perceptibilidad especial: ver amarillos donde no los hay, por ejemplo..

Me guiña un ojo, suspira y acaba de contestarme punto por punto la última pregunta después de recorrer el largo viaje biográfico de Joaquim Mir. Se despide de mí, pero antes de levantarse, y para mi sorpresa, se ata los cordones de los zapatos.

 

Mir en la sierra de Tramuntana

La sierra de Tramuntana tiene un valor añadido a su importancia orográfica-geológica que marca la isla de Mallorca: fue la gran protagonista, con los contrafuertes del norte, de la obra de dos pintores que configuraran el paisaje mallorquín y, al mismo tiempo, el paisajismo español: Joaquim Mir y Hermen Anglada Camarasa.

oaquim Mir llegó a Mallorca a principios de 1900 y encontró en el roquedal de las cercanías de Pollensa un tema nuevo e indómito para avanzar en la definición de su obra y dar nuevas aportaciones plásticas y estéticas al paisaje.

Hermen Anglada Camarasa se aposentó en el Puerto de Pollensa en 1914; había abandonado París en el momento en que era considerado uno de los pintores más importantes del mundo; quizás el primero. A lo largo de los años nos dio una visión lírica de la costa norte de Mallorca y de la flora que se encuentra en ella. De algún modo, definió una buena parte del paisajismo mallorquín posterior.

Por lo que respecta a Joaquim Mir, pintó La cala encantada, en 1902. Fue un encargo. En aquellos momentos el industrial catalán Joan Palmer Miralles estaba construyendo el Gran Hotel, en Palma de Mallorca, considerado el primer hotel de la isla. El arquitecto era Lluís Domènech Montaner. El arrendatario, Antonio Albareda, encargó la decoración del gran comedor a Santiago Rusiñol –que entonces, ya muy famoso, pasaba una larga estancia en su isla de la calma– y fue él quien dirigió una parte del encargo –dada la amplia envergadura que alcanzaba– al joven Mir. Pero este desapareció entre las cuevas y acantilados próximos a Pollensa, lo que inquietó sobremanera a Rusiñol, que no sabía nada de él, ni de cómo iban los tres cuadros y que acabó decidiendo que si no se presentaba antes de la fecha de entrega, él los pintaría. Pero a la fecha convenida apareció Mir con las tres obras listas, una de ellas uno de los mayores paisajes de la pintura catalana, con cinco metros de longitud.

La cala encantada ejemplifica el momento en que Joaquim Mir inicia su camino hacia la superación del tema, decantándose hacia el valor cromático de la pintura. En esta espectacular obra se empieza a diluir el realismo –que el artista nunca abandonará– y da toda la fuerza al color. El impacto que esta obra causó el día de la inauguración del hotel fue muy fuerte, levantando violentas polémicas entre los artistas tradicionalistas, como constata la prensa de la época. Con este gran óleo –con las tres obras del conjunto– Mir se consagra como el paisajista más importante de la pintura española y Mallorca se convierte en centro privilegiado del paisajismo..

Francesc Miralles. Historiador y crítico de arte.

© Mètode 2012 - 74. La cala encantada - Verano 2012

Estudiante de Periodismo, Universitat de València.