Superando nuestros genes

El subversivo mensaje posthumanista de Gattaca

https://doi.org/10.7203/metode.12.20673

Se suele mencionar la película Gattaca en los debates públicos sobre los peligros sociales de la edición genética humana. En el imaginario público, el mensaje es claro: su futuro distópico es un aviso de los peligros que conlleva la aceptación social del perfeccionismo y la discriminación genéticos. Este artículo defiende que si realizamos ese tipo de lecturas, se nos escapa un mensaje más profundo. Más que dar una lección de bioética en contra del uso de la genética para crear mejores bebés, lo que la película defiende en realidad, a nuestro entender, es que esa intromisión genética difícilmente puede tener éxito, pero que crear un individuo posthumano superior mediante ingeniería genética es posible y deseable.

Palabras clave: bioética, genética, retórica, crítica de cine, ciencia ficción.

n una reciente biografía de Jennifer Doudna, la científica ganadora de un premio Nobel que desarrolló la innovadora tecnología de edición genética CRISPR-Cas9, se repite en diversas ocasiones un viejo argumento: se nos habla del clásico de la ciencia ficción Gattaca y de algunos de sus elementos que «ya se han hecho realidad» (Isaacson, 2021, p. xv). Esto nos recuerda que, incluso a día de hoy, más de veinte años después de su estreno, Gattaca (Niccol, 1997) sigue siendo una advertencia sobre el mejoramiento genético humano en nuestro imaginario colectivo. Sin embargo, creemos que cabe considerar una interpretación diferente de la película. Otra lectura puede revelar un mensaje que, intencional o no, habla de la futilidad de intentar perfeccionar la forma humana y remarca el valor social del diseño de posthumanos. Nuestra intención en este artículo no es respaldar dicho mensaje, sino exponerlo.

En el discurso público, Gattaca funciona como recurso retórico para hablar de los miedos relacionados con el impacto social de la ingeniería genética, presagiando el futuro distópico que nos espera al final del «terreno resbaladizo del debate sobre la edición genética» (Evans, 2018). El ético biomédico Ronald Michael Green afirma que Gattaca «pervive en las aulas de bioética de todo el país como el epítome de todo lo que está mal en relación con las intervenciones genéticas en humanos». Para él, el mensaje de la película es claro: «Gattaca pretende ser una advertencia. La manipulación genética conduce a una horrible sociedad obsesionada con la perfección genética y desfigurada por la discriminación genética» (Green, 2007, pp. 5–6).

Aunque en la película no queda claro qué tecnología utilizan los genetistas, hay señales de que se trata de alguna forma de ingeniería genética, como indicaba una campaña publicitaria de la película: «Ahora es posible diseñar su descendencia» (Isaacson, 2021, p. 275). Da igual si un académico que cita Gattaca se opone a su argumento «conservador» en contra de la ingeniería genética (Agar, 2005, p. 90) o alaba su mensaje como una de las pocas respuestas «críticas» a la manipulación genética humana (Elshtain, 2004, p. 159). Todos concuerdan en que la película cuenta la historia de una sociedad que se enfrenta a un peligro cuando la tecnología para perfeccionar bebés pasa a estar más accesible y más aceptada culturalmente. Como ya ocurriera con Un mundo feliz, Gattaca se ha convertido en un recurso retórico para el debate público sobre futuros biotecnológicos (Lynch, 2019, p. 34; Von Burg, 2010, p. 4). Ambas se suelen utilizar como lugar común para hablar de las consecuencias poco éticas de la manipulación genética humana.

¿Pero y si esto no fuese cierto? ¿Y si el mensaje de Gattaca no es que la ingeniería genética en humanos es peligrosa para la sociedad, sino que el perfeccionamiento biotecnológico humano es imposible pero, sin embargo, la transformación genética posthumana sí es posible y deseable? Si la gente malinterpreta la película y da por sentado que cuenta una historia más simple, este mensaje más sutil que subyace a su aspecto didáctico puede permear el inconsciente colectivo sin ser detectado. Creemos que este es el caso. Por ello, reimaginamos Gattaca como un filme que habla sobre la promesa del post­humanismo y corregimos la interpretación más aparente de este mensaje, que suele respaldar tantas y tantas intervenciones públicas en el discurso sobre bioética.

Relectura de Gattaca

Es cierto que el argumento de Gattaca fomenta una interpretación simplista de su estructura moral. La película presenta un futuro «no muy lejano» (Niccol, 1997, 4:12) en el que la ingeniería genética humana no solo es aceptada sino que es la norma. En el filme seguimos a Vincent, un hombre concebido naturalmente que intenta salir adelante en una sociedad en la que este hecho le convierte en un ciudadano de segunda clase. Sueña con convertirse en astronauta pero es rechazado debido a su condición genética, así que, gracias a Eugene, un válido (es decir, alguien con genes superiores, concebido con la ayuda de la ciencia), Vincent obtiene sangre, orina y otras muestras para falsear las pruebas genéticas y hacerse pasar por válido. Consigue un trabajo en la Corporación Gattaca, una empresa de exploración espacial, pero días antes de su salida al espacio, el jefe de la misión es asesinado. En la consiguiente investigación, la policía encuentra una pestaña de Vincent y tratan de encontrar al no válido que sin duda ha de ser el responsable. Con la ayuda de unos improbables aliados, Vincent tiene que evitar que lo detecten antes del despegue para poder cumplir su sueño de viajar al espacio.

En el filme, el Dr. Lamar cambia los resultados de la prueba y marca a Vincent como válido. Las aparentes carencias del hijo del Dr. Lamar llevan a este a hacer la vista gorda con respecto a la condición de no válido de Vincent. ¿Pero por qué el hijo del técnico no es «todo lo que prometieron»? Este desenlace al final de la película sugiere que los científicos que prometieron el nacimiento de humanos más perfectos mediante tecnologías genéticas nunca tuvieron el poder del que afirmaban disponer./ Foto: Columbia Pictures

Este argumento alimenta la interpretación habitual de la película como una advertencia contra el determinismo genético. Como decía el material promocional original de Gattaca, «no hay ningún gen que marque el espíritu humano» (Agar, 2005, p. 90). A pesar de los «defectos» genéticos de Vincent y la discriminación social en su contra, consigue alcanzar su sueño, aparentemente por pura fuerza de voluntad. La película también parece argumentar en contra del perfeccionismo genético. En palabras de la crítica de cine Janet Maslin (1997, p. E18), Gattaca «imagina una cultura de discriminación sin complejos, con individuos válidos que evitan defectos como la calvicie, el alcoholismo y el trastorno por déficit de atención y reciben muchos privilegios» mientras que otros son empujados hacia los márgenes de la sociedad. Esta lectura de la película como inequívocamente opuesta a la ingeniería genética humana inmortalizó en cierto modo a Gattaca, revivida una y otra vez para catalizar la discusión pública sobre ética con cada avance en genética.

Sin embargo, una mirada más cercana sugiere que hay algo más bajo la superficie. Concretamente, dos escenas nos dan pistas sobre un mensaje oculto de Gattaca con respecto a la manipulación genética humana y los futuros posthumanos. Al final de la película, han encontrado al asesino y Vincent se dirige a la nave espacial para el lanzamiento –tan cerca ya de alcanzar su sueño– cuando se da cuenta de que habrá una última prueba genética por sorpresa. No tiene una muestra de Eugene, por lo que se resigna al inevitable descubrimiento y a su expulsión de Gattaca, y le dice al Dr. Lamar, el técnico del laboratorio: «Solo recuerda que fui tan bueno como cualquiera y mejor que la mayoría» (1:38:35). Ofuscado por su propia ruina, no escucha lo que le está diciendo el Dr. Lamar: «Desgraciadamente, mi hijo no es todo lo que nos prometieron» (1:38:46). Cuando llegan los resultados, declaran a Vincent como el no válido que siempre ha sido, pero el Dr. Lamar revela que lo supo desde el principio. Cambia los resultados de la prueba para marcar a Vincent como válido y le permite embarcar en la nave. Las aparentes carencias del hijo del Dr. Lamar llevan a este a hacer la vista gorda con respecto a la condición de no válido de Vincent, y le permite cumplir su sueño. ¿Pero por qué el hijo del técnico no es «todo lo que prometieron»? Este desenlace al final de la película sugiere que los científicos que prometieron el nacimiento de humanos más perfectos mediante tecnologías genéticas nunca tuvieron el poder del que afirmaban disponer.

«¿Y si el mensaje de Gattaca no es que la ingeniería genética es peligrosa, sino que el perfeccionamiento es imposible, aunque la transformación genética posthumana sí es posible y deseable?»

Una segunda escena otorga a los científicos un poder diferente. El éxito más claro de la ingeniería genética en la película no tiene que ver con perfeccionar al ser humano, sino con un individuo posthumano más que perfecto. Vincent y su interés romántico, Irene, tienen una cita en un concierto de piano en el que el virtuoso acaba su actuación lanzando sus guantes a una audiencia completamente entregada. Vincent coge uno y se lo da a Irene, quien se lo pone y le muestra que el guante tiene un dedo extra: el pianista tiene seis dedos en cada mano. Ante la sorpresa de Vincent, ella pregunta: «¿No lo sabías?» (59:14). Un poco a la defensiva, él responde: «No importan los dedos, sino cómo se toca» (59:21). Ella le mira un momento, antes de responder: «Esa pieza es para doce dedos» (59:27). Vincent se queda sin palabras, no tiene forma de refutar ese hecho sobre la superioridad del músico posthumano. En una película en la que los efectos de la manipulación genética se traducen en una superioridad invisible de los mejores individuos, esta escena no muestra la perfección de la forma humana, sino el hecho de que es posible trascenderla: un famoso posthumano que, en el mundo de Gattaca, es superior incluso a los válidos.

Para el observador casual, estas dos escenas podrían no suscitar controversia alguna. A simple vista, el pianista de doce dedos no es más que otro logro de la ingeniería genética, y la anomalía del hijo del Dr. Lamar permite al doctor sentir simpatía ante el individuo que Vincent es en realidad, más allá de su condición genética. Pero en una reflexión más profunda, estos hechos cambian completamente el tono de la película. Para los personajes del mundo de Gattaca, la ciencia es todopoderosa. Esto es necesario porque la película es una fábula que advierte sobre los peligros del perfeccionismo genético; el arrojo del héroe no modificado ha de prevalecer sobre lo mejor que la ciencia pueda ofrecer. Sin embargo, si la ciencia no es tan efectiva perfeccionando la forma humana como afirman los científicos de la película, entonces el éxito no modificado de Vincent pierde fuerza. Si, además de eso, se muestra que la ciencia sí puede crear a alguien que trasciende la forma humana, alguien a quien Vincent, tan humano, nunca podrá igualar, salimos del cine pensando que hemos recibido un mensaje sobre los peligros del perfeccionamiento genético, pero no nos damos cuenta de que nos hemos empapado también de un mensaje sobre las promesas de la ingeniería genética con respecto a la trascendencia posthumana.

El poder de la ciencia

Gattaca socava su supuesto mensaje contra el determinismo genético porque no cuenta la historia de una clase perfecta de humanos modificados genéticamente superados por un hombre no modificado, e incluso celebra los logros de un posthumano modificado que no puede ser superado. La diferencia entre lo que los científicos de la película dicen poder hacer y lo que pueden hacer en realidad, junto con el sorprendente éxito que significa superar los límites corporales humanos y crear un posthumano, le dan la vuelta al significado de la película, que pasa de ser una advertencia contra el geneticismo a una defensa de este. Esta nueva interpretación de la película es significativa porque subvierte nuestra comprensión de una de las metáforas culturales más persistentes de los últimos veinticinco años y le da la vuelta a los usos de la película.

Para comprender cómo se ha podido mantener esta lectura de la película durante tanto tiempo, echemos un vistazo a su complicado tratamiento del poder de la ciencia. El personaje identificado en el guion como el genetista funciona como el avatar de la autoridad científica, vestido con su bata blanca y visto por los otros personajes como un ser todopoderoso con la capacidad de dar forma al futuro de un niño. En una voz en off al principio de la película, mientras Vincent reflexiona sobre el nacimiento de su hermano pequeño, nos dice que sus padres «estaban decididos a que su próximo hijo viniera al mundo en lo que se había convertido en el modo natural [énfasis añadido]» (11:13), es decir, con la ayuda de la ciencia. Cuando los futuros padres preguntan al genetista si no sería mejor «dejar algunas cosas al azar», este contesta: «Querrán dotar a su hijo de las mejores condiciones posibles […] su hijo no necesita ninguna carga adicional» (12:16). Pese a esta breve pregunta sobre si sería o no deseable dejar algo al azar, los padres nunca dudan de su autoridad científica. No cuestionan si puede lograr lo que promete; la pregunta que domina la escena es si «deberían», no si «sería posible».

El éxito más claro de la ingeniería genética en la película no tiene que ver con perfeccionar al ser humano, sino con un individuo posthumano más que perfecto: el pianista de doce dedos. / Foto: Columbia Pictures

Vincent sí desafía a la ciencia, pero lo que cuestiona es el diagnóstico que esta hace de él, no su efectividad. Nunca niega que los científicos puedan diseñar individuos genéticamente, sino que refuta la idea de que los no válidos no pueden hacer lo mismo que los válidos. La idea de que están modificando genéticamente a humanos no solo está implícita en las actitudes de los personajes, sino que es inherente a la forma en la que la audiencia se acerca a la película y permite que críticos como Maslin hablen de ella en los términos en los que lo hacen. La capacidad de los científicos está firmemente establecida y bien defendida.

Pero entonces, ¿qué ocurre cuando comenzamos a examinar estas afirmaciones sin oposición? En la escena mencionada anteriormente en la oficina del genetista, este enumera una serie de rasgos que se ha «tomado la libertad de erradicar». La lista incluye «calvicie prematura, miopía, alcoholismo, propensión a la adicción y la violencia, obesidad, etc.» (12:02). La propia lista es la prueba que necesitamos para refutar sus afirmaciones, puesto que muchas de estas condiciones son evidentes en los válidos, supuestamente perfectos.

Vincent trabaja y se relaciona con la élite genética, y de fondo vemos a varios varones con calvas incipientes (4:17, 4:26, 4:33, 39:14, 39:51, 54:49, 1:09:09, 1:10:23). Eugene ya tiene poco pelo en las sienes y el Dr. Lamar tiene un problema similar. El alcoholismo y la propensión a la adicción están manifiestamente presentes. Eugene siempre tiene cerca una botella de alcohol. En respuesta a las buenas noticias, contesta inexpresivo: «Hay que ir a emborracharse» (37:04). Aparece fumando en numerosas escenas, lo que sugiere una cierta propensión a la adicción. Una noche se emborracha hasta tal punto que acaba vomitando (41:22). Su alcoholismo es incluso importante para la trama; al comienzo de la película, Vincent está a punto de tener una entrevista en Gattaca y tiene que tirar varias muestras biológicas de Eugene porque están contaminadas con alcohol (30:04).

Las actividades del director de Gattaca muestran otra desviación con respecto a las promesas del científico. Cuando se le pregunta sobre su posible motivación para asesinar al jefe de misión, este declara indignado: «Puede revisar de nuevo mi perfil, detective. No encontrará ni el más mínimo atisbo de violencia en mí» (1:08:04). Aunque no es más que un modo de hablar, toma nuevo significado en vista de las palabras del genetista, que afirmaba poder eliminar la propensión a la violencia. Más adelante, descubrimos que el director es el asesino y cometió un acto de gran violencia. Cuando el jefe de misión amenaza con cancelar el lanzamiento, el director le abre la cabeza con un teclado, y los policías encuentran saliva del director en el ojo de la víctima, lo cual indica que estaba gritando durante el ataque (lo cual no concuerda con una persona cuyos genes demuestran no estar predispuestos a la violencia).

El poder perfeccionador de la ciencia también demuestra ser falso en otras áreas. Irene padece una forma más suave del problema cardíaco de Vincent, aunque suficientemente grave como para obligarla a medicarse. El Dr. Lamar tiene un hijo que no cumple lo que le prometieron los científicos. Eugene, diseñado para ser un nadador de élite, solo consigue alcanzar la segunda posición en el podio. La presencia ubicua y casi exhaustiva de estos detalles sugiere una lectura alternativa, que cuestiona la idea de que los genetistas de Gattaca puedan realmente diseñar un humano más perfecto, mucho más insidiosa de lo que pueda parecer a primera vista. Cuando hasta los cuerpos más avanzados del país sufren calvicie prematura, propensión a la violencia o alcoholismo y la nueva generación de válidos, como el hijo del Dr. Lamar, presentan defectos, Gattaca no invita a pensar que la manipulación genética humana sea inconveniente en términos sociales. Más bien sugiere de forma perversa una lectura relacionada con el fracaso técnico. Vincent no triunfó a pesar de la superioridad genética de los válidos, sino porque esa supuesta perfección genética era una farsa. Los científicos de Gattaca nunca lograron diseñar genéticamente a esos mejores humanos que afirmaban estar creando.

«Una lectura alternativa cuestiona la idea de que los genetistas de Gattaca puedan realmente diseñar un humano más perfecto»

Pero hay una excepción a este fracaso científico. El único personaje que Vincent no puede igualar, el que le deja sin palabras pese a su indomable espíritu humano, es, por supuesto, el pianista posthumano de doce dedos. Tal vez la ciencia de Gattaca haya fracasado intentando perfeccionar la forma humana, pero ha conseguido superarla con éxito. Como dice el genetista, «Ya tenemos suficientes imperfecciones» (12:27). Preparar mejores humanos para el programa espacial de la Corporación Gattaca no funcionó, pero cuesta poco imaginar el futuro del programa una vez se comience a contratar astronautas posthumanos que puedan sobrevivir en el hostil entorno espacial, algo que ni siquiera los mejores cuerpos humanos están preparados para soportar.

Conclusión

¿Qué implica descubrir que esta película mina sutilmente su hipotético mensaje? Si hubiera mostrado una sociedad perfecta e infalible de antagonistas y pese a ello Vincent superara sus limitaciones genéticas para igualarse a los válidos, quedaría más claro que nosotros, que no seríamos válidos en el mundo de Gattaca, podríamos derrotar el determinismo genético. Pero al socavar la perfección de los válidos, Niccol parece dejar a la audiencia con una pregunta subconsciente: ¿Y si…? ¿Y si los científicos hubieran conseguido realmente lo que afirmaban haber logrado? ¿Y si Eugene hubiera ganado el oro? ¿Quién habría sido el donante de Vincent? ¿Y si el director no hubiera matado al responsable de misión? ¿Se habría cancelado el lanzamiento? ¿Y si el hijo del Dr. Lamar hubiera sido lo que prometía la ciencia? ¿Habría sentido el doctor la misma empatía por Vincent?

En este mundo de hipótesis un poco separado de la realidad de Gattaca en el que la ciencia realmente logra perfeccionar la forma humana, no está claro que Vincent pudiera triunfar. Con esta deconstrucción especulativa de los principales eventos y premisas de Gattaca, vemos que el fracaso implícito del poder perfeccionador de la ciencia tal y como se muestra en la película socava sutil pero significativamente su supuesta oposición a la modificación genética humana.

Es más, la película se aleja todavía más de ese mensaje cuando el hombre de doce dedos catapulta la historia de Gattaca hacia la defensa del posthumanismo. En esta escena, la película defiende que cuando la ciencia logre realmente su objetivo, el posthumano mejorado genéticamente podrá hacer cosas que ni los no modificados ni los supuestamente perfeccionados pueden.

Las implicaciones de esta cuestión para nuestra comprensión social y académica de la película son cruciales. Gattaca sigue siendo la piedra de toque para contextualizar nuestra comprensión de la bioética, pero este uso se centra solo en una lectura superficial de su mensaje. Si el filme no consigue dejar claro que «el espíritu humano» puede superar al perfeccionismo genético, sino que invita a pensar que debemos celebrar «el éxito» de la ingeniería genética en el contexto del posthumanismo (que sí se muestra como impresionante e incontestable), es un error utilizarlo como un argumento contra la ingeniería genética humana. Nuestra lectura ilustra la necesidad de reformular el mensaje de Gattaca en el imaginario colectivo y entenderla de forma distinta en las conversaciones sobre las promesas y desafíos del posthumanismo en un futuro no muy lejano.

Referencias

Agar, N. (2005). Liberal eugenics: In defense of human enhancement. Blackwell.

Elshtain, J. B. (2004). The body and the question for control. En H. W. Baillie & T. K. Casey (Eds.), Is human nature obsolete?: Genetics, bioengineering, and the future of the human condition (p. 155–175). MIT Press. https://doi.org/10.7551/mitpress/3977.003.0010

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Green, R. M. (2007). Babies by design: The ethics of genetic choice. Yale University Press.

Isaacson, W. (2021). The code breaker: Jennifer Doudna, gene editing, and the future of the human race. Simon & Schuster.

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Maslin, J. (1997, 24 d’octubre). Film Review. The next bigotry: Privilege by genetic perfection. The New York Times, E18.

Niccol, A. (Director). (1997). Gattaca [pel·lícula]. Columbia Pictures.

Von Burg, R. (2010). Cinematic genetics: GATTACAEssentially Yours, and the rhetoric of genetic determinism. Southern Communication Journal75(1), 1–16. https://doi.org/10.1080/10417940902896839

© Mètode 2021 - 111. Transhumanismo - Volumen 4 (2021)
Estudiante del Departamento de Biología de la Universidad de Washington en Seattle (EEUU). Creó una primera versión de este artículo en su primer año del Programa Interdisciplinario de Honor que presentó en el Simposio de Investigación de Estudiantes de Grado de la Universidad de Washington. Actualmente, Klein se prepara para convertirse en investigadora en genética y proteómica.

Profesora del Departamento de Comunicación de la Universidad de Washington, Seattle (EE UU), y miembro del Comité Científico de Mètode. Es autora de dos libros académicos premiados: Shaping science with rethoric (University of Chicago Press, 2001) y On the frontier of science. (Michigan State University Press, 2013). También ha publicado docenas de artículos sobre la retórica de la ciencia.