Reencontrar la naturaleza del litoral valenciano

Rediscovering the valencian coast. Despite the strong pressure that the valencian coast has been under since time immemorial, recents years have seen important efforts to protect and recover those corners of our geography that are of great natural value. However, we must not believe this task to be complete as there are many species and areas still threatened by urban development. 

Las costas valencianas, caracterizadas por la alternancia de largos tramos de playas y de acantilados coronados por llanuras relativamente accesibles, no ofrecieron casi oposición a la colonización destructiva ni al desbarajuste urbanístico a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Tal vez como ningún otro territorio en el estado español, la mayoría de cordilleras litorales permitían construir caminos que llegaban casi al mar. Solamente algunos pequeños tramos en las sierras litorales castellonenses, y ciertos enclaves del norte de Alicante extremadamente inaccesibles, o bien donde los montes del estado que llegaban cerca de los acantilados, se salvaron milagrosamente; a pesar de la aparente fuerza de la legislación forestal de otros montes públicos –teóricamente inalienables e imprescriptibles–, como el cabo de Els Horts de Alicante, se convirtieron en bosques de cemento. El proceso continuó a lo largo de los años 80 y 90, pero localizado sólo en algunos sectores del territorio; atrás quedan los despojos de la lucha contra la urbanización de una parte del litoral de Benitatxell, o los pactos públicos contra natura en las Cortes Valencianas con «luz y taquígrafos», para permitir el desarrollo de miles de chalés en Torrevieja como condición para la aprobación de la legislación del suelo no urbanizable.

«Tal vez el episodio más conocido es el fuerte movimiento social que provocó la «reconquista» de la dehesa de El Saler para los ciudadanos de Valencia»

Ante este panorama de destrucción, es muy cierto que también se ha conseguido la protección jurídica de una cierta cantidad de enclaves excelentes del territorio litoral valenciano, y que, a menudo como resultado del trabajo de tramoyista de los investigadores y de los técnicos medioambientales, se ha avanzado notablemente en la conservación de estos lugares.

microrreservas

Las Microrreservas de Flora son un modelo de protección pionero en toda Europa. / Foto: M. A. Gómez-Serrano

Tal vez, el episodio más conocido es el fuerte movimiento social que provocó la “reconquista” de la dehesa de El Saler para los ciudadanos de Valencia, después de observar con espanto durante más de una década la destrucción progresiva de uno de los símbolos más importantes y queridos de la ciudad; detrás de las anécdotas, como la dudosa necesidad de parcelar y vender la dehesa para obtener aquella cuota que se había impuesto a los valencianos para la construcción del Plan Sur –la misma para la que los habitantes de la ciudad habíamos obtenido la bula de utilizar los sellos con el Santo Cáliz y otros símbolos religiosos, en lugar de los oficiales con la efigie de Franco–, estaba el interés de construir el complejo urbanístico más impresionante de Europa, con miles y miles de edificios llenos de apartamentos. La decisión de recuperar la dehesa se tomó demasiado tarde, cuando los centenares de miles de toneladas de tierra de la duna móvil se habían utilizado para rellenar las malladas –pequeñas depresiones interdunares subpalustres–; retornar a las dunas su estado primigenio, el hogar del lastón marino y de las campanillas de mar, parecía un trabajo de gigantes.

Ahora, después de más de quince años de trabajo de la Oficina Técnica Devesa-Albufera, una vez producidos e integrados en el medio natural centenares de miles de retoños de más de 50 especies, podemos decir que la reconstrucción de una buena parte del frente dunar es una realidad. Los botánicos valencianos todavía recuerdan como al comenzar los años 80, en la Devesa sólo quedaban unos pocos ejemplares de perlinas blancas o algodón de mar (Otanthus maritimus), casi todos en la duna de El Pujol; ahora, esta especie viste de blanco, con miles de plantas, los pies de barlovento de la primera duna litoral a lo largo de unos cuantos quilómetros de la playa de la dehesa.

No hablamos sólo de un trabajo de plantación; las dunas han sido reconstruidas siguiendo la morfología que tenían en las fotografías aéreas tomadas antes del proceso urbanístico, la vegetación fue plantada siguiendo combinaciones específicas calculadas según la orientación, la distancia del mar y las predicciones fitosociológicas; y los sistemas de siembra, plantación, cortavientos, etc. son el resultado de numerosísimas pruebas desarrolladas a lo largo de más de una década de trabajo e investigación. Estos quilómetros de nuevas dunas constituyen el más importante proyecto de regeneración dunar hecho bajo criterios científicos correctos en todo el continente europeo, y seguramente en el planeta.

Ensopegall

La única población del ensopegall de Cavanilles (‘Limoniun cavanilessii’), una de las plantas más amenazadas de nuestro litoral, permanece aislada en los acantilados de la sierra de Irta. / Foto: O. Mayoral

Desde la mitad de los años 80, buena parte de los tramos costeros no urbanizados han sido convertidos en espacios naturales protegidos, como las islas Columbretes, el Prat d’Albalat dels Ànecs o Prat de Cabanes-Torreblanca, la dehesa de El Saler, el Montgó, el Penyal de Ifac, el frente litoral de las salinas de Santa Pola, las zonas de protección de aves (ZEPA) del marjal de los Moros o los islotes de Benidorm, o las reservas marinas de Columbretes, Tabarca y cabo de Sant Antoni; muchos de los tramos costeros de mayor interés para la conservación fueron incluidos en el acuerdo del Gobierno valenciano, firmado en diciembre de 1997, para aportar terrenos valencianos a la red Natura 2000 –caso, entre otros, de la sierra de Irta, el sistema endorreico y costero de Nules-Almenara, los acantilados del norte de Alicante (fundamentalmente en el término de Xàbia), o las dunas de Guardamar del Segura. Sin embargo, muchos más han sucumbido al avance del insaciable hambre urbanístico, o permanecen heridos en un estado grave una vez domesticados y, incluso, ajardinados; nos referimos al Cap Roig y al frente dunar y de acantilados de la dehesa de Campoamor, a las dunas de Canet d’en Berenguer, y a un largo etcétera de lugares encantadores donde viven el enebro marino o muchos de nuestros ensopegalls endémicos (género Limonium), las plantas que con más personalidad definen la enorme valía científica de nuestro litoral.

En el anverso de este desbarajuste de fechorías de la codicia humana hay miles de horas de investigación y trabajo para la conservación dedicadas por las universidades y centros de investigación, por los equipos técnicos de las administraciones con competencias medioambientales, por muchos de los colectivos conservacionistas… Nos referimos a la casi increíble recuperación de los ecosistemas de las Columbretes, tanto bajo el mar como en la superficie, dominados ahora por la alfalfa arbórea y el morritort, el lepidio endémico del archipiélago, que en los años 80 estaban casi en extinción; halcones de Eleonor (Falco eleonorae), pardelas cenicientas (Calonectris diomedea), paíños (Hydrobates pelagicus), cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis) y la mítica gaviota de Audouin (Larus audouinii) vuelan sobre las islas, donde se desarrolla un amplio programa de recuperación de la cubierta vegetal que incluye desde la producción in situ de las principales especies botánicas locales, hasta la siembra de plantas nutricias para los insectos endémicos de estas islas. Nos referimos a la recuperación del marjal de los Moros, antes vertedero para recibir escorias de fundición, y ahora zona húmeda poblada con especies extinguidas y reintroducidas haciendo uso de programas de cría en cautividad, como el calamón (Porphyrio porphyrio). Nos referimos también a la red de microreservas litorales que, desde la Torre Badum hasta el Cap Roig, recoge buena parte de los lugares con mayor personalidad florística, y son el escenario de pruebas de reintroducción –caso de la silene de Ifac (Silene hifacensis) en el Penyal– o de refuerzo poblacional –clematítide (Aristolochia clematitis) y limonio de Dufour (Limonium dufourii) en el Prat de Cabanes, cardo santo (Carduncellus dianius) del Montgó a la cueva del Aigua, etc–. Nos referimos, pues, a un esfuerzo que ha conseguido que la cerceta (Marmaronetta angustirostris) vuelva a volar sobre nuestras lagunas costeras desde el marjal del Moro hasta el Fondó, o que el morito (Plegadis falcinellus) vuelva a visitar nuestras tierras después de muchas décadas.

perlina blanca

La perlina blanca (‘Otanthus maritimus’) es, sin duda, un símbolo de la restauración de los paisajes dunares valencianos. / Foto: Olga Mayoral

Pero todavía quedan muchas cosas por hacer. Hay que recuperar docenas de manantiales y encontrar nuevas áreas de reserva para fartets, gambusinos (samarucs), quisquillas, tortugas de agua y náyades, dentro de los terrenos donde vivieron durante millones de años, controlar la extraordinaria proliferación de plantas alóctonas que dominan muchos de nuestros sistemas dunares, recoger y almacenar cantidades significativas del germoplasma de nuestras plantas, enseñar a las nuevas generaciones cómo pueden conservar el patrimonio natural, parar las tentaciones de nuevas oleadas urbanísticas… Tal vez conviene ahora recordar las palabras del profesor Manuel Costa el año 1986 en La vegetació al País Valencià: «La destrucción de las playas valencianas es algo que tiene que avergonzar a todos los valencianos y a la vez los tiene que estimular para que pongan los medios necesarios para evitar, en primer lugar, que los excesos continúen, y en segundo lugar, para tratar de recuperar aquellas zonas que todavía estén en condiciones de conseguirlo.»

© Mètode 2000 - 26. Redescubrir el litoral - Disponible solo en versión digital. Verano 2000

Doctor en Ciencias Biológicas. Jefe de sección del Servicio de Vida Silvestre de la Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica de la Generalitat Valenciana.