Una historia de violencia

Bases biológicas de la agresión humana

violència

«No solamente las mafias delictivas y los criminales morbosos continúan campando y atemorizando al personal, sino que surgen formas de agresividad y violencia que tienen la apariencia de fenómenos “nuevos”»

Todos los humanos estamos dotados de una compleja maquinaria biológica diseñada para recurrir a tácticas agresivas en las interacciones conflictivas con los demás. La esperanza de recuperar el «paraíso perdido», es decir, una vida perpetuamente plácida y benigna en la que todas las formas de agresividad y de violencia hayan sido desterradas es sólo una quimera. No pertenece a este mundo. Las exigencias siempre renovadas de la competición vital han modulado la aparición de resortes defensivos y ofensivos que los individuos saben reclutar con mayor o menor facilidad, intensidad, sutileza o crueldad. Lo hacen, cuando hay perspectivas de que les salga a cuenta, para obtener ventajas en la lucha por la preeminencia individual y la diseminación evolutiva. Después de largas décadas de bienestar sostenido, los que han crecido en sociedades opulentas y han sido educados en la convicción de que aquella quimera de benignidad era practicable, descubren con frustración que las formas de violencia no paran de diversificarse. No solamente las mafias delictivas y los criminales morbosos continúan campando y atemorizando al personal, sino que surgen formas de agresividad y violencia que tienen la apariencia de fenómenos «nuevos»: los maltratos a criaturas pequeñas o a las personas mayores; la tortura y las vejaciones entre escolares; las agresiones de los adolescentes contra sus madres; las humillaciones, el ostracismo y la persecución en ambientes laborales; las epidemias de homicidios conyugales; las guerrillas entre bandas rivales en ambientes ciudadanos; los episodios de violencia interétnica en guetos urbanos o rurales, etc. Y aparte de todas estas variedades de violencia más o menos doméstica, las sociedades afables descubren, además, que sus ansias de «paz, prosperidad, trabajo bien remunerado y vacaciones en el Caribe» se ven perturbadas por la irrupción de conflictos mayores, de amenazas de guerra a gran escala, talmente como si los humanos no supiesen prescindir del recurso a la violencia individual y grupal a la hora de dirimir conflictos.

Antonio Barroso, 2006. Serie «Agresividad». Fotografía digital manipulada.

La novedad, estos últimos años, es el retorno firme de los periscopios biológicos en las investigaciones sobre el origen de las propensiones violentas de los humanos. Propensiones muy variables, no hace falta decirlo, como todos los atributos del temperamento humano, pero con una fuerte huella del diseño y la cristalización de los engranajes biológicos. Durante décadas este tipo de periscopios han sido silenciados, cuando no totalmente suprimidos, porque era un dogma inapelable que las raíces de la violencia humana había que buscarlas, exclusivamente, en factores de orden cultural y socioeconómico. Es decir, en elementos contextuales que una vez detectados y convenientemente trastrocados conseguirían hacer viable el sueño de una sociedad poblada por individuos respetuosos, honrados y cordiales. Como no hay ningún tipo de dato que vaya por aquí, las humildes aproximaciones biológicas a la descripción de la inclinación humana hacia la agresión normativa así como de las desviaciones patológicas de la agresividad han vuelto a aflorar. En este monográfico de Mètode reunimos varios ensayos divulgativos sobre fronteras de la investigación neurobiológica de la agresividad. Algunos describen los orígenes evolutivos de la agresividad humana y los resortes cerebrales y endocrinos que la hacen posible. Otros diseccionan modalidades del temperamento que se sitúan cerca de los umbrales de la predación social. Y otros, finalmente, hacen referencia a fronteras de investigación apenas abiertas sobre algunas de las formas de guerra que han sacudido más intensamente la escena política en los últimos tiempos. Sólo son una muestra de los varios frentes de progreso en la descripción empírica de un atributo, la agresión, que hay que considerar parte de nuestra naturaleza. El hecho de subrayar la vertiente biológica de este atributo no niega en absoluto la implicación de factores contextuales en la eclosión de la violencia. Bien al contrario, como en todas las manifestaciones del comportamiento, el fenotipo observable es el resultado de sutiles interacciones entre resortes prediseñados, modulaciones madurativas e influencias ambientales. Ahora bien, anular elementos cruciales de este cóctel equivale a prescindir de toda posibilidad de explicación. Así lo entendió el Comité Nobel de Fisiología y Medicina cuando, en 1974, premió al etólogo Konrad Lorenz por sus aportaciones a la descripción de los orígenes de la agresividad animal y humana. Inmediatamente después, sin embargo, esta sabiduría fue enterrada. Ahora vuelve con fuerza y este monográfico de Mètode reúne una pequeña muestra.

María Gómez

María Gómez, sense títol, 2006. Tècnica mixta.

En este monográfico, Mètode cuenta con la colaboración de tres artistas valencianos que han plasmado su particular visión de la violencia, la agresión y, en definitiva, que nos muestran con sus ojos la realidad de la existencia humana. A lo largo de sus más de treinta años de trayectoria, las obras de Carmen Calvo han recogido algunos de los problemas sociales ligados a la actualidad como son la violencia o el maltrato de las mujeres. Calvo ha sabido definir su propio lenguaje, caracterizado por los collages y por el uso de la fotografía, que la han convertido en una artista de reconocido prestigio internacional. La trayectoria de Antonio Barroso es quizá menos conocida por ser más reciente. Un pintor que en los últimos años ha recibido varios reconocimientos a su trabajo, como el premio universal por su obra pictórica en el Concurso de Arte Manolo Valdés del municipio de Altura en 2003 o la trigésimo segunda edición de los Premios Bancaja de Pintura, Escultura y Arte Digital 2005 con Miedos, una plasmación de la angustia vital. María Gómez, por su parte, es profesora de Técnicas Artísticas de la Universitat de València, una artista comprometida que lleva tras de sí un extenso bagaje profesional de muchos años. Su última exposición en La Nau, «Ulls de ferro», refleja la vejación del cuerpo de la mujer en la sociedad actual. Los tres artistas han querido colaborar con Mètode y dar de esta manera un valor añadido a este número 50 de la revista.

© Mètode 2006 - 50. Una historia de violencia - Disponible solo en versión digital. Verano 2006
Departamento de Psiquiatria. Instituto de Neurociencias UAB, Bellaterra (Barcelona).

Profesora agregada Serra Húnter del Departamento de Medicina Experimental. Facultad de Educación, Psicología y Trabajo Social. Universidad de Lleida.