Una mirada al control y al uso del fuego

Los bosques, los incendios y la gestión forestal

Fuego cerca de zona habitada

La elevada superficie forestal de Cataluña (63%) hace que gestionarla sea decisivo para una buena ordenación del territorio. Las quemas prescritas ayudan a prevenir los grandes incendios forestales que han marcado la historia reciente y favorecen la reintroducción de un elemento natural en el monte mediterráneo: el fuego.

La superficie forestal ocupa el 63% en Cataluña. Para tener una idea relativa a los porcentajes de otros territorios, la media en Europa es del 25%, en España del 32%, en Francia del 27%, en Grecia del 28% y en Inglaterra del 15%. Por tanto, el bosque en Cataluña es clave en la gestión territorial. Este elevado porcentaje de territorio forestal provoca la necesidad de vigilar el bosque con atención, estudiar, conocer, analizar y tomar medidas para gestionarlo con eficacia. Más aún si tenemos en cuenta la historia forestal catalana, en la que los intensos procesos de cambio y transformación de los últimos 150 años han dejado un territorio forestal muy alejado de lo que sería un bosque natural sin intervención humana.

«El elevado porcentaje de territorio forestal de Cataluña provoca la necesidad de mirar el bosque con atención, estudiar, conocer, analizar y tomar medidas para gestionarlo con eficacia»

La estructura de la propiedad forestal es otro factor interesante de conocer. De acuerdo con datos del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña del 2008, más del 70% del territorio forestal es propiedad privada. Conscientes de esta realidad, la administración catalana creó el Centro de la Propiedad Forestal (CPF), empresa pública específicamente dedicada a promover la ordenación y la gestión de los bosques de titularidad privada. El CPF pone a disposición de los propietarios dos instrumentos de planes técnicos: el Plan Técnico de Gestión y Mejora Forestal (PTGMF) y el Plan Simple de Mejora Forestal (PSMF). Debemos decir, sin embargo, que, a pesar de que cada año hay más propietarios que se suman a uno de estos planes, hay mucho trabajo por hacer aún. Estos dos instrumentos presentan una variedad de herramientas para la gestión en función de los objetivos que el propietario se plantee y siempre de una manera voluntaria, ya que jurídicamente no existe ninguna ley que obligue a los propietarios a gestionar el monte catalán. Ligado a esto, las grandes superficies forestales, los bosques o plantaciones alejadas de la vegetación potencial y los múltiples propietarios son, con los incendios forestales, una de las grandes problemáticas del bosque catalán.

Incendios y gestión forestal

En Cataluña, los años del cambio de lo que hoy día conocemos como grandes incendios forestales tuvieron lugar en la década de los ochenta. A pesar de que los incendios han sido recurrentes a lo largo de toda la historia, nunca habían adquirido la magnitud de 1986, cuando se quemaron más de 60.000 ha, entre las que hay que contar las arrasadas por el fuego en la montaña de Montserrat. Después vinieron unos años con muy poco protagonismo de los incendios forestales, si no hubiese sido por las campañas de prevención del verano, y se extendió la sensación de que los incendios forestales eran historia como problema. Sin embargo, en 1994 los bosques catalanes vivieron uno de los momentos más trágicos, ya que el fuego calcinó más de 70.000 ha. Ese año pasó a llamarse «el año de los incendios de la Cataluña Central».

En este gráfico se puede observar el número de incendios y las hectáreas quemadas desde 1970 a 2009 a Cataluña

En este gráfico se puede observar el número de incendios y las hectáreas quemadas desde 1970 a 2009 a Cataluña. Destacan 1986 y 1994 como los años con más superficie quemada.

En aquel momento, quizá se pensó más en la mala fortuna que en la existencia de un problema, y no fue hasta 1998, con el incendio de El Solsonès, cuando se hizo evidente que había un problema de fondo grave y que había que resolverlo urgentemente. En aquellos momentos, según el GRAF (Grupo de Apoyo a Actuaciones Forestales), el 0,4% de los incendios eran responsables del 96% de toda el área quemada. ¿Cómo era posible que los servicios de extinción no pudiesen hacer frente a un incendio forestal? Quizá el propio problema podía conducirnos a la explicación. La extinción de incendios es tan eficiente que el fuego ya no quema lo que potencialmente es combustible. Por ello, si año tras año la extinción es eficiente, el volumen de combustible preparado para provocar un gran incendio forestal va creciendo. No obstante, llegar a esta conclusión no es sencillo. Es lo que ahora todo el mundo ya llama la paradoja de los incendios: cuanto mejores somos apagando incendios, más intenso puede ser el incendio que se desencadene en una situación de riesgo máximo.

Cambios de los usos y cambios de la cubierta en el territorio

Aun así, esta no es la única explicación del problema. Todos sabemos que, como muchos otros territorios de todo el mundo desarrollado, durante las últimas décadas Cataluña ha experimentado un abandono del campo con el consiguiente cambio en los usos del suelo, y eso ha representado una regeneración del bosque donde antes había prados, pastos o campos de cultivo. Pero no solo eso, ya que la gente que vivía de estos pastos y campos ya no utiliza el bosque como fuente de energía, y cada vez hay más combustible en el bosque preparado para arder.

«En 1994 los bosques catalanes vivieron uno de los momentos más trágicos, ya que el fuego calcinó más de 70.000 ha. Ese año pasó
a llamarse “el año de los incendios de la Cataluña Central”»

Hay otro fenómeno que hay que tener en cuenta. Un incendio se produce porque el triángulo «combustible, oxígeno y calor» más chispa se cierra. Muchas veces esta chispa la provoca alguien que está en el bosque, y se presenta de manera accidental, intencionada o fortuita. Por varios motivos, cada vez más gente va al bosque e incluso en él se construyen casas de primera y segunda residencia. ¿No es muy recurrente la sensación de no saber dónde acaba el bosque y dónde empieza la ciudad? Hay que añadir que seguramente los incendios no serían un problema si se pudiese conseguir un rendimiento económico del bosque, pero por ahora obtener alguna fuente de ingresos es un hecho excepcional y cada vez hay más gente que vive en la interfase forestal pero que da la espalda a las actividades económicas del bosque. Según datos oficiales, en Cataluña hay más de 500 urbanizaciones ilegales localizadas en las zonas llamadas interfase urbanoforestal.

Después de estos grandes incendios forestales era hora de pensar no tan solo en la extinción, es decir, cómo combatir los incendios forestales, sino también de preocuparse de la prevención. En 1999 la Generalitat creó el Grupo de Apoyo a Actuaciones Forestales dentro del cuerpo de bomberos. Este grupo planteaba que los bomberos trabajasen en la extinción de incendios, añadiendo como innovación las actividades de prevención durante todo el año. Se empieza a hacer patente la idea de que los incendios se apaguen en invierno. El GRAF introdujo la idea de que si se tenía que combatir el incendio, lo primero que había que hacer era conocerlo, motivo por el que la historia puede aportar muchos conocimientos con el fin de entender por qué los incendios se comportan de una cierta manera en determinados lugares y situaciones. Así la extinción quizá sea más eficaz.

Herramientas polémicas: prevención con quemas prescritas

El GRAF, este grupo de ingenieros-bomberos que se dedican tanto a la prevención como a la extinción, es quien empezó a proponer, como herramienta de gestión en fase experimental, las quemas prescritas. Desde 1999 el fuego se utiliza como gestor del bosque, una técnica llamada «fuego prescrito» o «quema prescrita». Es a partir de este momento que en Cataluña, único lugar del Estado español, se empieza a tratar de manera seria el fuego como posible gestor del monte y como la solución a los grandes incendios forestales. Existen otros objetivos por los que en Cataluña se han hecho quemas, como para gestionar las igniciones de matorrales intencionadas, por motivos de circulación, pastos, caza, turismo, o por la propia práctica y entrenamiento por parte de los GRAF que empiezan a trabajar. Por medio de la ignición controlada se favorece evitar las igniciones peligrosas.

Un bombero del Grupo de Apoyo a Actuaciones Forestales

Un bombero del Grupo de Apoyo a Actuaciones Forestales (GRAF) inicia un fuego prescrito. Los incendios controlados son una forma de evitar los macroincendios, porque evitan la acumulación de combustible potencial. / X. Úbeda

Los objetivos que se persiguen en una quema siempre son muy diversos, tan diversos como cualquier actuación que se realice sobre un ecosistema. Antes de nada, hay que aclarar que una quema no es un incendio. La principal diferencia está en la intensidad del fuego, de manera que este factor determina si el fuego beneficia o perjudica al medio. Las quemas se basan en la práctica de fuego de baja intensidad conducido artificialmente para que no pueda propagarse por medio de una evolución libre. Las quemas se ejecutan obedeciendo a un «plan de quema» previamente diseñado y aprobado donde se especifica claramente la «ventana de prescripción», que engloba al conjunto de condiciones meteorológicas, topográficas y de combustible disponible que hay que tener presentes para poder garantizar un control absoluto del fuego.

En función del tipo de quema se persigue un tipo de objetivo u otro, y a partir de aquí las condiciones que marca la ventana de prescripción se ejecutan siguiendo un determinado «patrón de ignición», es decir, una forma prefijada de encender y conducir el fuego. Los patrones de quema pueden ser diversos, sin embargo, principalmente, se basan en variaciones o estrategias de conducir el fuego mediante una evolución de cabeza, de flanco o de cola.

«Por medio de la ignición controlada se favorece evitar las igniciones peligrosas. Una quema no es un incendio: la principal diferencia está en la intensidad del fuego, de manera que este factor determina si el fuego beneficia o perjudica al medio»

Un hecho muy importante desde el punto de vista científico es que el GRAF siempre ha permitido que sus quemas fuesen campos de experimentación para los grupos de investigación. Así pues, nos ha dado la oportunidad de desarrollar la investigación. Una quema es un escenario donde se pueden controlar muchas variables que cuando se conocen se pueden someter a experimentación. Hay varias variables interesantes de estudiar: ¿cómo afecta el fuego a la fauna? ¿Y a la vegetación? ¿Y al suelo? ¿Cómo se comporta el fuego? Muchos grupos de investigación aprovechamos científicamente esta infraestructura experimental. Las quemas prescritas son una actuación polémica. No todo el mundo acepta este tipo de gestión forestal. Por ello, el GRAF también está interesado en que se estudien todos los aspectos relacionados con la quema. Hay que dar respuestas y pensar en todos los beneficios e inconvenientes que esta gestión puede representar. Ahora bien, siempre se hace necesaria la busca de un equilibrio que conduzca hacia una situación sostenible del bosque. Tampoco es válida la crítica sistemática de una herramienta de gestión forestal sin proponer una alternativa o sin conocer a fondo las ventajas o desventajas de esta herramienta.

Pero tampoco queremos decir que la quema prescrita sea la panacea. Con los tiempos que vivimos de cambio global, el calentamiento del planeta y los altos niveles de CO2 en la atmósfera, parece de partida contradictorio proponer como válida una herramienta de gestión basada en la liberación intencionada de CO2. Y simplemente es debido a que el nivel de liberación de CO2 por parte del entramado industrial, de transporte, energético, etc., en que las sociedades del mundo desarrollado vivimos instalados, es tan gigante que el proceso natural y milenario de quemar a una baja intensidad nos hace pensar que esta herramienta de gestión es de partida contraproducente.

Aquí es donde la gestión vuelve a ser clave, y ahora no tan solo la gestión forestal, sino la gestión global de los problemas. Es nuestra cómoda forma de vivir la que provoca desproporcionadas cantidades de CO2 y la que debemos minimizar con gran celeridad si queremos un equilibrio. Por otra parte, desde nuestro punto de vista hay que ver las quemas prescritas como lo que realmente son: una de las diferentes herramientas que existen para gestionar las masas forestales. No puede considerarse el remedio de aplicación extensiva y sistemática, porque si no nos encontraríamos con un nuevo desequilibrio de liberación de CO2 causada por la gestión con fuego.

Parcela en Tivisa antes y después de realizar la quema controlada

Parcela en Tivisa antes y después de realizar la quema controlada, que tenía como objetivo recuperar pastos para las ovejas. Cuando salgan los brotes tiernos, los animales que pacerán se encargarán de mantener la vegetación baja y sin riesgo de incendio. / X. Úbeda

Hacia una nueva forma de entender la gestión forestal

Gestionar se definiría, desde un punto de vista estricto, como la manera de tomar control, estar a cargo, organizar, regular. Esta manera tradicional de gestionar el territorio forestal, dominadora y abusiva de lo que son las necesidades de los seres humanos, hay que definirla en función del conjunto del ecosistema. Como a corto-medio plazo parece que no va a haber un cambio de sistema económico, tenemos que definir la forma de gestionar el territorio forestal dentro del sistema de economía neoliberal y productivista en el que vivimos. Por eso podríamos proponer un nuevo enfoque de la gestión más participativa en las comunidades afectadas, multisectorial y transversal, que tenga en cuenta de manera efectiva la participación de comunidades de vecinos y comunidades forestales, propietarios forestales, departamentos administrativos como Industria, Educación, Territorio, Presidencia, etc., pero que sea el Departamento de Medio Ambiente el último en hablar.

El mundo científico se debe tener en cuenta y se debe valorar a la hora de establecer las causas, métodos de prevención y de recuperación de los incendios. Silvopastoreo y prácticas de aprovechamiento forestal sostenible que promuevan conjugar valores ecológicos, económicos y sociales, teniendo en cuenta las comunidades locales y todas y cada una de las partes interesadas. Combatir el abandono rural y sus actividades, poniendo en solfa los valores y servicios intangibles que generan los montes con especies autóctonas. Lo que podríamos denominar los servicios a la comunidad, como el ciclo hidrológico, los sumideros de carbono en los suelos, fuentes de oxígeno, mejora cualitativa de los nutrientes y de las estructuras edáficas, invertir la tendencia en el régimen de los incendios forestales, son valores añadidos que produciría el monte catalán y que no se pagan en las economías mercantilistas neoliberales de la actualidad. Finalmente, es necesario un plan forestal que promueva una política educativa dirigida a la población en general para que comprenda y valore la importancia de los recursos ambientales en general y del monte en particular.

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© Mètode 2011 - 70. Cuando se quema el bosque - Número 70. Verano 2011

Investigador del Grupo de Investigación Ambiental Mediterránea. Departamento de Geografía Física y Análisis Geo­gráfico Regional, Universidad de Barcelona.

Investigador del Grupo de Investigación Ambiental Mediterránea. Departamento de Geografía Física y Análisis Geo­gráfico Regional, Universidad de Barcelona.