¿Cómo podemos describir un país en el que, tres meses después del comienzo de la crisis de la COVID-19, el presidente anuncia que los centros para el control y la prevención de enfermedades recomiendan el uso de mascarillas a la población pero afirma que él no va a hacerlo? El mismo día, el gobernador del estado en el que esos centros están ubicados dice que «no sabíamos» que la gente podía tener el virus de forma asintomática. Si cualquiera que haya visto las noticias de EE UU al menos una hora conoce los aspectos básicos del coronavirus, porque la cobertura es continua, ¿cómo puede un gobernador alegar esa ignorancia?
El problema con la gestión de la COVID-19 en los Estados Unidos ha sido más político que sanitario. Si las decisiones las hubieran tomado los expertos médicos y sanitarios en lugar de los políticos, habríamos aprendido de cómo se ha abordado la pandemia en otros países, antes de que los EE UU se convirtieran en el epicentro. Es cierto que se ignoraban muchos datos sobre el virus, pero esta falta de información no fue el factor clave que llevó a los EE UU a gestionar la crisis de una manera tan terrible. Además de la naturaleza considerablemente individualista de su cultura, la volátil situación política actual contribuyó de múltiples formas a la propagación del virus. Cuando el presidente de un país dice que «no sabía» y pensaba que «la mayoría de la gente no sabía» que la gripe mata, ¿qué se puede esperar en su gestión de una pandemia? La oposición demócrata al presidente no ha respondido con la contundencia necesaria a la crisis por miedo a alejarse aún más de los votantes en las próximas elecciones presidenciales. Por razones que siguen siendo un misterio, los partidarios del actual presidente continúan apoyándolo pese a su mediocre gestión en esta crisis.
Además de la volátil situación política de los EE UU, otros factores históricos y culturales han influido en nuestra pobre respuesta a la crisis. Muchos ciudadanos estadounidenses no quieren que se les diga qué deben hacer. Esto no es exclusivo de los EE UU, pero para nosotros es un factor clave. El sistema de gobierno se basa más en el control estatal que en el federal. El gobierno estadounidense no está configurado para ordenar un confinamiento a nivel nacional. Los ciudadanos estamos muy acostumbrados a conseguir lo que queremos y no tener que prescindir de nada. La naturaleza de una economía tan capitalista como la nuestra también es antitética al tipo de acciones que darían prioridad a la salud sobre el mercado de valores.
Se ha calificado esta crisis como «la gran igualadora», pero no lo es. Está golpeando mucho más a los pobres, a las minorías y a los discapacitados que a los privilegiados. Los EE UU estaban muy mal preparados para cualquier crisis sanitaria; no pensábamos que tales cosas pudieran afectarnos. Los escasos recursos disponibles no están al alcance de aquellos que los necesitan. Nuestra falta de sanidad universal sigue haciéndonos daño. Las personas que con mayor probabilidad se vean afectadas económicamente son también las menos privilegiadas.
«Se ha investigado muy poco sobre cómo utilizar estrategias comunicativas para convencer a la gente de la importancia de quedarse en casa»
Como editora de una de las principales revistas de comunicación sanitaria del mundo, Health Communication, me ha sorprendido la falta de investigación sobre pandemias. Se ha investigado mucho sobre cómo se presenta esta crisis en los medios, pero muy poco sobre cómo utilizar estrategias comunicativas para convencer a la gente de la importancia de quedarse en casa. Hace unos años formé parte de un grupo de trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) diseñado para desarrollar estrategias comunicativas para las crisis sanitarias. ¡El grupo se formó porque la OMS no disponía de recomendaciones basadas en datos! Todas las estrategias eran anecdóticas y se basaban en la experiencia en lugar de en la investigación. Si miramos el mundo hoy en día, seguimos sin observar que se ponga en marcha una comunicación estratégica para cambiar el comportamiento con respecto a la COVID-19. Hay teoría e investigación que podemos utilizar, pero veo que se está aplicando poco en esta crisis mundial.