Vivimos un momento de cambio en el tratamiento de la biodiversidad y la conservación de nuestro medio natural. Sirva como ejemplo el proyecto de reintroducción del quebrantahuesos en la Comunitat Valenciana, un ave necrófaga de singular belleza y la más escasa de su especie en Europa. En cierto modo, es la vuelta a casa de un viejo amigo, un peculiar buitre que desempeña un papel clave en la cadena trófica, limpiando el monte de detritus óseos. En nuestro territorio se extinguió en el siglo xix, pero se ha recuperado en zonas montañosas del norte de España y lo hemos reintroducido en el norte de Castellón, para que vuelva a formar parte de nuestra riqueza natural y que sea tan familiar para la población de la zona como lo fue en el pasado.
El proyecto no habría sido posible sin la colaboración de instituciones públicas y privadas, entre ellas la Universitat de València, que lo ha evaluado científicamente, y la implicación de socios locales. No solo se trata de un empeño estimable e ilusionante, sino que va más allá: forma parte del nuevo paradigma en que trabajamos para la conservación activa de la biodiversidad y de los ecosistemas que la sustentan.
Partimos de una mejora notable en conocimiento de la biodiversidad desde los años noventa, especialmente a partir de la elaboración de los inventarios y catálogos de espacios y especies, en virtud de las directivas de la red europea Natura 2000. Fue un esfuerzo formidable que ahora continuamos para ampliar el conocimiento sobre los valores naturales y su estado de conservación.
El Banco de Datos de Biodiversidad de la Comunitat Valenciana es la mayor plataforma de información actualizada sobre la distribución de especies silvestres. Disponible en línea con un alto nivel de precisión geográfica, es el segundo proveedor español de datos a la plataforma Global Biodiversity Information Facility.
«Hemos de valorar la diversidad propia de la Comunitat: especies de flora y fauna cuya compañía enriquece nuestros paisajes y patrimonio»
Contamos con otro elemento diferencial, como país relativamente pequeño, antropizado y degradado. Tal vez por ello, colectivamente no hemos llegado a asumir la necesaria conciencia de los muchos valores, tanto en fauna como flora –aunque sí de los espacios y paisajes– de los que enorgullecernos. Tendemos a vernos en la periferia de la conservación de naturaleza, pero hemos de resituarnos en el centro. Nuestros valores naturales, a menudo poco visibles o reconocidos por la sociedad, lo merecen.
Hemos de valorar la diversidad propia de la Comunitat: especies de flora y fauna cuya compañía enriquece nuestros paisajes y patrimonio. Reivindicamos la vuelta a casa o una mayor presencia de algunas de ellas, emblemáticas y escasas, que en su momento fueron abundantes. Que se marcharon o están a punto de irse. Queremos volver a disfrutar del vuelo del quebrantahuesos sobre nuestras montañas, como estandarte de ese nuevo paradigma en la percepción y tratamiento de nuestra biodiversidad. Y no será el único.
Además, el interés en la reintroducción de estas especies va más allá de su belleza o del valor ecológico o científico que atesoran; debe servir para reforzar la protección y conservación del entorno a repoblar: ecosistema y especie se necesitan para prosperar y sobrevivir.
El regreso a su tierra, como un amigo que emigró tiempo atrás, es una metáfora de lo que significa la conservación activa: la producción de naturaleza. Otra manera de plantear el territorio, superando la aparente dicotomía entre producción y conservación, mediante la recuperación de fauna emblemática y de sus paisajes, que ofrezca alternativas a la población local, para revitalizar las comarcas de interior y fortalecer el orgullo de pertenencia al territorio, vivo y diverso, con riquezas naturales que generan conocimiento, paisaje y vida.