Si preguntamos a cualquier persona en la calle si las matemáticas son importantes, nos dirá que sí sin dudarlo. Ahora bien, si le preguntamos por qué, su respuesta será vaga, cuando no refleje cierta perplejidad. Esto no se corresponde con la evolución que ha vivido esta disciplina y las innumerables aplicaciones que tiene hoy en día en todas las ciencias. Si en épocas anteriores las matemáticas fueron clave para el desarrollo de la física, la química, las ingenie-rías, etc., hoy, además, lo son en las ciencias sociales y sobre todo en las ciencias biológicas y de la salud; y son fuente de inspiración y aportan nuevos conceptos en las artes (pintura, escultura, música, cine…). El hecho de que impregnen cuestiones básicas del día a día hace que un desconocimiento matemático básico por parte del ciudadano medio – lo que llamamos cultura general– lo haga reo de manipulación.
Las matemáticas son una creación singular de la mente humana. No son una ciencia natural, pero su nivel de aplicación a ciencias y artes es incuestionable; se han desarrollado hasta llegar a límites insospechados en la actualidad, cuando han ampliado su elenco de ramas y han encontrado en la computación electrónica a su mayor aliada e impulsora. Si los telescopios y los microscopios han servido para que la humanidad pudiera alcanzar lo que sus sentidos no le dejaban ver, los ordenadores han servido para que la humanidad pudiera ver aquello que genera su imaginación, y pudiera calcular a grandes velocidades. El matemático, en su trabajo diario, ha tenido más tiempo para centrarse en sus ideas, teorías y modelos que en dedicarse a cálculos y representaciones.
En un momento en el que las ciencias no son compartimentos estancos, la matemática se ha convertido en la argamasa y el envoltorio de los avances científicos; como consecuencia son muchos los equipos multidisciplinares que incorporan «de serie» a matemáticos. En los grados de matemáticas las notas de ingreso se incrementan año a año y sus egresa-dos no tienen dificultad en encontrar lugares apropiados en el mercado de trabajo. De hecho, es la profesión con menos paro según datos del Instituto Nacional de Estadística (un 4,5%, prácticamente pleno empleo).
Y a todo ello ha contribuido el desarrollo de la matemática en el siglo xx, un siglo de oro en su historia. Si la matemática griega supuso una ruptura epistemológica debido a la sistematización del conocimiento tal y como lo conocemos, en el siglo xvii Europa vivió una revolución científica de la que el nacimiento del cálculo infinitesimal fue uno de sus exponentes; pero es en el siglo pasado cuando, con la necesidad, o la excusa, de encontrar la fundamentación de la matemática, la impulsaron a los niveles actuales. No fueron ajenos a esa labor un buen puñado de jóvenes españoles, que comenzaron sus estudios de matemáticas (en Valencia en 1967, hace cincuenta años). Donde no había nada, o muy poco, comenzaron a comunicarse con el extranjero, a viajar, a traer nuevas formas de investigar, nuevas formas de enseñar y nuevos modos de difundir. La evolución fue una revolución; si en 1980 uno de cada doscientos trabajos publicados en el mundo en matemáticas tenía un firmante español, en el 2000 eran ya cinco de cada cien, y seguimos en esa línea.
Es curioso que la conmemoración de este cincuentenario de la creación de los estudios de matemáticas en la Universitat de València coincida con la jubilación de estos pioneros, proceso que se completará en pocos años. La herencia que dejan deberá ser bien aprovechada por las nuevas generaciones. Démosles la oportunidad de que así sea.