La belleza en un grano de arena

Cúmulo de galaxias SMACS 0723

Contemplo con admiración la primera imagen que nos llega del equipo del telescopio espacial James Webb. Un campo de miles de galaxias se nos presenta a los ojos en un trozo de cielo tan pequeño como el que tapa un grano de arena sobre un dedo con el brazo extendido. En el centro de la imagen observamos el cúmulo de galaxias SMACS 0723 rodeado por unos anillos de luz. Y, por aquí y por allá, pequeñas galaxias enrojecidas salpican el conjunto. Esta imagen icónica del fondo del universo marca el inicio de una nueva era en la exploración espacial, puesto que nos muestra una gran parte de la infancia del universo, de momento muy desconocida. Una maravilla visual que nos ofrece todo un nuevo mundo por explorar.

Pero no quiero hablar de la ciencia que hay tras esta imagen, sino de su belleza. Un campo celeste lleno de galaxias tan bello que no deja a nadie indiferente. A partir de una composición de imágenes obtenidas a través de varios filtros en longitudes de onda en el infrarrojo, se ha hecho una imagen multicolor, visible para los humanos, más comprensible y estética. Nuestro sistema visual está mejor adaptado a ver sutiles diferencias de colores, cosa que nos facilita su estudio. Pero también con una imagen de colores llamativos se pretende que la sociedad se interese por el universo y reflexione sobre este. Parece esencial, por tanto, la presentación estética de los resultados astronómicos.

Muchos científicos piensan que la belleza que muestran las imágenes del cielo es un plus para hacer ciencia. De esto saben mucho los astrofotógrafos, que buscan los mejores lugares lejos de las ciudades para capturar las más bellas galaxias, solo por placer estético. Pero para extraer nuevos conocimientos de la imagen, como la naturaleza es vergonzosa y no nos muestra sus secretos, hay que hacer un trabajo suplementario, profundo y a veces arriesgado.

Pero no solo una imagen puede evocar la belleza, sino que a menudo es suficiente la mera contemplación de la naturaleza nocturna. Confieso que alguna vez he sufrido vértigo y confusión al observar la Vía Láctea en un entorno verdaderamente oscuro como Aras de los Olmos o el Observatorio del Roque de los Muchachos, en la isla de La Palma. He sufrido, quizás, un episodio suave del síndrome de Stendhal por sobreexposición a una sobredosis de belleza natural.

Por otro lado, hay que decir que un profano y un astrónomo no verán igual un paisaje nocturno. El primero se quedará parado con el movimiento ondulante de una aurora boreal o con la brillantez de la Vía Láctea, mientras que el científico, además, pensará en la interacción del viento solar con el nitrógeno y el oxígeno atmosférico o en el agujero supermasivo del centro de la galaxia. Son actitudes complementarias y no opuestas. La belleza del fenómeno no es enemiga de la belleza del conocimiento. Aun así, no siempre ha sido así. En la época romántica, por ejemplo, los artistas se rebelaban contra la racionalidad de la ciencia porque malograba la belleza de los fenómenos naturales. El periodista Toni Pou, en el libro Si un dit assenyala la Lluna, cuenta que el poeta John Keats brindaba maldiciendo a Newton por destruir la poesía del arco iris al reducirlo a un prisma, y que el poeta Samuel Taylor Coleridge dijo que harían falta las almas de quinientos Newtons para obtener un Shakespeare o un Milton.

Esta búsqueda de la belleza en astronomía también se puede extender a las grandes teorías físicas. El profesor José Adolfo de Azcárraga nos decía que la física debía tender a la belleza y que, en esta aproximación a la «verdad» que es la ciencia, había que hacer teorías bellas. En este sentido, nos hizo notar el encanto de las ecuaciones de Maxwell. También el físico soviético Lev Landau consideraba que la teoría general de la relatividad era la más bella de las teorías científicas.

Admiremos, pues, el universo, incluso con su bella violencia neutra.

© Mètode 2022 - 115. Belleza y naturaleza - Volumen 4 (2022)
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Departamento de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València.