A menudo eclipsados por la belleza, el comportamiento o la controversia que suscitan otros artrópodos, los fásmidos (orden Phasmatodea) –ese grupo de insectos en el que se encuentran los insectos palo y los insectos hoja– son plenos merecedores de su propio momento de fama. Con más de 3.000 especies descritas, este orden se distribuye en todos los continentes menos la Antártida, comen plantas y, algunas especies, incluso insectos; muchos son partenogenéticos (es decir, las hembras se reproducen sin la necesidad de machos); algunas especies emiten sonidos cuya funcionalidad, de tenerla, está aún por esclarecer, y en algunos países de Sudamérica y Asia son considerados un manjar. Además, los fásmidos son capaces de regenerar extremidades perdidas y su modo de vida se basa, en la mayoría de las especies, en pasar desapercibidos gracias a su camuflaje. De hecho, algunos son capaces de cambiar de color o imitar el característico vaivén de las ramas y hojas cuando son mecidas por el viento. En ciencia, son modelos de estudio en campos como la ecología, la evolución, la biología del desarrollo, la medicina e incluso en el control de plagas.
Aun así, todas estas particularidades sirven de poco si, al quererlos fotografiar, nos encontramos delante nuestro nada más, y nada menos, que a un «palo viviente». ¿Cómo conseguir una imagen diferente de un animal inmóvil y no especialmente atractivo? Esta pregunta vino a mi cabeza cuando, en una caminata nocturna en Malasia, me encontré a uno de estos animales. Decidí entonces crear, mediante una linterna roja, una distorsión de la realidad. Generar una posible disonancia cognitiva mostrando movimiento en lo inmóvil. Aumenté el tiempo de disparo de mi cámara y me propuse capturar dos retratos superpuestos en una sola fotografía.
Al pulsar el disparador, mi flash congelaría rápidamente al sujeto (primer retrato). Sin embargo, una vez el flash hubiera hecho su función, y mientras que la foto se seguía tomando, iluminaría con la linterna roja al insecto hasta que la foto finalizase (segundo retrato). Todo este proceso duraría 3,2 segundos. En el caso del segundo retrato, el mal pulso al sujetar la cámara y encender la linterna crearía ese aparente halo de movimiento. Una vez más, la imaginación fue mi mejor aliada.