Preservando la Albufera: Un desafío ambiental

Esfuerzos de conservación ante la contaminación de un espacio natural único

Flamencos en la Albufera de Valencia

Valencia ostenta en 2024 el título de Capital Verde europea, un distintivo que se suele conceder cada año en la ciudad europea abanderada de la sostenibilidad, las políticas medioambientales y las mejoras aplicadas en su entorno urbano. Con motivo de este reconocimiento, este año el Ayuntamiento de Valencia ha decidido impulsar el nombramiento de la Albufera como Reserva de la Biosfera por la UNESCO.

Sin embargo, en un contexto de crisis climática, al menos el 85% de los humedales de importancia internacional de España se encuentran en un estado de conservación preocupante, y un 38% está en una situación muy pobre, entre ellos la Albufera de Valencia, muy afectada por la emisión de contaminantes y la actividad humana.

Relevancia ecológica de la Albufera

El Parque Natural de la Albufera de Valencia está protegido por la Convención RAMSAR respecto a humedales desde 1990 y también está incluido en la Red Natura 2000, en el Catálogo de Zonas Húmedas de la Comunidad Valenciana y en la Lista de Humedales de Importancia Internacional. Además, fue declarado Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). Este emblemático ecosistema de la provincia de Valencia alberga más de 90 especies incluidas en la Directiva de Aves, la cual recoge las especies cuya conservación es prioritaria en Europa. En el Parque de la Albufera también pueden encontrarse hasta 22 tipos diferentes de ecosistemas presentes en la Directiva de Hábitats, que tiene como objetivo la conservación de hábitats y especies de interés comunitario.

La Albufera es, por tanto, de gran importancia en el contexto general de los humedales europeos, especialmente en cuanto a las aves acuáticas. Según datos del Servicio de Biodiversidad de la Generalitat Valenciana, más de 350 especies ornitológicas utilizan este ecosistema y unas 90 se reproducen en él. Todo esto sin contar los mamíferos, peces, reptiles y anfibios que allí habitan. Por eso, los impactos ambientales a los cuales se ha visto sometido el Parque Natural a lo largo de los años ponen en peligro la valiosa biodiversidad que encontramos en el humedal.

Imatge satèl·lit Albufera de València

Imagen satélite de la Albufera de Valencia. / Foto: European Union, Copernicus Sentinel-2

La regresión del Parque Natural

A partir de los años setenta, con motivo del aumento del desarrollo urbanístico, las acequias que alimentaban la Albufera empezaron a transportar cada vez más cantidad de residuos, tanto de origen urbano como industrial.

«Actualmente, el principal problema del parque es la eutrofización», explica el doctor Antonio Camacho, profesor de Ecología de la Universitat de Valencia. «La Albufera es un sistema hipertrofiado que se colapsó a partir de los años setenta del siglo pasado y en este colapso desapareció buena parte de la biodiversidad, causando un impacto tanto a nivel floral como faunístico, pero sobre todo a nivel funcional», incide el investigador. Como consecuencia, en 1974 las comunidades de macrófitos (plantas acuáticas de gran relevancia para el humedal) llegaron a desaparecer de la laguna. Y los parámetros químicos del ecosistema sufrieron un gran cambio.

Impacte urbanístic a la Devesa als anys 80 i 90

La Dehesa de El Saler, parte del Parque Natural, en los años cincuenta y sesenta (izquierda) en comparación con el paisaje en los ochenta y noventa (derecha), donde se hace visible el impacto del desarrollo urbanístico. / Foto: Servei Devesa Albufera / Ajuntament de València.

Este estado eutrófico, caracterizado por un exceso de nutrientes, se manifiesta con una explosión de fitoplancton, que causa el oscurecimiento del agua, recurrentes ciclos de anoxia y un descenso en la producción piscícola, con el consecuente impacto a las especies de mayor interés comercial y a la biodiversidad del ecosistema.

El cambio climático también está generando un gran impacto en el Parque Natural de la Albufera. «Ahora hay muchísimos problemas relacionados con la sequía, y uno de ellos es la subida de temperaturas del Mediterráneo. A la Albufera le afecta y hace que la evaporación sea mucho mayor, con lo cual se pierden grandes cantidades de masa de agua», declara la doctora Yolanda Picó, investigadora de la Universitat de València en el Centro de Investigación sobre Desertificación (CSIC-UV-GVA). La situación se agrava cada año, a causa de las escasas precipitaciones. «Este año no ha llovido nada en absoluto, entonces, al final, la calidad del agua se resiente. Cuando falta agua, la que queda será de menor calidad», explica la científica.

Respecto a este tema, el profesor Camacho añade: «El colapso de los macrófitos cambió toda la situación ecológica de la Albufera, cuando hay un aumento de la circulación del agua, aumenta la diversidad, pero es una condición transitoria». Porque todavía queda mucho para hacer para recuperar la densidad de vegetación que había años atrás en el lago.

Estableciendo medidas para conservar la Albufera

En 2004, se definió una estrategia de intervención, fundamentada en diversos principios clave para la recuperación del humedal, entre los cuales hay que destacar el sellado de la red de riego frente a vertidos, la construcción de tanques de tormenta para recolectar el agua contaminada de las primeras precipitaciones o reforzar el tratamiento de las aguas residuales de la estación depuradora de Pinedo. Otra iniciativa pionera fue la construcción de filtros verdes, lagos artificiales o restaurados sobre antiguos arrozales destinados a aprovechar la capacidad autodepurativa de los ecosistemas.

«Se continúan construyendo infraestructuras de saneamiento, para que la cantidad de nutrientes externos que llegan al lago sea más reducida», explica el doctor Camacho. «Las medidas se enfocan en el tratamiento de las aguas residuales y se están construyendo tanques de tormenta para evitar que las primeras aguas, que son muy contaminantes por la cantidad de vertidos, lleguen a la Albufera», incide.

Pueden sugerirse múltiples medidas para la preservación de este ecosistema único. Según la doctora Picó, «para mejorar la calidad de agua del parque estaría bien aumentar la llegada de agua de las fuentes originales». Parte del agua que llega al lago lo hace desde la Acequia Real del Júcar, y según la investigadora, si esta se destina a otros usos y no llega al parque, este recibe poca aportación de agua limpia. «Después habría que ver cómo mejorar la calidad de las aguas tratadas, pero cada proceso añadido requiere financiación y esto es una cosa muy complicada», expresa la investigadora. Una medida también poco popular seria «reducir el cultivo, propuesta problemática, puesto que los agricultores quieren obtener el rendimiento máximo», continúa. ¿Cómo conseguir establecer una conciencia más ecológica e impulsar medidas detrás de la conservación? La científica se lamenta, porque «al final, las medidas que mejorarían la salud del medio ambiente son propuestas que no serían populares desde el punto de vista de la mayoría de usuarios del parque». En definitiva, es un desafío complicado y todavía queda mucho camino por recorrer con el fin de preservar el hábitat de la Albufera y su biodiversidad.

Los filtros verdes como proyecto piloto

Hace más de diez años, el Ministerio de Medio Ambiente, la Confederación Hidrográfica del Júcar y la empresa pública Aguas de las Cuencas Mediterráneas (ACUAMED) iniciaron un proyecto piloto para transformar tres campos de arroz o tancats, en humedales artificiales con el objetivo de mejorar la calidad del agua y la biodiversidad del lago de la Albufera. «El Tancat de la Pipa (2008) y el de Milia (2011) están en la orilla norte y sur del lago respectivamente y abocan allí el agua. El de l’Illa está más alejado», explica la doctora M. Antonia Rodrigo, directora del área de Ecología Integrativa del Instituto Cavanilles de la Universitat de València. «Los tancats de Milia y l’Illa reciben aguas residuales tratadas de manera terciaria para que no sean directamente abocadas en el lago. El de la Pipa recibe agua de la Albufera, del Barranco del Poyo y de la acequia del puerto de Catarroja», añade la investigadora.

Respecto al funcionamiento de estos humedales, la científica especifica: «Actualmente, cuando se ha aprendido mucho sobre gestión de estos humedales, se está obteniendo agua de una calidad mucho mejor que la recibida. Todos están formados por una serie de sectores y poseen unas zonas, llamados filtros, plantados con vegetación emergente como el carrizo, por donde pasa el agua y al final hay una laguna. Muchas especies han encontrado refugio en esas zonas». Las aguas circulan por los diferentes sectores de los tancats y después se devuelven con mucha mejor calidad a la Albufera, gracias a las diferentes comunidades biológicas presentes, que captan nutrientes y otras sustancias actuando como depuradoras naturales.

Tancat de la Pipa

El Tancat de la Pipa es un punto caliente de biodiversidad y ha sido clave para la conservación de la fauna y flora del Parque Natural./ Foto: Servei Devesa Albufera / Ajuntament de València.

«Está habiendo recuperación de muchas especies, peces endémicos como el samaruc o varias clases de tortugas», recalca la doctora Rodrigo. Y añade: «Sobre todo, en el Tancat de la Pipa, respecto a la calidad del agua, sí que se ha visto una reducción de la cantidad de nutrientes e incluso una bajada en la concentración de plaguicidas en el agua de salida en comparación con la que entra en los tancats». Durante estos años de seguimiento, en el Tancat de la Pipa se ha observado una reducción de los plaguicidas entre el 50% y el 100%. En el de l’Illa se ha detectado en un 70%. Entre 2013 y 2016, además, este espacio ha contado con más de 10.000 nuevos ejemplares de siete especies de plantas acuáticas.

El Tancat de la Pipa pertenece al Ministerio, a la Confederación Hidrográfica del Júcar y la gestión la llevan a cabo dos ONG, SEO/Bird Life y Acció Ecologista-AGRÓ, « lo que es una experiencia novedosa y no muy frecuente en España», resalta M. Antonia Rodrigo. Otro objetivo es el uso público, que sirvan para educación ambiental, para que la gente conozca y se conciencie. La importancia de estos humedales artificiales como proyecto piloto de conservación llega todavía más lejos, puesto que, según explica la profesora Rodrigo, «son visitados por gran cantidad de institutos y universidades, incluso extranjeras, como una experiencia innovadora para el tratamiento de aguas contaminadas en un entorno natural. Un entorno muy antropizado, con mucha presión por el desarrollo humano». Para el ámbito científico también son de gran relevancia, porque los tancats también sirven para la investigación y para la formación. «El mismo Tancat de la Pipa sirve de laboratorio al aire libre para otros proyectos aparte del seguimiento, que empezó a realizarse en 2009», añade la científica.

¿Cómo afecta la contaminación al funcionamiento del ecosistema?

En el lago, «los contaminantes más abundantes son los plaguicidas, usados en el cultivo del arroz, sobre todo, fungicidas y herbicidas», explica la doctora Picó. Además de estos compuestos, «también hay muchos fármacos, entre los cuales, uno que se ha encontrado bastante y que ha sido de preocupación emergente, es el diclofenaco», añade la científica. Para muchas de estas sustancias no hay un límite legal establecido, y aunque hay una lista de contaminantes prioritarios, algunos fármacos han dejado de aparecer, por lo cual no existe una regulación legislativa. Estos contaminantes pueden tener una gran persistencia en el medio, afectando la flora y fauna presente en este. «Existe una bioacumulación en las redes tróficas», alerta la investigadora, y resalta que «ya no hay la biodiversidad que existía antes porque hay especies que no se han recuperado».

El profesor Camacho explica su proyecto más actual, C-QUEST, que realiza en colaboración con otros investigadores de la Universitat de València, con el objetivo de estudiar el efecto de los contaminantes emergentes presentes en la Albufera. «Los contaminantes presentes en el ecosistema afectan a todos los microorganismos de este, afectando la captación y liberación de carbono y a la emisión de gases invernadero. Si cambia el funcionamiento de la comunidad microbiana, esto altera los intercambios de gases de efecto invernadero, por ejemplo, el CO₂ y el metano», explica el científico. Por este motivo, el impacto causado en el funcionamiento del ecosistema es clave en la regulación climática y la mitigación, o agravación, del cambio climático.

Camps d'arròs a l'Albufera de València

Campos de arroz en la la Albufera de Valencia./ Foto: Esther Figueres.

Respecto al futuro del Parque Natural, el doctor Camacho resalta que «cada vez se van viendo señales de que puede recuperarse» pero que «no hay que relajarse sino ser perseverantes y hacer más», y aumentar los esfuerzos para preservar el ecosistema del lago. «Estamos en un mundo que se está deshaciendo y no hay vuelta atrás –reflexiona la doctora Picó–, si la gente no se conciencia que hay que perder ciertos privilegios». La investigadora considera que actualmente la Albufera está mejor que hace cincuenta años, cuando fue el punto álgido de contaminación. «Sin embargo, realmente no se ha revertido la situación, no existe la biodiversidad que existía y hay especies que no se han recuperado», matiza.

La contaminación o el cambio climático son algunas de las amenazas más inminentes que afectan el ecosistema del Parque Natural, lo que hace necesario un continuo esfuerzo por nuestra parte para hacer posible su recuperación y preservación en el futuro. Para dar impulso a la iniciativa de nombrar el humedal Reserva de la Biosfera por la UNESCO, un proyecto que lleva años de retraso, es necesario hacer cumplir la normativa, como son la Directiva Marco de Agua y la Directiva Hábitats, que exigen el buen estado ecológico del ecosistema, y cuidar entre todos de este preciado paraje que es la Albufera de Valencia.

© Mètode 2024
Graduada en Biotecnología y estudiante del Máster Universitario en Biodiversidad: Conservación y Evolución de la Universitat de València.