Externalizar

Externalitzacions

Ilustración: Anna Sanchis.

La nueva exposición de referencia del totalmente renovado Museo de Ciencias Naturales de Cataluña es un recorrido por la historia de la vida en el planeta. Es tanto como decir por la historia del planeta, porque la vida ha sido, y es, una fuerza geológica de primera magnitud. ¿De dónde se cree usted que ha salido, por ejemplo, la atmósfera oxidante que le rodea, responsable de tantos fenómenos conformadores de la corteza terrestre? Lo ilustra una roca arqueana de hierro bandado procedente de West Australia, resultado de la actividad metabólica de las bacterias primigenias, hace 2.500 millones de años. En un ambiente reductor, la actividad anaerobia de estos organismos provocaba precipitaciones férricas en forma de óxidos y silicatos –la roca exhibida– y expulsaba un residuo tóxico llamado oxígeno. El vertedero de este espantoso desecho gaseoso, la atmósfera, acabó posibilitando otra estrategia metabólica muy diferente: la vida aerobia.

Quitarse de encima lo que estorba ha sido una práctica biológica ab initio. Fieles a este principio, hemos arrojado incansablemente al río toda nuestra agua sucia. No hemos sucumbido a la peor de las miserias porque aguas abajo alguien sacaba provecho de nuestra suciedad, igual que nosotros respiramos aún ahora el oxígeno liberado por los anaerobios del pasado. La eficaz externalización de estos desechos exige, o un gran espacio que permita acumularlos indefinidamente, o terceros que los procesen. A eso, la ecología lo llama su ciclo de los materiales. Como resulta una especie de bucle reiterable, hablamos de equilibrios y cosas así. En realidad, es una especie de transporte circular recurrente, una forma penelopiana de hacer y deshacer y dejarlo tal como estaba. Es un intento ingenioso de luchar contra la entropía, que prefiere la condición mineral de las cosas.

«Se nos acumulan residuos y se nos agotan reservas energéticas fósiles que nadie había tocado hasta ahora»

En todo caso, esta máquina necesita energía. Hace recircular materiales en ciclo cerrado y consume energía en ciclo abierto. El invento ha funcionado durante millones de años. Se ha ido amanerando con todo tipo de piezas progresivamente más sofisticadas, que ahora llamamos especies. Nos hacemos cruces de su prodigiosa diversidad, admiración que nos lleva a proclamar la sabiduría de la naturaleza, sin saber muy bien qué queremos decir con eso. Como todo ignorante cauteloso, aplaudimos para no hacer el paleto. Y damos fe de ello.

En efecto, damos fe y, sobre todo, introducimos una perturbación imprevista. Dos, de hecho. Por una parte, propendemos a generar residuos de tal naturaleza y en tal cantidad que rompen el procesamiento sincrónico o resultan improcesables. Por otra, demandamos más energía de la sincrónicamente disponible, cuando menos con los mecanismos de captura de los que hemos dispuesto hasta ahora. Es decir, nos estamos convirtiendo en externalizadores netos. No en transferidores al usuario siguiente que hace de receptor casi sincrónico de nuestra externalización momentánea, sino en generadores de externalizaciones improcesables sincrónicamente. Así, se nos acumulan residuos (dióxido de carbono en la atmósfera, contaminantes en los sedimentos, productos sintéticos de momento indigeribles, elementos radiactivos desatados…) y se nos agotan reservas energéticas fósiles que nadie había tocado hasta ahora.

Nuestro sistema económico ha aprendido a poner precio a la producción y a la comercialización. Ha creado unos mercados y unos mecanismos reguladores que funcionan de forma bastante eficaz (no sé si equitativa). Pero no ha valorado el coste de las externalizaciones de materiales residuales acumulables, ni el coste de reposición de los depósitos de energía fósil esquilmados. Sin valoración no hay precio y sin precio no hay mercado regulador. Tenemos el resultado a la vista. ¿Dónde continuaremos externalizando, en el espacio o en el tiempo, si en la nueva economía global no hay exterior y solo presente aplazado?

© Mètode 2012 - 73. La fuerza del mundo - Primavera 2012
Doctor en Biología, socioecólogo y presidente de ERF (Barcelona). Miembro emérito del Institut d’Estudis Catalans.