¿Por qué no llamamos ‘cambio energético’ a la transición energética?

transición energètica

Desde hace unos años el uso de los términos cambio climático y transición energética se ha visto incrementado en el debate político, social, económico y científico. Son dos conceptos que van de la mano. El cambio de clima que estamos viviendo –y del cual ya no hay duda científica, social ni política– está causado por la emisión masiva de gases de efecto invernadero, la mayor parte de los cuales se liberan en la obtención de los distintos tipos de energía que necesitamos para mover nuestra sociedad mediante la quema de combustibles fósiles. De ahí que se hable de una necesaria transición energética hacia fuentes que no emitan este tipo de gases, y frenar de esta forma el calentamiento global que conduce a un cambio climático a escala planetaria.

Un detalle no menor, que pasa desapercibido, es el hecho de que con esta denominación se da a entender que el clima cambia, y el modelo energético transita. Pero, ¿por qué uno cambia y el segundo transita? ¿No sería más pertinente hablar también de un cambio energético, en lugar de una transición energética? Puede parecer una cuestión de matiz, pero no lo es.

Las denominaciones de cambio climático y calentamiento global aparecen de forma definitiva en un artículo del geofísico Wallace S. Broecker publicado por la revista Science en 1975 (Broecker, 1975). El concepto cambio climático se popularizó en los medios de comunicación a partir de este artículo, pero sobre todo a partir del primer informe del IPCC de 1990, donde se hablaba de forma abierta y con consenso científico entorno al cambio climático.

«Si aceptamos que el clima cambia y el modelo energético simplemente transita, se corre el peligro que dicha transición llegue tarde»

Pero la difusión del término cambio climático se produce de forma definitiva a partir de 2001, durante los dos mandatos de George W. Bush en Estados Unidos (2001-2009). Bush marcó la tendencia comunicativa en el uso de este término por encima del calentamiento global, para así poder argumentar que este no era sino un cambio climático más de los muchos que ya ha habido en la historia de nuestro planeta, razón por la cual no hay motivo para descarbonizar la economía ni para alterar el modelo de sociedad basada en combustibles fósiles (Viñas, 2022). Así, el concepto calentamiento global quedaba enmascarado detrás del de cambio climático, y permitía a la administración Bush minimizar el papel antrópico del calentamiento global bajo la denominación de cambio climático, uno más de los que ha habido siempre en la Tierra.

Actualmente el térmico cambio climático está consolidado a nivel comunicativo. Su origen es antrópico sin ninguna duda, como indica el último informe del IPCC de 2021, lo que hace necesaria una transición energética para revertir este cambio de clima. Así, volvemos de nuevo a la cuestión planteada al principio: ¿por qué cambia el clima y el modelo de energía transita?

Según William Bridges en su obra Managing transitions (Bridges, 2004), una de las diferencias más claras entre cambio y transición se basa en la rapidez con que suceden: el cambio es rápido, ocurre aunque uno no lo quiera; la transición es un proceso lento como reacción a un cambio, y por tanto planificado voluntariamente. Así, estas diferencias entre cambio y transición aplicadas al clima y a la energía, permiten entender que el clima está en un proceso de cambio, no querido, y que sucede de una forma rápida. El modelo energético transita como reacción a este cambio de clima, de forma voluntaria por parte las sociedades humanas. Pero atención, la transición no define la velocidad del proceso de transitar, mientras que el término cambio sí.

La rapidez del cambio climático que estamos viviendo es inusual; no hay duda en los miles de artículos e informes científicos que tratan el tema. Valga como ejemplo el último informe del IPCC de 2021, según el cual la rapidez del cambio climático no tiene precedentes en los últimos millones de años. La respuesta a este cambio del clima, ¿debe ser una transición o un cambio de modelo energético? El primer término implica un proceso lento, o por lo menos no rápido, de sustitución de las fuentes de energía clásicas basadas en combustibles fósiles por otras limpias, basadas en fuentes renovables; el segundo implicaría que las nuevas fuentes de energía deberían ser reemplazadas de una forma rápida, acorde con el ritmo del cambio climático. Si aceptamos que el clima cambia y el modelo energético simplemente transita, se corre el peligro que dicha transición llegue tarde y sea insuficiente para combatir el cambio climático. El modelo energético debería transformarse a una velocidad más elevada, para afrontar y revertir el cambio climático. Deberíamos hablar entonces de cambio energético, y no de transición energética, y evitar que nos pase como con el concepto de cambio climático de la administración de George W. Bush en la primera década del 2000: detrás del término transición energética puede haber quien tenga interés en alargar el uso de combustibles fósiles y que la descarbonización sea lenta.

Alarma climática y cambio energético

Si la argumentación para la denominación de cambio energético no fuera suficiente, el contexto de emergencia climática en el que nos encontramos le da coherencia. Desde mediados de la segunda década de este siglo, diferentes administraciones locales, nacionales e internacionales han declarado el estado de emergencia climática, más para concienciar que para actuar de forma rápida ante la gravedad del problema global que es el cambio climático. Una emergencia es una situación grave, que requiere una rápida intervención para solucionarla y evitar poner en riesgo bienes materiales y humanos. Es una definición que se puede encontrar en cualquier diccionario y en cualquier lengua. Por tanto, aceptando que nos encontramos en un estado de emergencia climática estamos aceptando que el cambio climático es realmente eso, un cambio de escenarios climáticos que se produce a gran velocidad. Hay propuestas de ir más allá y declarar el estado de alarma climática (Mazon et al., 2022), un estado de mayor gravedad al de la emergencia, y por tanto de una necesaria mayor regulación política para poder afrontar el reto de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

«Hay propuestas de ir más allá y declarar el estado de alarma climática»

La obtención de energía a escala global mediante la quema de combustibles fósiles (electricidad, movilidad, industria) es responsable de la mayor parte de las emisiones de CO2, y por tanto, de la rapidez del cambio de clima. Es, por tanto, necesario un cambio energético y no una transición energética, es decir, una mayor velocidad en la substitución de fuentes de energía contaminante por otras limpias y renovables, así como un cambio en la gestión y eficiencia de la energía. Si estamos inmersos en un cambio climático, de origen antrópico, de una rapidez sin precedentes en los últimos millones de años, y en una emergencia climática, lo que necesitamos es un cambio energético en, quizás, un estado de alarma climática.

Referencias

Bridges, W. (2004). Dirigiendo el cambio: sacar el máximo partido a las transiciones. Deusto.

Broecker, W. S. (1975). Climatic change: are we on the brink of a pronounced glbal warming? Science, 189(4201), 460–463. https://doi.org/10.1126/science.189.4201.460 

Mazon, J., Pino, D., Vinyoles, M. (2022). Is declaring a climate emergency enough to stop global warming? Learning from the Covid-19 pandemic. Frontiers Climate Journal. https://doi.org/10.3389/fclim.2022.848587

Viñas, J. M. (2022). Nuestro reto climático. Todavía estamos a tiempo de saldar nuestra deuda con el mundo y construir un futuro mejor. Alfabeto.

© Mètode 2022

Profesor e investigador del Departamento de Física de la Universitat Politècnica de Catalunya (Castelldefels).