Uno de mis placeres culpables es el cine de acción. No negaré que me encantan las películas con muchas explosiones y Nicolas Cage dando volteretas. Quizás por algún recuerdo de mi niñez, cuando las tardes de verano eran sinónimo de films de artes marciales. Dentro del cine de acción, siempre recordamos al protagonista que va derramando testosterona (un modelo que últimamente ha ido cambiando con actrices como Angelina Jolie o Scarlett Johansson tomando el rol principal), pero también hay directores especialistas en el género; entre ellos, Michal Bay, uno de los mayores pirotécnicos de Hollywood.
Las películas de Michael Bay no destacan por su rigor científico. Si tuviera que comentar los errores científicos de Armageddon, necesitaría todo el espacio de esta revista y me quedaría corto, a pesar de que yo me lo pasé de cine viéndola. Aun así, encontramos un acierto científico en la filmografía de Bay, como el llir entre cards, que diría Ausiàs March. Por su rareza, vale la pena comentarlo.
En la película La Roca, un grupo de militares secuestran la prisión de Alcatraz, en San Francisco, y amenazan con lanzar misiles cargados con gas nervioso VX si sus demandas no son atendidas. Para solucionar la crisis, se recurre a un recluso encarcelado en una localización secreta (Sean Connery) que consiguió escapar de Alcatraz y a un experto en armas químicas (Nicholas Cage). En un momento de la inverosímil trama, Nicholas Cage queda expuesto al gas y, entre espasmo y espasmo, se pincha una aguja en el corazón, al más puro estilo Pulp Fiction, y sobrevive. Una escena muy peliculera, pero sorprendentemente con base científica.
Químicamente, el gas nervioso VX es un compuesto organofosforado, que se absorbe por la piel con mucha facilidad y es capaz de inhibir específicamente una enzima, la acetilcolinesterasa. Esta enzima se encarga de degradar el neurotransmisor acetilcolina. La función de la acetilcolina es transmitir diferentes señales del sistema nervioso autónomo, aquel que regula las funciones fisiológicas y que no controlamos. Concretamente, las neuronas antes de los ganglios del sistema nervioso simpático y parasimpático, así como las terminaciones nerviosas postganglionares del sistema nervioso simpático y algunas del parasimpático, como las que controlan la sudoración. El gas VX es mortal con una dosis de 10 mg. ¿Cómo puede ser tan letal? Es fácil de explicar. El sistema nervioso se basa en que las señales se activan y se inactivan para controlar el funcionamiento del cuerpo. Si inhibimos la enzima que degrada un neurotransmisor, la señal permanece activada y el sistema nervioso colapsa. Eso explica la sudoración excesiva y los espasmos: el sistema nervioso autónomo está desregulado y las señales no responden a las necesidades fisiológicas. Podríamos decir que este gas nos hackea las funciones nerviosas autónomas hasta que morimos de forma muy rápida y dolorosa. Solo existe una posibilidad de salvarnos si entramos en contacto con este gas, una posibilidad muy natural.
La planta belladona es conocida desde la Antigüedad por su toxicidad. El extracto del fruto era empleado por las damas italianas del Renacimiento para dilatarse las pupilas y eso les daba un aspecto que encontraban atractivo; de aquí su nombre de mujer bella o belladona. En la actualidad, la atropina, que se extrae de esta planta, se continúa usando para diferentes aplicaciones médicas, como las exploraciones de retina. ¿Y qué tiene que ver? La atropina es un antagonista competitivo del receptor muscarínico de acetilcolina. Si nos han atacado con gas nervioso, tenemos una sobredosis de acetilcolina que nos colapsa el sistema nervioso. La atropina, sin embargo, se une a los receptores de acetilcolina, los inactiva y así compensa el efecto. Eso realmente nos puede salvar la vida. Por tanto, el giro de guion más insospechado de La Roca es que puede servir para aprender bioquímica.