Una de las películas de fantasía y ciencia ficción imprescindibles es Blade Runner. No es solo por la música de Vangelis o por el ambiente opresivo, inquietante y onírico de muchas escenas; lo que más me impacta de Blade Runner es que me hace reflexionar sobre qué nos define como seres humanos. La gran pregunta filosófica que la película pone sobre la mesa es: ¿qué diferencia hay entre un ser humano y un replicante? Los replicantes han sido creados en un laboratorio, específicamente diseñados para cumplir una función determinada, pero están formados por células humanas y son equivalentes a un ser humano. Piensan de forma independiente y también tienen sentimientos como los humanos. Aun así, no se les considera humanos. Entonces, ¿qué es lo que nos hace a nosotros humanos?
«Podríamos decir que ser humano implica tener un cerebro con conciencia humana, pero esta definición no tiene límites discretos y precisos»
Los adelantos biotecnológicos y biomédicos hacen que esta pregunta vuelva con fuerza. Encontramos artículos de opinión y reflexión en revistas científicas que replantean cuáles son los límites bioéticos y legales de la humanidad. Los límites entre seres humanos y otros seres vivos, entre humanos vivos y humanos muertos, entre células que son humanas y las que no lo son, se están volviendo difusos. ¿Qué nos define como humanos? ¿Qué es humano y qué no lo es? En cuanto a las leyes que rigen nuestra vida, es crucial definir si lo que antes era «una cosa» se ha convertido en «un alguien». Por poner un ejemplo, si algún día pudiéramos generar un nuevo embrión viable a partir de células pluripotentes inducidas obtenidas de la piel de un humano, ¿sería legalmente un embrión humano? Si se genera bien un embrión quimérico entre células humanas y de chimpancé, o bien un cerdo que lleva un corazón desarrollado totalmente a partir de células humanas para usarlo en un xenotrasplante, ¿qué estatus tienen? ¿Son humanos, animales no humanos, o algún tipo de organismo con identidad casi humana?
Nos encontramos con nuevos términos, como por ejemplo identidad humana, pertenencia a la familia humana, o herencia genética común de los humanos, porque, dependiendo del contexto, hablar de qué es ser humano es complejo y lleno de inconcreciones. Podríamos decir que ser humano implica tener un cerebro con conciencia humana, pero esta definición no tiene límites discretos y precisos. Un feto no tiene conciencia, pero tiene una entidad más allá de un conglomerado de células humanas, y lo consideramos un humano. Una persona en coma irreversible, a pesar de no tener conciencia, también es humana. O en otro contexto, a un bebé anencefálico también lo consideramos humano, a pesar de tener mucha menos conciencia que un chimpancé, un delfín o un perro. Por lo tanto, el hecho de tener conciencia no define lo que es para nosotros ser un humano. Podríamos emplear el contexto genético y determinar que un humano se define porque tiene un genoma humano. Pero el hecho es que no existe «el genoma humano», hay millones de genomas humanos, porque la identidad genética humana es un continuo de secuencias y variantes. Para empezar, no somos una especie pura, hay algunos humanos con parte del genoma heredado de neandertal o denisovano u otros homininos. De hecho, existen humanos que tienen fragmentos de genoma completamente nuevos que todavía no conocemos y nunca hemos descrito antes; otros humanos tienen un número de cromosomas diferente, o les falta un cromosoma (todo o en parte). Aun así, los consideramos humanos. Por el contrario, una célula de nuestro cuerpo puede contener todo nuestro genoma, es humana, pero no tiene ninguna categoría ni estatus de legalidad como humana, mientras que una persona que tenga un corazón de cerdo xenotrasplantado, con células de ADN de diferentes especies, sí que lo consideramos humano.
Al final, concedemos la categoría de humano a lo que consideramos que es sustancialmente humano, pero, ¿qué implica esta sustancialidad humana? ¿Qué es ser humano?