El descubrimiento de la estructura en doble hélice del ADN fue cosa de cuatro, y el papel de Franklin está a l’altura de la contribución de Wilkins, Watson y Crick.
El origen de los grupos sanguíneos A, B y O y su mantenimiento aún es un misterio de la evolución. Sabemos que otros homínidos ya presentaban los tres grupos, mientras que con los chimpancés compartimos los grupos A y O, pero no el B, que lo presentan los gorilas.
Se podría decir que ser humano implica tener un cerebro con conciencia humana, aunque esta definición no tiene límites discretos y precisos.
Los seres humanos, al contrario que algunos animales, no nos basamos en la genética para encontrar la pareja perfecta. Inervienen muchos condicionantes socioculturales.
A través del ADN podemos extraer mucha información e inferir un retrato detallado del rostro a quien pertenece.
Nuestro ADN es un trencadís formado por secuencias genéticas de antiguos ancestros olvidados, es decir, una composición harmónica de diferentes colores y texturas.
Durante el s. XX hemos casi duplicado la esperanza de vida, de unos 45 años a 80 y pico y, por eso, nos enfrentamos a la vejez o los problemas cardiovasculares, entre otros.
Me planteo escenas de mundos casi apocalípticos y distópicos, basadas en el imaginario colectivo creado por libros y películas de ciencia ficción. ¿Cuál es el límite?
Regalando nuestro ADN y nuestros datos genéticos, regalamos el ADN y los datos genéticos de toda nuestra familia biológica. Hay que pensar si el objetivo vale la pena.
¿Qué hacen los científicos cuando explican y exponen su investigación o la de los otros? ¿Comunican su investigación o la divulgan? Marfany prefiere "diseminar conocimiento".
